jueves, 18 de junio de 2020

La nueva censura

Jesús Fuentetaja – El Adelantado de Segovia, 16 junio, 2020.

Acabo de escuchar y también leer, que una distribuidora de películas ha retirado de su catálogo “Lo que el viento se llevó”, por considerar el larguísimo y para algunos —entre los que me encuentro— inaguantable film, como una apología del racismo. Confieso que con esta película me ha pasado como con algunos de los grandes clásicos de la literatura universal, que me ha costado horrores hincarles el diente. Es el caso de “Guerra y Paz”, de León Tolstói; de “La Montaña Mágica”, de Thomas Man; del “Ulises”, de James Joyce, y si me apuran y ya tirando más para casa, de “La Regenta”, de Leopoldo Alas Clarín, desarrollada en la Vetusta ovetense. Tanto la visualización de aquella, como la lectura de cualquiera de éstas, me ha llevado a identificarme con los sufrimientos de nuestro gran Perico Delgado, cuando le veíamos ascender en el mes de julio de cada año, el Tourmalet, el Alpe d’Huez o el mismísimo Puy-de-Dôme. Es decir, se me hacían cuesta arriba, no solo acabarlas, sino alcanzar siquiera las primeras rampas de su excesivo largometraje o de sus voluminosas páginas, quedándome rezagado y exhausto nada más vislumbrar la pronunciada revuelta que me esperaba tras el recodo.

Pero, no es esta la reflexión principal que pretendo ocupe el espacio que graciablemente me brinda la dirección del periódico. Porque una cosa es que uno no tenga capacidad, o a lo mejor puede que paciencia, para apreciar las grandes virtudes cinematográficas o literarias de las obras citadas, y otra muy distinta es que se limite y se condicione su acceso a quienes deseen libremente llegar al conocimiento de las mismas, porque alguien, con vocación de Gran Hermano, tendencia, por otra parte, que tanto se prodiga en estos tiempos, se haya dado cuenta ochenta años después, que su contenido resulta actualmente anacrónico, peligroso y políticamente incorrecto. Las nuevas tendencias de fiscalizar y dominar los gustos y la opiniones de los demás, principalmente a través del incontrolado mundo de las redes sociales, se basa en fijar ideologías y actos de conducta que van señalando el único camino que es posible transitar, si no quiere uno precipitarse en las fosas de la intolerancia de quienes van a tratar como enemigos incluso equidistantes a cualquiera que se aparte de la senda trazada por ellos. No creo que los millones de espectadores (algunos como en mi caso sufridos) que durante todos estos años, hayan podido finalmente llegar a contemplar el The End de la película de la discordia, realizada en el periodo de entre dos guerras mundiales y ambientada en medio de una contienda civil, salieran de los cines, la mayor parte de ellos, con el ardor guerrero desatado para militar en el Ku Klux Klan, sino más bien repudiando esa lacra en la historia de los seres humanos que ha constituido tanto la esclavitud como el racismo, elementos básicos, pero no únicos sobre los que se asienta la trama del film —historia viva de la cinematografía—, que se limita a poner todos estos elementos a la vista del espectador, quien se supone que sabrá discernir sobre lo que ha presenciado.

Decidir por los demás lo que estos pueden o no pueden ver o hacer, es propio de ideologías totalitarias que persiguen controlar, encaminar y dirigir las voluntades de las personas.

Liberticidas de la libertad de creación artística y del derecho a decidir lo que a cada uno le conviene. En los últimos días del franquismo a más de un nostálgico del régimen cuyo final ya se vislumbraba en el horizonte, se le oía decir como un constante sonsonete: ¿para esto hicimos una guerra? Y digo yo ahora, ¿para esto hicimos entre todos la transición de la dictadura hacia la libertad plena de los españoles?, para que se quieran implantar de nuevo sofisticados sistemas de censura, aunque sea con la excusa de amparar principios y derechos fundamentales que nadie niega, pero justificando con ellos que pueda limitarse el derecho a decidir, a pensar y a reflexionar por nosotros mismos. Poca diferencia hay entre la prohibición de proyectar en los cines de la época franquista “El Fantasma de la Libertad”, de Luis Buñuel; que intentar impedir ahora que no pueda verse “Lo que el viento se llevó”. ¿Qué será lo siguiente? Echar a la hoguera de la inquisición feminista las copias de “El hombre Tranquilo”, de John Ford, por exponer las ancestrales tradiciones machistas presentes en la vieja Irlanda. Incluir en el índice maldito de la lucha de clases el film “El Gatopardo” de Luchino Visconti, basado en la novela homónima de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, por presentar ente el espectador la decadente aristocracia italiana del siglo XIX, contraria, evidentemente, a la revolución de Garibaldi que se les venía encima. O arramblar en un oscuro rincón, cualquier obra de arte que hubiera tenido de mecenas a personajes históricos contrarios a las ideas que profese el nuevo censor.

Mala cosa es esta de no respetar la pluralidad de ideas, de creencias y de ideologías, pretendiendo, a cambio, establecer la igualdad de pensamiento que se nos quiere imponer para no sobrepasar la delgada línea roja que nos ubicaría, a sus ojos, en militantes del bando contrario. Con razón igualdad y libertad han sido siempre dos conceptos, que en el transcurso de la historia de la humanidad debieran haber sido complementarios, pero casi siempre se han mostrado como antagónicos. Ronald Cartland, político inglés nacido en 1907 y muerto en acción al principio de la Segunda Guerra Mundial, se planteaba si se debiera colocar a la libertad por encima de la igualdad, porque en su opinión, la igualdad implica subyugamiento y represión. Es decir, si admito la igualdad es para poderme sentir igualmente libre entre los demás. Pero especialmente preciso de la libertad para poder ejercer todos mis derechos, incluso el de equivocarme en escoger la película que me apetezca ver, o seleccionar el libro con el que incluso, pretenda aburrirme. Pero sin censura previa por favor. Que cada cual piense y opine lo que libremente se le ocurra, incluido sobre el contenido de este artículo, faltaría más.

miércoles, 17 de junio de 2020

Evocaciones navideñas: Radio Segovia y el camello cojito de Ismael

El Adelantado de Segovia, 6 enero, 2019.

JESUS FUENTETAJA

Me resulta imposible evocar las navidades de antaño sin recordar los ecos de las ondas amigas de Radio Segovia y de su programación especial para estas fiestas. Las cuñas publicitarias nos hacían llegar los mejores deseos de la industria y del comercio segovianos, entremezcladas con villancicos populares. A finales de los años sesenta y principio de la década de los setenta a los que se remontan mis recuerdos, la programación local ocupaba la mayor parte del horario de emisión y las verdaderas cuñas eran realmente las conexiones con las emisoras de ámbito nacional. Descontados los partes de RNE, de emisión obligatoria y algún que otro programa de entretenimiento de la SER, la casi totalidad de la parrilla diaria estaba dedicada a hablar de lo que aquí ocurría, de lo cotidiano. Este carácter entrañable se acentuaba en los días navideños, especialmente en torno al 25 de diciembre y al 1 de enero, en los que se repetía en los micrófonos de Radio Segovia la misma cantinela: “Felices Pascuas y Próspero Año Nuevo”, que venían a desear a sus oyentes el industrial o comerciante de turno, antes que sonara la música elegida para cada felicitación.

Radio Segovia siempre tuvo un excelente elenco de profesionales a su servicio, muchos de ellos harían luego carrera en los principales medios audiovisuales del país. Fue cantera de Televisión Española, donde acabaron trabajando, entre otros, que yo sepa y que me perdonen las posibles omisiones: Santiago y Javier Vázquez, Cirilo Rodríguez, Julio César Fernández, Emilio de Andrés y no sé si alguno más que no logro recordar. De aquí salió Pepe Castrillo, para dirigir algunas de las emisoras más importantes de la cadena SER y, aquí, quiso permanecer Alfredo Matesanz, para prestar su voz al pueblo de Segovia durante más de cuarenta años. Me van a disculpar todos ellos, pero el recuerdo de los sonidos de aquellas navidades tiene timbre femenino. Son las voces afectuosas y siempre reconocibles de Consuelito Muñoz y de Josefina García (ésta última paisana mía de Navafría, que luego se enfadan en mi pueblo si no lo digo) las que asocio con los villancicos y felicitaciones que se lanzaban al aire desde la antena de la calle de San Agustín, bien es verdad, que entre algún acople intempestivo con el rezo del santo rosario, que se retransmitía a diario desde el cercano convento de las Madres Dominicas.

Dejando aparte el Tamborilero de Raphael, tres eran los temas que más se repetían en aquellos días, posiblemente por ser segovianos sus intérpretes: El Tarantán, grabado por Agapito Marazuela, en 1969; los Airecillos de Belén, incluidos en el primer LP del Nuevo Mester de Juglaría de 1971 y el Camello Cojito, del Auto de los Reyes Magos de la poetisa Gloria Fuertes, al que puso música Ismael Peña, también en 1971. Por cierto, hablando de Josefina García y de Ismael, hay una curiosa entrevista de la locutora al cantante, creo recordar que en el mes de diciembre de 1973 y sobre las tablas del hoy desaparecido Teatro Cervantes, con motivo de la participación de este último en el festival del aniversario de la emisora, en la que le pone en un aprieto con sus preguntas por haberse atrevido a traspasar la delgada línea comercial en sus últimos trabajos. (Con toda seguridad se estaría refiriendo al álbum “Alzo la Voz”, grabado ese mismo año y que estaba funcionando con éxito en los circuitos del Gran Musical, el equivalente a los 40 Principales de ahora).

De los tres villancicos citados, es la bella historia del camello cojito cantada precisamente por el folklorista de Torreadrada, la que recuerdo con mayor afecto y emoción, además de parecerme la más apropiada para este día, en que se celebra la festividad de los Reyes Magos. Aquella birria de camello que vendieron a Baltasar en Oriente, se convierte en un suave y confortable muñeco de peluche en los brazos del Niño, que le prefiere al oro, al incienso y a la mirra que le ofrecen los tres Monarcas venidos de lugares tan lejanos. Es la moraleja con la que me quedo. Al final se trata de buscar la felicidad de lo inmediato, de lo posible. Soy de los que creen que la plenitud está llena de pequeños momentos, porque no existe la felicidad absoluta, sino sólo la relativa de cada instante. Regalemos pues momentos felices a los demás, hoy y todos los días del año recién estrenado, aunque nos valgamos para ello de cosas tan sencillas como un simple muñeco de trapo.

Termino, por ello, con las palabras que seguramente pronunciará Don Amando, el párroco de la Lastrilla y del Sotillo al concluir la misa de hoy, las mismas que viene repitiendo a sus feligreses domingo tras domingo: “SER FELICES Y A SER POSIBLE: CONTAGIARLO”. Ese es también mi deseo para todos los lectores del periódico.

Ojala los Reyes acierten con este último regalo.

lunes, 15 de junio de 2020

¿Otra versión del Canto de Bodas del Ofertorio?

El Adelantado de Segovia, 7 junio, 2020.

Jesús Fuentetaja Sanz (*)

Partitura Ofertorio.

Navegaba hace unos días por las socorridas aguas de Internet, con la intención de localizar cualquier información que me permitiera conocer la identidad del autor de un denso ensayo sobre el folklore musical castellano que hace años y por casualidad pude recuperar del fondo de una caja de cartón a las puertas de una entidad pública, destinada toda la caja, junto con su contenido, a convertirse en papel reciclado. Por la extensión y calidad de la obra deduje que el autor debía de ser una autoridad musical en la materia, pero dentro de ella no aparecía identificación alguna de su autoría, salvo una escueta referencia a una publicación anterior del mismo autor, reflejada en una de las numerosas notas a pie de página del voluminoso trabajo. Moviendo papeles en casa, volví a toparme con este viejo estudio y me volvieron a venir las ganas de conocer de una vez por todas quien había sido su redactor. La pista me conducía directamente a la prestigiosa revista musical “Ritmo” y sucedió lo que tantas veces acontece cuando uno pretende encontrar una cosa, que al final descubre otras tan interesantes como la del objeto de la búsqueda. También conseguí mi objetivo inicial, que de momento dejaré aparcado en el anonimato, pues tanto el protagonista como su obra, arrancada in extremis de las fauces de la trituradora de papel, muy bien merecerían la dedicación de una página en exclusiva por parte de este Instituto.

De los fondos editoriales de la revista Ritmo, depositados en la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica del Ministerio de Cultura, emergió un artículo con el título genérico de Folklore Castellano, contenido en el número 180, Año XV, del mes de octubre de 1944 (página 8), que estaba destinado en exclusiva a dar a conocer una de las tradiciones más genuinas de la provincia de Segovia, conservada en nuestros pueblos durante la celebración de las bodas y que era conocida como el canto del Ofertorio. En el artículo solamente se reflejaban las iniciales de su autor A.M. y enseguida la memoria me condujo, tanto hasta el Cancionero Segoviano de Agapito Marazuela, como hasta la propia interpretación de este tema por el folklorista de Valverde del Majano, en la grabación efectuada para la discográfica Colombia en el año 1969: “Folklore castellano de Segovia, Ávila y Valladolid”. ¿Podría tratarse de un artículo publicado por Agapito, puesto que las iniciales coincidían? Enseguida me di cuenta que ello no era posible, pues en octubre de 1944, Marazuela continuaba arrastrando las cadenas de la intolerancia por las cárceles de la postguerra, posiblemente en ese momento por la de Ocaña.

Pues si Agapito no podía ser el autor del artículo ¿a quién correspondían las iniciales de A.M.? Un nuevo rastreo por los índices de la revista Ritmo de aquellos días, me llevo a la conclusión que el autor del artículo de marras era el músico aragonés Ángel Mingote Lorente, nacido en la localidad zaragozana de Daroca en el año 1895 y fallecido en Madrid en 1961. Pianista, organista y sobre todo excelente compositor y musicólogo, autor de un importante catálogo de obras de diversos estilos, desde composiciones sinfónicas, escénicas, religiosas e incluso para bandas. Pero también fue un amante de la música popular y un consumado investigador del folklore, como demostró con su Cancionero Musical de la provincia de Zaragoza, publicado en el año 1950; también fue el autor de un importante ensayo con el nombre de “Tradicionalismo y matiz popular en la música española”.

Este notable músico era el autor del artículo sobre la citada tradición de la provincia de Segovia, hoy en día prácticamente desaparecida. Recientemente, el Nuevo Mester de Juglaría ha incorporado esta pieza a su repertorio de actuaciones en directo, aunque la muestran con cuentagotas, la última vez que tuve ocasión de presenciarla fue en el concierto del grupo en el Teatro Juan Bravo, con el que iniciaban la gira del 50 aniversario y reforzados para la ocasión por los dulzaineros de la tierra Jesús Costa, Carlos de Miguel y David López. La explicación de esta peculiar costumbre y el tratamiento escénico en que se representa coincide en lo fundamental con los datos que figuran en el Cancionero de Agapito. Y aquí se me abre otra nueva interrogante, puesto que Marazuela no publica su obra recopilatoria hasta el año 1964, es decir, veinte años después de la fecha del artículo.¿Podría haber tenido acceso el músico aragonés al primer Cancionero de nuestro folklorista, merecedor del Premio Nacional de Folklore en el año 1932? ¿O sería fruto de la propia investigación de campo desarrollada por Mingote y que hubiera llegado con sus pesquisas hasta la provincia de Segovia? Personalmente me inclino por esta última alternativa, puesto que en la partitura se hace constar de forma manuscrita que fue tomada al oído en varios pueblos de Segovia.

No obstante, para salir de dudas lo mejor sería comparar la partitura del canto del Ofertorio que aparece reflejada en el artículo de 1944, con la original que se recoge en el Cancionero Segoviano. Reconozco que carezco de los conocimientos musicales suficientes que me permitan llevar a cabo esta comprobación, para ver si existe algún matiz que pueda diferenciar una de otra. Por eso vamos a dejar testimonio gráfico de la primera en el presente trabajo y que los expertos decidan.

Finalmente y por su evidente interés, a continuación se reproducen algunas de las explicaciones sobre esta curiosa tradición de nuestro folklore provincial, que aparecen contenidas en el artículo de A.M. al que nos venimos refiriendo:

“Es costumbre en las bodas de los pueblos de la provincia de Segovia, reunirse familiares y amistades uno o más días a comer en compañía para celebrar el acontecimiento matrimonial; y entre otras costumbres merecedoras de conocerse (y a punto de extinguirse si no se sale pronto en su ayuda), se encuentra esta de que me ocupo.

El primer día después de la comida, existe la costumbre llamada del “Ofertorio”, que se realiza con la seriedad de que es tan peculiar en Castilla para esta clase de actos. Consiste en que cada asistente aporta su voluntad para ayudar a los novios económicamente, y esto se hace sin levantarse los comensales de la mesa, estando sentados los novios al lado de los padrinos y sus familiares más representativos. Para empezar, tiene un tema musical, que lo ejecuta primeramente con unos compases solo de tamboril; después entra la dulzaina tocando los temas que se detallan, y terminados los temas de dulzaina, varias mozas asistentes a la boda cantan el canto que sigue a los temas de dulzaina y tamboril.

Después de terminar las mozas, vuelven otra vez la danza y el tamboril a repetir los mismos temas, alternado los mozos y dulzainero sucesivamente, y continuando de esta manera distintas estrofas, que suelen ser la apología de la novia, y pasando una bandeja a los concurrentes, hasta que terminan de depositar lo que crean conveniente”.

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(*) Miembro del Consejo Asesor del Instituto de la Cultura Tradicional Segoviana “Manuel González Herrero”.

martes, 9 de junio de 2020

2013-2018: 150 artículos periodísticos desde el IGH

El Adelantado de Segovia, 6 enero, 2019.


Varios titulares de El Adelantado con Enraizado2.


El 13 de enero del 2013, Francisco Vázquez, Presidente de la Diputación de Segovia, firmaba el primero de los artículos periodísticos publicado desde el Instituto de la Cultura Tradicional Segoviana “Manuel González Herrero” en una de las cabeceras de la prensa local: El Adelantado de Segovia. Bajo el sintético título “En el arranque del Instituto”, Vázquez aproximaba al lector a la creación de este organismo, justificando el nombre y los objetivos del mismo: la investigación y la “puesta a disposición de los ciudadanos del fruto de dichas investigaciones mediante publicaciones”. Seis años después, y de forma paralela a la concesión de más de 20 becas, la cifra de artículos periodísticos publicados en el medio citado supera los 150, siendo textos complementarios al resto de las publicaciones de la institución provincial —en numerosas ocasiones resultado de una investigación de campo o de archivo—, con periodicidad quincenal, y escritos por un 50 voces de expertos reunidos gracias a la Coordinación de dos periodistas con trayectorias profesionales ligadas a la documentación y divulgación de la Cultura Tradicional: Carlos Blanco (enero 2013-febrero 2016) y Esther Maganto (desde marzo 2016). Para su búsqueda, localización y seguimiento, los lectores pueden acudir a la página web del IGH (pestaña Publicaciones o al enlace directo http://www.institutogonzalezherrero.es/articulos).

Francisco Vázquez, Presidente de la Diputación de Segovia, quiso expresar personalmente y por escrito las razones de la denominación del Instituto de la Cultura Tradicional “Manuel González Herrero”, en el primero de los más de 150 artículos periodísticos publicados desde la creación de este organismo: “Si hay algo que haya definido con absoluta certeza el conjunto de la obra de González Herrero, esto ha sido su permanente intención de tender puentes intergeneracionales, por los que transcurra en un fluido constante, la razón de ser del pueblo segoviano. A la busca de su identidad colectiva se dedicó en cuerpo y alma, y ciego de amor por esta tierra, nos mostró que el segoviano tenía que saber quién era para poder ser él mismo. Por esto y por otras muchas razones, fue reconocido Don Manuel, como Hijo Predilecto de la Provincia de Segovia (25 de junio de 2004) y justifica, que el Instituto de la Cultura Tradicional que ahora se presenta, lleve su nombre”.

Coordinación de Carlos Blanco (2013-febrero 2016) Gracias a una filosofía de continuidad y compilación a lo largo del tiempo —como la “entrega” de toda una vida de Manuel González Herrero en su prolija obra sobre la Tradición segoviana, a la que también hacía referencia Vázquez en el primer artículo citado—, se fueron sumando textos escritos por diferentes plumas bajo la Coordinación del periodista Carlos Blanco, integrando en cada página o doble página el texto del colaborador, además de reseñas sobre segovianos ilustres, un rincón para la poesía, o datos sobre localidades segovianas recopiladas en obras de referencia como el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de ultramar, de Pascual Madoz (1845-1850).

Entre las colaboraciones gestionadas por Carlos Blanco durante el primer año —teniendo en cuenta la puesta en marcha del IGH como organismo dependiente de la Diputación de Segovia, la figura de Manuel González Herrero y los miembros del Consejo Asesor del IGH—, figuraron Sara Dueñas, a comienzos del 2013, Directora del IGH; el propio M. González Herrero, a través de textos recopilatorios de su obra, y de su hijo Joaquín González (pupilo de Agapito Marazuela); el folklorista Joaquín Díaz, los antropólogos Luis Díaz Viana, Jose Luis Alonso Ponga y Honorio M. Velasco, junto a los músicos Luis Martín y Carmelo Gozalo, o Jesús Fuentetaja, todos ellos miembros del citado Consejo; y textos firmados por el propio Blanco, como el que sirvió para recordar a la sociedad segoviana en febrero del 2013, los “Treinta años sin el maestro” —dedicado a A. Marazuela—.

En esta primera etapa, la llegada de colaboraciones de expertos en materias específicas, se iniciaron con la del historiador Alberto Herreras, la arquitecta Ana Marazuela, el músico Feliciano Ituero y las tres firmas de los primeros becados por el IGH: Carlos A. Porro, Ángeles Rubio y Esther Maganto. Sumándose a todos ellos, y ya en el segundo año, el musicólogo Pablo Zamarrón, la periodista Ana San Romualdo, los historiadores Ana Valtierra y Mariano Gómez de Caso, la Directora del Centro de Interpretación del Folklore/Museo del Paloteo, Arantza Rodrigo, la dulzainera Elena de Frutos, el organizador de distintos eventos folklóricos, Francisco del Caño, y el periodista Guillermo Herrero. Como nuevas firmas del tercer año de andadura del IGH, el empresario Antonio Horcajo, el antropólogo Jorge Herrero, el artista Justino Santos, el filólogo Fermín de los Reyes, el fotógrafo Diego Gómez, el periodista Luis Besa y el artesano J. Alberto de Lucas.

En palabras de Carlos Blanco

Cualquier nacimiento es incierto, de modo que desde el primer momento el grupo fundador del Instituto se propuso dar un fuerte tirón que demostrara la seriedad y solidez de sus planteamientos. Y su compromiso con los objetivos de conocimiento, comprensión y comunicación de la cultura popular segoviana. Además, la provincia de Segovia era una de las pocas que aún no tenía un centro de estas características surgidos, en su mayoría, en los tiempos lejanos de las preautonomías en busca de hechos diferenciadores. En Segovia, pasado aquel sarampión, se trataba de conocer, investigar y divulgar la excelencia de su cultura popular.

La primera publicación fue un disco libro sobe el maestro Agapito Matazuela que contenía grabaciones inéditas de Agapito Marazuela recogidas en los años 70 del pasado siglo y la reedición por vez primera de los discos grabados por el maestro para la discográfica Parlophon con interpretaciones como la famosa entradilla. Junto con textos de personas que conocieron y trataron a Marazuela como persona entrañable y eminente intérprete y recopilador de las tradiciones artísticas de Segovia y Castilla.

Esta iniciativa tuvo una gran acogida por parte de los medios de comunicación locales y regionales y contribuyó al conocimiento del Instituto. El rigor y calidad de los textos que enseguida dieron frutos en forma de nuevos proyectos fueron decisivos para el nacimiento del Instituto Manuel González Herrero.

Coordinación de E. Maganto: desde marzo del 2016 Tras cinco colaboraciones en la primera etapa, y con la llegada de la Revista Digital enraiza2, Esther Maganto asumió el reto de mantener autores y aumentar el número de colaboradores y materias presentes en las páginas quincenales editadas por el IGH. De esta forma, los textos presentaron en muchas ocasiones una doble vía de publicación, impresa y online, con el fin de alcanzar a diferentes audiencias y reducir distancias en la brecha digital generacional. Asimismo, y con la publicación impresa del I y II Anuario de enraiza2, las colaboraciones anuales han quedado compiladas en dos obras disponibles para los lectores en las librerías segovianas.

No obstante, en numerosas ocasiones los textos se han escrito ex profeso para su publicación en el diario El Adelantado, en aras a seguir la lógica de la agenda social y la agenda institucional, completándose siempre con una columna de Agenda, e invitando y sugiriendo al lector conciertos, exposiciones, conferencias, presentaciones de publicaciones o discos, contenidos de Proyectos de Formación o Difusión del IGH o las sucesivas fechas de manifestaciones festivas y festivo-religiosas que se conservan en la provincia de Segovia a lo largo del año.

Sin duda alguna, el camino andado adquiere ya una relevante perspectiva de análisis, puesto que las miradas de los distintos y crecientes autores evidencian la implicación de numerosas ciencias y dedicaciones profesionales en la proyección social de la Cultura Tradicional en su nueva conceptualización, Patrimonio Cultural Inmaterial, de cara a los Planes Nacionales implantados desde instituciones como el IPCE (Instituto del Patrimonio Cultural de España) y la documentación resultante de las distintas convenciones celebradas por la UNESCO.

En este sentido, y ejemplificándose los nuevos autores y materias, se deben citar: los musicólogos Fuencisla Álvarez y Víctor Sanz, los músicos José Manuel Herrero Martín “Michel” y Juan de la Cruz, el profesor y dulzainero Carlos de Miguel, el periodista Juan Andrés Sáiz Garrido, el historiador Rafael Ruiz, la dulzainera Carmen Riesgo, la Directora artística de Grupo Bieldo, Mª Eugenia González; el archivero Rafael Cantalejo, la arqueóloga Isabel Marqués, el antropólogo Pedro J. Cruz, la periodista Reyes Sanz, el músico Jaime Lafuente, el folklorista Ismael Peña, el documentalista Juan Pedro Velasco Sayago, la profesora universitaria Clara Beltrán y la investigadora independiente Mª Ángeles López Piqueras.
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(*) (1) Periodista.
(*) (2) Doctora en CC. de la Información. Responsable de Contenidos de la Revista Digital enraiza2.

jueves, 4 de junio de 2020

Ismael

Jesús Fuentetaja – El Adelantado de Segovia --13 enero, 2019.


Desde su norte hasta su sur, en metro y medio y poco más; árbol torcido, casi cruz, con flor hoyada en el ojal. Así dice Ismael que es él, en su auto retrato musical con el que va desgranado su fisonomía al mismo tiempo que desnuda su alma. Su cara es tierra de labor, con surcos que marcó el azar, los pozos llenos de dolor y un manantial para gritar. Ismael Peña Poza que hoy, día 13 de enero de 2019, hace tres años que trepó hasta la rama número ochenta del árbol de su vida, merece ser traído a esta sección en donde cada domingo estamos intentado hablar de nosotros mismos, porque entre los nuestros siempre hemos de considerarle. Fue aquel niño que un día en Castilla (en Torreadrada) en plena guerra rompió una flor. Se hizo amigo de los arroyos, de las montañas y de un ciprés. En la amistad fue encontrando apoyos y de la verdad conoció el revés, sigue diciendo Ismael. Él, que cambió de cielo y de perfil, dejó su paso en tierra y mar y volvió con paz y sin fusil, para volar con su canto al palomar. Así, considera él que es Ismael.

¿Y quién es para los segovianos de hoy Ismael? Pues al menos para los que amamos las tradiciones y la música popular, el decano de los folkloristas de Segovia. Fue, además, el puente tendido en el arroyo del tiempo que separaba generacionalmente a Agapito Marazuela del Nuevo Mester de Juglaría, así como de todos los que luego fueron acudiendo a comer de la rica mesa de nuestro folklore. Cuando gozaba Ismael de fama y notoriedad, siendo un veterano al que aún le quedaba juventud por gastar. Cuando se encontraba en la cúspide de su carrera musical como autor y como intérprete.

Cuando en los años setenta, junto a la Banda del Mirlitón, se inventó un programa mítico en Televisión Española (no había otra), que enseñó a los niños de entonces a querer y a respetar el folklore de todos los rincones patrios. Cuando alternaba la dirección de este programa con la composición e interpretación musical. Cuando todo esto hacía y nada debía a Segovia, puesto que de aquí ya hacía tiempo que había salido, decidió en 1976 rendir tributo a la tierra que le vio nacer, agrupando en torno al maestro Marazuela a todos los folkloristas segovianos para grabar con ellos, pero editando y produciendo a su costa, a la suya, a la de Ismael, el disco Segovia Viva: “Me siento feliz y doy las gracias por haber tenido la posibilidad de cumplir con la obligación de hijo de una tierra y de hermano de mis hermanos. De poder ofrecer, en fin, esta muestra de Segovia viva”, dejó dicho en la contraportada del álbum.

¿Y qué debía Ismael a Segovia? Más bien poco, por no decir nada. Las represalias de la dura posguerra le obligaron a seguir a su madre en el destierro como maestra nacional, concretamente hasta Labajos. No salía de la provincia pero si abandonaba el entorno familiar y los paisajes y lugares donde viera la primera luz. Luego, partió joven a Madrid a cursar estudios universitarios que enseguida abandonó para iniciar una carrera musical que le llevaría a dar con su menudo cuerpo en el Paris existencialista y transcultural de la década de los sesenta, donde fue testigo del mítico mayo del 68. En la capital de Francia realizó sus primeras grabaciones: “Canciones del pueblo, canciones del rey”, con la que obtuvo el Grand Prix International du disque de 1965, de la prestigiosa Academia Charles Cros; “Florilegio de España” y “Aprés le silence”. Luego en 1969 anunció el regreso a nuestro país con el álbum “Ismael en España”, donde prestó su voz y su música a un buen puñado de nuestros poetas, incluido el chileno Pablo Neruda. Después inició un fructífera carrera comercial con discos como “Así soy yo” (1971) y “Alzo la voz” (1973). Cansado de subirse a los escenarios de medio mundo fue apartándose de la interpretación para dedicarse a recopilar obras de arte, instrumentos musicales, juguetes, bordados, piezas de cerámica popular, marionetas, libros, tratados y grabaciones foklóricas, y otros muchos objetos que componen una colección de un alto valor etnográfico, que poco a poco ha ido depositando en su casa de Sevilla la Nueva. Hasta en eso se ha mantenido fiel, puesto que decidió fijar su residencia en esta población, que antaño perteneciera a la Tierra de Segovia.

En el avanzado otoño de su vida pretende Ismael que estas colecciones pasen a formar parte del patrimonio cultural de alguna administración pública, preferentemente de su tierra, para que no ocurra lo mismo que sucedió con sus marionetas, que finalmente acabaron viajando a Cádiz, casi al mismo tiempo que otra colección de títeres gaditanos partían hacia Segovia. En ello últimamente se desespera, porque siente que para él el tiempo transcurre a una mayor velocidad. Por lo que a mí respecta, amigo Ismael, sólo me queda desearte lo mejor y que pueda volver a felicitarte otros muchos treces de enero más. Un fuerte abrazo.

martes, 2 de junio de 2020

La histórica comunidad de regantes de San Lorenzo y la histriónica actuación de administraciones y políticos

Jesús Fuentetaja, El Adelantado de Segovia, 27 enero, 2019.

A finales del año recientemente concluido nos anunciaron, casi a bombo y platillo, que la Comisión de Cultura de las Cortes de Castilla y León había aprobado la propuesta de los procuradores socialistas segovianos, para que la Junta inicie la tramitación del expediente administrativo que debe concluir con la declaración de la denominada “Acequia de San Lorenzo” de la ciudad de Segovia, como Bien de Interés Cultural (en adelante BIC). Según lo expresado en la nota de prensa posterior, allí se puso de manifiesto que la “Cacera de Regantes” constituye un singular elemento cultural de carácter etnológico asociado al paisaje y parte fundamental del patrimonio inmaterial de la ciudad de Segovia, para que pueda ser declarado BIC, y que debería actuarse con total rapidez en su protección para evitar quede en el olvido toda la cultura hortelana.

Es de agradecer esta iniciativa y se agradecería mucho más que el Parlamento Autonómico la tramitara a la mayor urgencia posible, porque, por lo que luego haremos referencia, en estos momentos existe un grave riesgo de que la Confederación Hidrográfica del Duero, dependiente del Ministerio de Medio Ambiente, declare extinguida, si no lo ha hecho ya, la histórica concesión de aprovechamiento de las aguas del río Eresma a la Comunidad de Regantes de San Lorenzo, constituida a esta finalidad y de la que forma parte el propio Ayuntamiento de Segovia, quien posee terrenos en el barrio que también se benefician de este derecho de riego. Al parecer, coincidiendo con la grave enfermedad del anterior presidente de la entidad concesionaria, que terminaría en un fatal desenlace, debió obviarse algún trámite burocrático que hizo entender a los sesudos rectores del organismo de Cuenca que dicho aprovechamiento ya no tenía uso y que, por consiguiente, procedería declararle extinguido.

Si esta extinción llegara a producirse, se habría puesto fin a una instalación hidráulica con casi mil años de existencia, puesto que pese a que documentalmente no ha sido posible datarla más allá del siglo XV, en la época de Enrique IV, lo cierto es que todos los historiadores coinciden en ampliar el uso inveterado de este peculiar sistema de regadío, como muy tarde a los inicios de la segunda repoblación de Segovia, acontecida en el primer tercio del siglo XI. Téngase en cuenta que uno de los principales benefactores del uso del agua para el riego de sus huertas ha sido siempre el convento cisterciense de San Vicente el Real, que ya estaba construido en el siglo anterior. Pero no sólo se habría extinguido otro reducto más de nuestra historia, sino que ello acarrearía consecuencias desastrosas en los ámbitos, sociales y económicos del popular barrio segoviano, y sobre todo afectaría a la conservación paisajística de la mitad norte del cinturón verde que con gran belleza ciñe el casco antiguo de la ciudad de Segovia y que precisa de la derivación del caudal del Eresma para que pueda seguir manteniendo su vegetación.

Qué curioso, que casi coincidiendo en el tiempo con el inicio de la tramitación de BIC de la cacera, la Confederación Hidrográfica del Duero, también desde Valladolid, haya decidido instruir otro expediente administrativo, en este caso sancionador, para multar a la citada Comunidad de Regantes con la cantidad de 3.000 euros, según consta en la propuesta de sanción: “Por derivación no autorizada de aguas del río Eresma a través de un azud, para uso ornamental en el paraje del barrio de San Lorenzo”. Si no fuera un tema tan serio, quizá debería tomarse a broma el histrionismo que rezuma la actuación del organismo de Cuenca. Primero, porque en 2007 la propia Confederación, la Junta de Castilla y León y el Ayuntamiento de Segovia, financiados por Fondos FEDER, invirtieron cerca de nueve millones de euros para el proyecto de “Tratamiento del entorno de los ríos Eresma y Cigüeñula entre el barrio de San Lorenzo y el puente de San Lázaro”, con algunas actuaciones expresamente dedicadas al mantenimiento y reparación de la cacera, que ahora pretende declararse extinguida.

No causa menos hilaridad el motivo para imponer la sanción por utilizar un azud, que si su uso hubiera sido eliminado, habría correspondido a la propia Administración actuante adoptar todas las medidas necesarias para garantizar la ejecución de sus actos, como hubiera sido el sellado o precinto de la acometida para evitar con ello la captación del caudal no autorizado, que dicho sea de paso resulta devuelto aguas abajo del río Eresma, si no llega a utilizarse. Sólo en el supuesto que los regantes hubieran violentado o levantado los precintos, es cuando podrían haber sido sancionados. La Administración no puede hacer responsable a los demás de su propia negligencia, puesto que es ella quien vendría obligada a eliminar el azud para impedir con ello, que el caudal derivado desde el río pueda seguir su curso por los canales de distribución de la histórica aceña, por el mismo lugar por donde ha venido transcurriendo desde tiempo inmemorial.

Si finalmente, la concesión hubiera sido efectivamente anulada por la Confederación, como se desprende del procedimiento sancionador antes aludido, tampoco resultaría menos histriónico el papel de las Cortes autonómicas, tramitando la declaración de BIC de un aprovechamiento de riego que ya no existiría, al haber sido declarado extinguido por otra Administración. Señores representantes de los ciudadanos de Segovia, se agradece mucho esta loable iniciativa pero no creen que si tanta importancia tiene la acequia de San Lorenzo -que la tiene- para la actual configuración paisajística de una ciudad que es patrimonio universal de la humanidad, donde deberían haber centrado todos sus esfuerzos es en conseguir convencer a la Confederación Hidrográfica del Duero para que anule la posible extinción de la concesión, por cierto, organismo público éste último, del mismo signo político que el de los instigadores de la bien intencionada declaración ante la administración autonómica. Luego, una vez logrado este esencial objetivo, si quieren la declaran BIC o lo que mejor les parezca. Y si no lo consiguen, la otra alternativa sería que cada político, fuera del color que fuera, acudiera a diario provisto de gaseosas para regar con ellas huertas, prados y arboledas. De esta forma es posible que hasta se encharcaran.