Jesús Fuentetaja – El Adelantado de Segovia -- 15 mayo, 2020.
En estos tiempos de confinamiento a que nos ha condenado la sala especial del coronavirus, tribunal supremo de la salud pública, uno va cumpliendo día tras día con la condena principal y con las penas accesorias necesarias para mantener la cárcel del hogar en perfecto estado de revista, ahora con una mayor exigencia al tener que permanecer constantemente en ella. Las principales tareas las vengo compartiendo con mi compañera de celda y ahora también jueza interina de vigilancia penitenciaria.
No podemos ir tachando días en el calendario del tiempo que lentamente transcurre, porque la pena principal está sometida a constantes revisiones y es posible que sólo pueda obtenerse una reducción por buena conducta, cuando este comportamiento llegue a ser colectivo, es decir, cuando nadie quebrante la condena, lo que ya estamos viendo que no resulta fácil. De momento seguimos recluidos, especialmente en Segovia, esperando el ansiado auto de libertad, que nos tememos sea sólo condicional, con la misma necesidad con la que se espera el agua en el mes de mayo que estamos viendo transcurrir desde el interior de nuestras casas.
No obstante, dicen que no hay mal que por bien no venga, y este mal de la reclusión forzosa nos ha traído el bien del tiempo libre (luego de superar el orden de revista antes aludido), que los aficionados al cine estamos aprovechando para volver a visionar alguna de las viejas películas en VHS, que permanecían cubiertas de polvo en los altillos de los anaqueles, a los que el plumero de la inspección no llegaba nunca a alcanzar. Una de estas cintas recientemente revisadas, ha sido la escatológica pero divertidísima obra de José Luis Cuerda, “Así en cielo como en la tierra”. No quiero entrar en muchos detalles técnicos de la cinta, porque son sobradamente conocidos, dentro de la peculiar filmografía de este particular director, recientemente fallecido por cierto. La película vino a completar la trilogía iniciada por “El Bosque Animado”, continuada por “Amanece que no es poco” y completada con el ya citado film. Únicamente recordar que el papel de un dubitativo Dios
Padre es asumido por Fernando Fernán Gómez, muy pendiente de que no se escapara el palomo de la jaula, para que no volviera a dejar encinta a ninguna virgen. Que el atribulado personaje de Dios Hijo, emperrado en poner en marcha el apocalipsis final sobre la tierra, que resultó todo un fracaso, le encarna el actor Jesús Bonilla y que la función de San Pedro la desempeña Paco Rabal, convenientemente convertido en sargento de la Guardia Civil, con tricornio y todo.
Lo que realmente viene al caso al que quiero referirme, es que el cielo de la película se extendía sobre la villa de Pedraza, que aportó su esplendoroso conjunto monumental como el mejor de los escenarios posibles para imaginarnos que si el cielo puede hallarse en la tierra, no hay mejor lugar para ello, que este bello rincón de nuestra provincia. No en vano, en Pedraza se han rodado un buen número de excelentes películas del cine español y la villa ha gozado siempre de gran predicamento en la localización de exteriores. Esta repetida demanda de utilizar sus calles y rincones como escenarios llevó a su Ayuntamiento, con muy buen criterio, a establecer una tasa por el aprovechamiento especial del dominio público del que gozaban las producciones cinematográficas, con una tarifa fija por cada día que durase el rodaje. Algo similar ha establecido recientemente el Ayuntamiento de Segovia.
A medida que iba viendo la película y disfrutando con la originalidad de muchas de sus escenas, me iba acordando que la productora de la misma intentó hacer un “sinpa” al Ayuntamiento, dejándole a deber por el citado concepto de rodaje, la cantidad de 2.000.000 de las antiguas pesetas del año 1995. El Alcalde, hombre templado, se hartó de realizar viajes a Madrid para reclamar a la empresa el importe debido, que para un Ayuntamiento como el de Pedraza resultaba de vital importancia. Día tras día regresaba con tan buenas palabras como escaso compromiso de pago. Hasta que la corporación municipal decidió delegar en los Servicios Tributarios de la Diputación la gestión de dicho cobro. Bastaron un par de llamadas telefónicas, una al responsable de la productora, muy conocido en el mundillo deportivo y otra al asesor jurídico de la empresa, para convencerles de la procedencia de liquidar la deuda contraída con el Ayuntamiento de Pedraza, lo que vinieron a cumplir en un tiempo prudencial. Si el apocalipsis de la película no tuvo mucho éxito en su visita a la tierra, en el caso de la reclamación de este pago, bastó con anunciarles el embargo cautelar de las subvenciones públicas pendientes de percibir por la productora, para que se les despejaran todas sus dudas sobre la conveniencia de proceder a la cancelación del tributo debido a Pedraza.
El amparo prestado a los Ayuntamientos para que puedan obtener los ingresos de derecho público que les corresponda percibir, es otro de los servicios esenciales que la Diputación realiza a favor de los municipios de su provincia y que suelen pasar a menudo desapercibidos. Para muestra este botón, del que puedo dar personalmente fe, antes de regresar a mi forzada reclusión domiciliaria.
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