miércoles, 1 de enero de 2020

¿Se equivocó Don Antonio?

Carlos Arnanz Ruiz (*)

11 noviembre de 2019. El Adelantado de Segovia.

Hace más o menos 30 años-hablo de memoria porque en el desorden monumental que tengo en mi estudio y archivo no hay manera de encontrar nada -publiqué un reportaje sobre D. Antonio Machado en una revista soriana. Pedí disculpas al escritor, periodista y estudioso local Antonio Ruiz Vega por saltarme una moratoria que acababa de solicitar pidiendo diez años de descanso para temas machadianos.

Confiando en que mi audacia tendría disculpas, dediqué varias páginas a la llegada de don Antonio a Segovia y sus primeros pasos en la ciudad del acueducto. Nadie me lo recriminó e, incluso, fue aceptado con complacencia por los lectores sorianos.

No creo que en Segovia alguien podría pedir, algún día, una moratoria semejante. Tal vez por llevarse aquí las cosas con mayor mesura. En consecuencia, propongo unas reflexiones al hilo de cierta promesa que hice el 16 de junio de 2018, al final de mis palabras de agradecimiento con motivo de mi nombramiento como Académico Honorario de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce.

Dije entonces: “en 2019 se celebrará el centenario de tan docta entidad y confío poder corresponder con el mayor acierto a la confianza depositada en mi persona”. Pues bien, aquí van estas líneas que espero cumplan con semejante cometido. Un modesto texto que viene a cuento dada la gran vinculación que La Universidad Popular- San Quirce tiene con D. Antonio Machado.

La noticia del paso de la frontera franco-española por el eximio poeta camino del exilio, es bien conocida. Ian Gibson y otros la han tratado con detalle. Mas, conviene recordarla de forma resumida por lo que al caso importa.

Se produjo el 28 de enero de 1939 y lo hizo junto a su madre, su hermano José, su cuñada Matea y el periodista Corpus Barga.

Las autoridades francesas permitieron abrir la frontera ocasionalmente para dejar pasar a mujeres, niños, ancianos y enfermos. La Embajada de la República Española en París le aconsejó continuar hasta esta ciudad y ofreció hacerse cargo de los gastos originados por su familia. Pero no aceptó esta opción y prefirió quedarse en un lugar cercano a España.

Reflexionar sobre estos sucesos, después de haber transcurrido ochenta años, permite hacer una valoración serena, cuando ya no hay vuelta atrás y lo acontecido es irrefutable. Sabido es que, en momentos de apuro, las decisiones son difíciles de tomar. Y más a edad avanzada y con ancianos al cargo. Don Antonio lo tenía difícil si añadimos, además, su precaria salud. Y decidió abandonar España.

El 22 de febrero de aquel mismo año de 1939, un corazón atrofiado, el asma y posiblemente una neumonía avanzada, acabaron con su vida en Collioure, comuna del departamento francés de los Pirineos Orientales.

Pero, a mi modo de ver, creo que se equivocó. Primero por emprender un viaje erizado de penalidades y con un precario estado de salud e incluso de su madre Ana Ruiz de 85 años de edad. (1) ¿Y qué hubiera podido ocurrir de haberse quedado en España? Veamos.

En 1919 un grupo de intelectuales fundan en Segovia La Universidad Popular que en 1956 devendría en Academia de Historia y Arte de San Quirce. Un año antes, 1918 y junto a militares, sacerdotes, comerciantes, funcionarios y un amplio abanico de la sociedad segoviana de la época, se crea la Sociedad Filarmónica Segoviana que, por dificultades económicas, echa el cierre cinco años después. Es entonces, mediados de 1927, cuando la Universidad Popular toma su relevo con la iniciativa de celebrar brillantemente el centenario de Beethoven.

Y como consecuencia del movimiento que se genera en torno a esta celebración, se inicia, de inmediato, la segunda etapa de la Filarmónica, con un notable protagonismo de don Mariano Quintanilla. Por su parte, don Antonio Machado aparece encabezando la nueva lista de asociados publicada por El Adelantado de Segovia.

La simbiosis de la Universidad Popular-San Quirce y la Filarmónica es notable. Comparten, incluso, la misma sede en la entrañable iglesia de San Quirce o San Quirico, aunque con vocaciones culturales distintas: La de la docta institución, ilimitada, mientras que la de la Filarmónica, exclusivamente musical.

Pues bien, el abogado y licenciado en Filosofía y Letras D. Mariano Quintanilla, protagonista de ambas entidades, fue encarcelado, terminada la Guerra Civil, por “auxilio a la rebelión republicana”. El Marqués de Lozoya, elemento clave en todo el proceso cultural segoviano de la época, intercedió en su liberación y pudo aquel ejercer como profesor y dedicarse a actividades del más elevado nivel.

De Agapito Marazuela dijo el Marqués de Lozoya “que había enriquecido a Castilla con un monumento más, tan valioso como una catedral o un castillo””El ha plasmado y ha hecho perdurable el frágil y efímero tesoro de la poesía y la música del pueblo; herencia en la que aun más que en las piedras y en los cuadros perdura el alma segoviana”.

Marazuela también fue depurado y anduvo por las cárceles de Madrid, Burgos, Ocaña y Vitoria donde convivió con otros segovianos ilustres entre 1939 y 1945. Compañeros y amigos participaron en su excarcelación y en la normalización de su vida musical.

Emiliano Barral murió en combate y Carral, joven. Así que, no queda margen para la elucubración. Pero, ¿No les habrían ayudado, de haber sido necesario, los mismos compañeros y amigos con el inefable don Juan de Contreras, Marqués de Lozoya, a la cabeza? Ergo ¿cómo no admitir que, en el caso de D. Antonio Machado, no nos hubiéramos encontrado con una situación semejante?

De haber sido así y en vez de un poeta muerto lo hubiéramos tenido vivo y por lo tanto, activo, quien sabe por cuánto tiempo y con permiso, claro está, de su salud.

Agua pasada no mueve molino. Lo hecho, hecho está. Pero estoy convencido de que don Antonio se equivocó o le indujeron a equivocarse los que le aconsejaron salir de España. Algo hubiera podido hacer también por él su hermano Manuel, bien ubicado en el sistema político del momento y con el que tan fraternales relaciones mantuvo durante toda su vida.

Recuérdese el viaje que éste hizo a Collioure desde Burgos para visitar a su hermano en coche oficial y del tremendo disgusto que se llevó al comprobar tan trágica situación. Conocida es la gran tristeza en que quedó sumido y de la que, al parecer, nunca salió.

Para terminar, no quiero pensar que en la maleta de don Antonio extraviada en Barcelona quedaran solo los recuerdos contenidos en las cartas de Guiomar, como se ha insinuado. Algún rescoldo quedaría en el dolorido corazón del poeta, de aquel encargo sublime inspirado por “Su embeleso, su esposa, su musa”: Leonor.

Versos que decían, que dicen, porque el poeta muere pero la poesía queda:
“Con los primeros lirios
y las primeras rosas de las huertas
en una tarde azul sube al Espino
al alto Espino donde está su tierra…”
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(*)Académico Honorario de San Quirce
(1) Ana Ruiz murió también en Collioure tres días después de D. Antonio.