jueves, 17 de diciembre de 2020

¿Quo vadis, Sego?

Jesús Fuentetaja 

El Adelantado de Segovia -11 septiembre, 2020

Para no engañar al lector despistado, ya aviso que el artículo en esta ocasión va de fútbol. Lo anuncio de entrada por si alguien, poco motivado por la materia, decide dejar la lectura en este punto. De fútbol sí, pero de fútbol segoviano. Más en concreto, de la Gimnástica Segoviana: nuestra querida “Sego”. Un club que ha completado 92 años de historia y que está obligado a seguir siendo el equipo de referencia de la provincia, a pesar de la incertidumbre que se proyecta sobre su futuro, como consecuencia de una serie de circunstancias, entre las que no podría faltar la incidencia de la dichosa pandemia con su pico de buitre: pertinaz carroña de nuestras recientes desdichas.

Son tiempos difíciles para todos, también para el fútbol y evidentemente para la Gimnástica, que es lo que ahora nos ocupa y sobre todo nos preocupa, porque ¿cuál será el futuro a medio y largo plazo del club? El presente inmediato parece encauzado, gracias al compromiso mostrado por los anteriores directivos, que en un ejercicio de responsabilidad que les honra, no han querido dejar desamparada a la entidad cuando nadie quiso coger las riendas del club, una vez que ellos las soltaron. ¡Quién lo hubiera dicho, hace solo unos meses!, cuando se desencadenó aquella lucha soterrada planteada por una parte minoritaria de la masa social, para impedir la conversión del club en sociedad anónima deportiva, por cierto, mayoritariamente aceptada por los demás socios. El principal argumento para oponerse a esta transformación, fue el que la “Sego” tendría que ser siempre propiedad de sus socios. Pues bien, aquí tuvimos todos la posibilidad de ofrecernos para hacer realidad aquella premisa y casi todos miramos para otro lado, dejando desierta la convocatoria de elecciones y huérfana de dirigentes a la entidad, si no lo hubieran impedido al menos provisionalmente, los mismos que han regido el club en los últimos años. Los mismos que llevaron a cabo una de las mejores gestiones, si no la mejor, que se recuerda, tanto en lo deportivo como en lo económico.

Ante el comienzo de la temporada que se nos viene encima, con permiso del C19, alguna reflexión deberemos hacer los socios del club, porque ésta llega cargada de interrogantes, con un nuevo modelo de competición diseñado desde la Federación Española de Fútbol y sobre todo, porque a día de hoy, nadie puede asegurar la presencia de aficionados en las gradas. Si finalmente se celebran los partidos sin público, el deterioro económico que sufrirían los equipos de esta categoría sería tremendo. Pienso y lo dice un socio que tiene la misma antigüedad en el club que el césped de La Albuera, esto es desde 1982, que en lo que la “Sego” continúe siendo de sus socios, es responsabilidad de toda su masa social y no sólo de unos pocos, velar por sus intereses, cada uno en la medida de sus posibilidades. Entiendo que pueda estar metiéndome en un charco para el que no dispongo de botas katiuskas. Cada cual sabe lo que pasa en su casa y conocerá a la perfección los estragos que los devastadores efectos de la pandemia puedan estar causando en su economía doméstica. Pero sería muy importante que aquel socio que pueda permitírselo, no deje de renovar su cuota de la temporada, aunque no se despejen las dudas de si podrá acudir con ella a presenciar los partidos.

Mantener el pago de las cuotas sociales, sería la mejor forma de contribuir al sostenimiento económico del club, apoyando a la junta gestora, cuyos integrantes parece que han sido capaces de volver a formar otro gran proyecto deportivo, con el que pretenden conducir a la nave gimnástica hasta el puerto de la Segunda B; ya veremos en cuál de las dos categorías, si en la que se va a exigir disponer de gasolina súper, o en la que es suficiente con la normal. Pero lo que realmente debe evitarse es permanecer sumergidos en las profundidades del pozo en que se convertirá la futura Tercera, que en la práctica, pasaría a ser la quinta división del fútbol nacional.

Si como nos cuentan, es verdad que se mantienen los patrocinadores de la anterior temporada en un porcentaje cercano al noventa por ciento, los socios que renueven sus cuotas no deberíamos ser menos. Sería la mejor ayuda para tender el puente hacia el futuro que debe esperar al club, al término de esta temporada de transición. Salvada la difícil disyuntiva de este año, se podrá decidir después, libremente y con plenas garantías, el modelo de gestión para nuestra Gimnástica Segoviana, que la permita encaminarse hacia su centenario con sólidas esperanzas de pervivencia. Cosa esta, que no será posible si no se supera antes el escollo de la presente temporada, tanto en el resultado deportivo como en el económico. Lo que ocurre, es que lo segundo suele ser casi siempre condicionante de lo primero. Otra razón más para justificar el esfuerzo que deberíamos hacer sus socios.


miércoles, 9 de diciembre de 2020

34 blanco y par, que no rojo ni negro

 Jesús Fuentetaja 

El Adelantado de Segovia -18 julio, 2020


Mi madre, gran aficionada a un deporte que apenas vislumbró en blanco y negro a través de las imágenes del NODO, a medida que iba dando a luz a sus hijos (tuvo hasta tres) les iba haciendo del club que había visto conquistar cinco copas de Europa seguidas en el cine. Luego, más tarde, sí que iba a hablar con el cura para bautizarnos. Quiero decir con ello, que mi condición de madridista me viene de cuna y forma parte además, de la carga genética heredada de la que uno no puede renunciar, pero es que tampoco quiero. Soy consciente que declararse ahora seguidor del equipo del “Real de Madrid”, como le llama el personaje que interpreta uno de sus más histriónicos y conocido de sus detractores televisivos, es un riesgo tan grande como el de no confesar abiertamente la ideología política con la que no llegas a simpatizar, exponiéndote con ello a padecer las trágicas consecuencias que provoca la espiral del “conmigo o contra mí”, que en ascendente remolino huracanado, tiende a transformarse en tornado devastador, que en caso de no amainar, termina llevándose por el aire la convivencia entre las personas. El “me opongo a lo que digas”, sea esto lo que sea, ha desplazado al más cordial del no estoy de acuerdo, aunque respete tu opinión. Y es evidente que el fútbol, sobre todo el fútbol, no puede ser una excepción.


Pensaba esto la otra noche, mientras disfrutaba con serena felicidad de la obtención del campeonato de liga número 34 del club merengue, con alegría, pero a la vez con un poso de tristeza por la situación que ha condicionado nuestra existencia en los últimos meses y que ha tenido también una incidencia muy directa en el desarrollo de la competición. Reflexionaba cómo era posible que un mismo hecho pudiera llegar a generar un estado de felicidad en alguien, al mismo tiempo que convertirse en la causa del disgusto de otros. El Madrid es el paradigma perfecto de la actual división de la sociedad en dos bandos irreconciliables, entre partidarios y adversarios, en este caso, entre madridistas y antimadridistas. Y al igual que me ocurre con la política, no entiendo esta situación que se fundamenta en una exacerbada disparidad, cada vez más acentuada. Puedo comprender las manifestaciones a favor de una determinada opción política o de un concreto club deportivo, pero no entiendo aquellas que se producen sistemáticamente en contra, en las que no se deja espacio alguno para el diálogo, material básico éste con el que debe construirse toda convivencia civilizada.


En opinión de los psicólogos, en las conductas basadas en la confrontación directa, existe un componente patológico muy alto originado por el odio, que no en pocas ocasiones tiene su raíz primigenia en la envidia. Otro gran aficionado madridista, el escritor Javier Marías, dejó plasmada esta cuestión hace algunos años, en uno de sus artículos más celebrados: ¿Por qué no nos odian?, titulaba, porque así dice que se preguntaban los seguidores de uno de los eternos rivales del Madrid, extrañados ante la falta de correspondencia hacia ellos de este ancestral sentimiento. Por lo que a mí respecta y como madridista, no soy capaz de odiar a nadie. Sólo disfruto con las satisfacciones que pueda darme mi equipo y únicamente llegan a disgustarme sus fracasos. El balance resulta evidentemente satisfactorio y desde el pasado jueves 16 de julio todavía un poquito más. Pero ni me alegra ni tampoco me preocupa lo que suceda con el resto de los equipos ¿Se deberá a que desde mi personal óptica no debo tener motivo alguno para ello? Como ya hemos anticipado, parece ser que los psicólogos tienen la respuesta: “Se odia lo que se envidia y se envidia aquello de lo que se carece”. Lo que lamento es seguir sin explicación alguna para el cada vez más pronunciado antagonismo, que día a día se va extendiendo al resto de la sociedad, cuando de política se trata. ¿Quién influye en quien, el fútbol en la política o la política en el futbol? Trabajo ahora para los sociólogos.

martes, 1 de diciembre de 2020

Un día festivo para el olvido

 Jesús Fuentetaja

El Adelantado de Segovia -30 junio, 2020

Me levanto el día de San Pedro, con la resaca de la fiesta de la ciudad instalada en la nostalgia de otros años. Hoy, no he oído las dianas y desconozco si mis amigos los Silverios habrán sacado a pasear al señor Frutos y a la señora Fuencisla, gigantescos personajes de cartón piedra que escuchan y ven lo que quieren, pero sólo por sálvese la parte.

De momento hasta mi ventana no han llegado las notas de las “Habas Verdes”. Tampoco he escuchado el petardeo de las motos por La Piedad, en donde se mostraban como enormes pulgas estridentes.

Presiento que esta tarde tampoco me emocionarán los compases de “Gallito”, en el viejo coso de la carretera de la Granja. También lamentaré que no peligren mis lumbares con el movimiento sincopado de “Paquito el Chocolatero”, tocado por la orquesta de turno con nocturnidad y para mi espalda, puede que también con alevosía.

Por los motivos que todos conocemos, no andan los cuerpos con ánimo de fiesta, y este día de San Pedro se ha presentado como el más raro y más triste que uno recuerde, con la carga de decepción y preocupación que venimos arrastrando. Decepción por sentirnos ninguneados por las autoridades sanitarias de la Administración autonómica en la que fuimos incluidos a la fuerza, como nos recordaba este mismo periódico en su editorial del pasado domingo. Y, sobre todo, preocupados porque podamos encontrarnos inermes para enfrentarnos de nuevo a la pandemia, que afectaría a nuestra salud pero también a nuestros bolsillos. No nos valen las promesas futuras que bien conocen los que las hacen, que el tiempo les impedirá a ellos cumplirlas, cuando lo que precisamos son compromisos concretos, ciertos e inmediatos que puedan ayudar a solucionar el problema cuanto antes.

En este día de San Pedro, último antes de celebrar el 500 aniversario de la rebelión comunera, algunos sentimos que la Junta se está comportando con Segovia con un espíritu de revancha muy similar al que llevó al emperador Carlos V a ordenar desmochar los escudos de los nobles segovianos que se atrevieron a secundar a Juan Bravo.

Resultaría muy duro siquiera pensar que se pretenda cercenar definitivamente el blasón del Policlínico para que no olvidemos a quien debemos pleitesía y sumisión administrativa.

Ojalá nos demuestren que vamos demasiado lejos con estas elucubraciones, y que solo son hijas de la pesadilla de una noche de verano de la que desearíamos despertar, a ser posible con el resplandor del último cohete imaginario que, al final del día, viniera a iluminar la angustiosa oscuridad que se cierne sobre Segovia.