El Doctor Caldas, Don Antonio Machado y yo
Carlos Arnanz Ruiz -El Adelantado de Segovia - 13 diciembre, 2022
Un caluroso día del verano de 1960 decidimos mi novia y yo “unirnos hasta que la muerte nos separe”. Celebramos una sencilla ceremonia que tuvo lugar en la ermita de San Antonio del entonces SAN CRISTÓBAL DE PALAZUELOS y hoy de SEGOVIA. Finalizados los actos religiosos y ya a la salida, me esperaban los mozos del pueblo para cumplir con un antiguo ritual. Me esperaban a mí, que no a la novia porque esta era del lugar y yo, forastero.
Consistía la tradición en subirme a hombros, como a un torero y balancearme al mismo tiempo. Desde esta posición tenía que dispararle un cantazo a un gallo vivo atado a lo más alto de una cucaña, que también movían. Y por si fuera poco, en una hoguera aledaña, habían calentado la piedra que debería arrojar al pobre gallus, gallus.
No le di, como es natural, con tantos impedimentos. Por lo cual tuve que abonar 500 pesetas para evitar ir de cabeza al pilón. De todas formas, nada pudo impedir que el pobre gallo terminara en la cazuela, pagando con su vida la fiesta.
Poco tiempo después y cuando nos las prometíamos tan felices, me salió un bulto en el muslo derecho que fue creciendo hasta alcanzar el tamaño de una nuez. No me molestaba pero decidimos visitar a un médico de Segovia para conocer su opinión. Nos dijo que se trataba de un lipoma, un sarcoma o un no sé qué oma y que no tenía importancia.
Se había comprado Sita, nombre familiar de mi esposa, el DICCIONARIO MÉDICO LÁBOR PARA LA FAMILIA y en cuanto llegamos a casa lo primero que hizo fue consultar la palabra LIPOMA: “(Tumor de grasa). Tumor frecuente y benigno”… Miró luego SARCOMA: “Tumor maligno del tejido conjuntivo. Cáncer”. Al no sé qué oma no le hizo ya caso.
Córcholis, ¿un sarcoma no tenía importancia? Se nos ocurrió entonces hacer una comparativa, para lo cual buscamos un oncólogo en Madrid. El diario ABC nos ofreció el anuncio de una clínica en la Plaza del Marqués de Salamanca. Escribimos una carta explicando el caso y se nos citó para cierto día a cierta hora.
Y allí acudimos poseídos de todos los temores que se puedan imaginar, porque menuda papeleta se nos presentaba de confirmarse que el bulto fuera un cáncer. Dimos enseguida con el magnífico edificio donde se ubicaba la clínica y accedimos al interior de esta, igualmente espléndido.
Baste decir que en la sala de espera se exhibían varios cuadros de excelente factura, entre los que descubrimos nada menos que un Picasso. En este punto nos miramos y sin decirnos nada, recelamos de dónde nos habíamos metido.
Instantes después una enfermera nos mandó pasar a la sala de consultas, espaciosa, luminosa, donde el Doctor Caldas nos esperaba. Era este un hombre joven, de gran porte, simpático, de verbo fácil…vamos, que nos devolvió la confianza perdida.
Nos hizo toda una serie de preguntas a las que respondimos con absoluta sinceridad y acto seguido, me examinó el bulto más detenidamente que el médico segoviano. Nos dijo que le parecía un quiste sebáceo pero que, para mayor seguridad, creía conveniente realizar una extracción con la correspondiente biopsia. La operación se efectuaría en una clínica cercana de acreditada fama.
No nos pareció mal la idea pero ¿Por cuánto nos podría salir la broma? Pregunta obvia a la que nos contestó que: “ningún paciente suyo se había tenido que ir al tren sin dinero para el taxi.” No nos dio presupuesto y nos citó para el día D y hora H en el sugerido centro hospitalario.
Para quitarle hierro al asunto derivó la conversación hacia D. Antonio Machado y su participación en la fundación de la Universidad Popular Segoviana, tema que ya habíamos tocado en la conversación inicial.
Llegado el momento nos presentamos a nuestra cita y, por mi parte, en las condiciones requeridas. Entré al quirófano. Una enfermera me puso una inyección de anestesia local y una vez dispuesto en la mesa de operaciones, esperé a que apareciera el Doctor Caldas. No tardó en presentarse y lo hizo con su habitual simpatía, sonriendo, con el bisturí en la mano. Y en vez de saludarme, como hubiera sido lo natural, con un ademán declamatorio me dijo: “LA ESPAÑA DE CHARANGA Y PANDERETA”. Y en diciendo esto, zas, le dio un tajo al bulto.
Detuvo la mano y se quedó en silencio, mirándome burlonamente. Entonces alcé la voz y dije “CERRADO Y SACRISTÍA”. A lo cual añadió: “DEVOTA DE FRASCUELO Y DE MARÍA” en tanto que con un nuevo tajo arremetía contra el quiste, tras lo cual declamé: ”DE ESPÍRITU BURLÓN Y DE ALMA QUIETA”.
Y burla burlando, entre tajo y tajo y verso y verso se confundió en aquellos instantes la poesía del MAÑANA EFÍMERO con aquella cirugía eminentemente machadiana.
Ni que decir tiene que este episodio lo he recordado y comentado durante toda mi vida en numerosas ocasiones. El resultado fue feliz y la biopsia determinó que se trataba de un quiste sebáceo. En cuanto a la factura total de la intervención fue insignificante.
Ha transcurrido más de medio siglo sin saber nada del Doctor Caldas. Hasta que hace un par de años decidí operarme de la vista en una clínica de cirugía avanzada de Madrid. Me quedé en esta ciudad y en el domicilio de unos familiares por si fuera necesario resolver alguna contingencia. Cierta tarde pasamos por la Plaza del Marqués de Salamanca mis anfitriones y yo. Sita, mi esposa, ya no me acompañaba en esta ocasión por haber fallecido. Y conté nuevamente la historia.
Días después, mi hijo Carlos Mª, que se había quedado con la copla y se maneja muy bien por Internet, averiguó lo siguiente: El Doctor Caldas había sido uno de los más relevantes intelectuales españoles de las últimas décadas. Anduvo por los Estados Unidos y otros países de Hispanoamérica. También por Italia donde conoció al Pio XII y se estableció en la capital de España poco antes del episodio que me concierne. Parece ser que sus minutas estaban acorde con los ingresos de sus pacientes y le gustaba mucho la pintura.
Militó en el Partido Comunista de España. Médico de Líster con el que mantuvo una gran amistad. Fue uno de los fundadores de MÉDICOS PARA LA PAZ. En 1985 esta institución recibió el premio Nobel. Nació en 1921 y falleció en 2014. La mayor parte de estos datos los facilita en Internet JM Menéndez al que, desde estas líneas, expreso mi agradecimiento.
La biografía del doctor Caldas no termina en lo dicho. Pero quedaría incompleta de manera flagrante si no subrayara que también fue galardonado con el premio León Felipe de poesía. Premio que convoca el Ayuntamiento de Tabara, Zamora, lugar de nacimiento de este reconocido poeta.
El Doctor Caldas, por lo que se ve, no solo fue un buen médico sino también un buen poeta. Queda acreditada su admiración por el autor de Campos de Castilla; admiración que yo también comparto. Sin embargo no tengo más remedio que reconocer los mil años luz que me separan como poeta del Doctor Caldas y de los infinitos de D. Antonio Machado. Y para muestra vale un botón:
AÑORANZAS/ Cogido De la mano/ me llevó mi padre al río/ para que viera a los peces/ en su libre albedrío. La alameda de El Parral/ fue el lugar elegido. / Que alta quedaba Segovia. /Que bajo el pensamiento mío. ¿Dónde fueron a parar / agua, peces, padre y niño?
Escrito para la ocasión.
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(*) Académico Honorario de San Quirce.
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