viernes, 1 de mayo de 2020

¿Huertas sin agua?

Jesús Fuentetaja – El Adelantado de Segovia - 24 diciembre, 2019-

Hace unas fechas, concretamente el día 9 de diciembre, se publicaba en este mismo periódico un excelente trabajo que nos quiso hacer ver las bondades de la agricultura urbana, que entre otras cuestiones no de menor importancia, podría ayudar a depurar nuestro sufrido y denostado medio ambiente y mejorar la sostenibilidad de las ciudades con un cinturón verde a su alrededor, contrapunto ideal y necesario a la acción desequilibradora de ladrillos y hormigones. “Huertos, cada vez más tesoro”, era el acertado titular del reportaje y en su contenido se destacaba la tendencia propiciada por las Naciones Unidas en los años 70 del pasado siglo, para desarrollar programas de huertos comunitarios a nivel mundial, puesto que esta actividad, cito textualmente: “tiene beneficio en áreas como la seguridad alimentaria, la generación de empleo, el reciclaje de residuos urbanos, la creación de cinturones verdes y el refuerzo de la resiliencia de las ciudades frente al cambio climático”.

Aquí nos quedamos, porque ahora entramos en el campo sembrado de las contradicciones que como lechugas rizadas suelen recolectarse a veces en las huertas administrativas de Segovia. ¿Resulta posible mantener huertas sin agua? ¿Conocen en la Confederación Hidrográfica del Duero las recomendaciones de la Naciones Unidas a que se han hecho antes referencia? Porque si las conocieran se entendería mal que no colaboraran con esta importante finalidad medioambiental, como vamos a tener ocasión de comprobar. Lo que el mundo parece ser que descubrió a finales del siglo XX, se conocía en Segovia, al menos desde la época de Enrique IV, cinco siglos atrás, que es cuando puede estar documentada la existencia de acequias y caceras con aguas tributarias del río Eresma, con las que desde entonces se han venido regando las huertas y arboledas que ciñen y tiñen de verde la zona Norte de la ciudad, hoy con toda justicia declarada Patrimonio de la Humanidad.

Vayamos ahora con el agua de la discordia y aquí viene el lío, puesto que hace poco más de un año, la comunidad de regantes de San Lorenzo, titular registral de este ancestral derecho consuetudinario, ha visto cercenado el mismo al ser declarada su extinción por el citado organismo de cuenca, que no debe ser casualidad que tenga su sede en Valladolid, en donde parece que hemos venido a topar una vez más los segovianos contra el muro de su centralismo, en este caso con el instalado en el número 5 de la calle de ese mismo nombre, que es donde tiene su sede la Confederación, organismo dependiente hoy del Ministerio para la Transición Ecológica (ya veremos mañana que nombre se le asigna en el reparto de carteras que nos amenaza). En el número 5 de la vallisoletana calle Muro, sesudas mentes decidieron cargarse este sistema de regadío de las huertas segovianas y no conforme con eso, acuerdan incoar expediente sancionador con imposición de multa económica a los regantes, inicialmente de 3.000 euros, y ahora rebajada a 2.000, según la última resolución de hace solo unos días, solamente por no oponerse a que el agua continúe pasando mecánicamente por los mismos canales que lo ha hecho desde tiempo inmemorial. Con ello la Confederación oculta su propia negligencia en la ejecución de sus actos, al no procurar los medios necesarios para impedir el tránsito hidrológico que pretendía evitar.

Así las cosas, uno, desde su ignorancia no puede menos que preguntarse si el Ayuntamiento de Segovia, que presume de haber adjudicado 26 parcelas de huertos en este año 2019, está haciendo alguna gestión política o administrativa para oponerse a tan grave atropello, teniendo en cuenta no sólo los intereses generales de la ciudad, sino porque también resulta afectado como cotitular de los derechos de riego integrados en la citada comunidad y declarados extinguidos por la Confederación. ¿Es consciente el consistorio que sin agua no pueden sobrevivir las huertas? y que si estas se convierten en eriales desaparecería el objeto de alta protección actualmente previsto para esta zona en las vigentes normas urbanísticas, dando paso, posiblemente con ello, a una futura recalificación de los terrenos que los propietarios de las actuales huertas seguramente instarían, primero en vía administrativa y si no ven satisfechas sus pretensiones después en sede judicial y ya conocemos como le está yendo últimamente al Ayuntamiento cuando se le revisan sus actuaciones en vía juridiscional. ¿Tampoco tienen nada que decir las organizaciones ecologistas sobre la posible pérdida de tan importante patrimonio medioambiental para Segovia, siempre tan activas cuando de otras cuestiones se trata?

Y la Junta, que aquí hay para todos, ¿va a continuar acunando el sueño del expediente de la declaración de Bien de Interés Cultural de la cacera (BIC), que como el arpa del poema debe dormitar en algún rincón de la Consejería de Cultura? Porque a todo lo dicho hasta ahora, debe añadirse que la mencionada solicitud de declaración fue aprobada, va a hacer ahora un año, por las Cortes regionales a propuesta de los procuradores socialistas segovianos, que con mejor voluntad que acierto intentaban proteger de forma paradójica, algo que en ese momento es posible que ya ni siquiera existiera. ¿Tanto cuesta promover una actuación interadministrativa conjunta que permita resolver esta cuestión de tan gran trascendencia para la ciudad? ¿Tan difícil resulta aunar los intereses de las administraciones actuantes? ¿Porque nos tienen que pasar siempre estas cosas a los segovianos? ¿Qué pecado hemos cometido contra el cielo naciendo de la clase política que nos gobierna? ¿No hay nadie aquí que legítimamente nos represente, que pueda y quiera convertirse en paladín defensor de tan justa causa, el caballero sin espada de la inolvidable película de Frank Capra? Porque acudir a estas alturas a la ONU para que se cumplan sus recomendaciones, parece que nos va a quedar un poco a trasmano. O no. Veremos.

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