Las belgas
Carlos Arnanz Ruiz - El Adelantado de Segovia - 13 enero, 2023
Con este nombre se conocía en la inmediata postguerra del 36 a un colegio situado en la Plaza de la Merced de Segovia. El título oficial era COLEGIO HISPANO-BELGA. Lo dirigía doña Aurora Muñoz Folch y le ayudaba doña Luisa Vázquez Folch.
Un servidor contaba, por aquel entonces, 6/7 y 7/8 años en los cursos de 1943/44 y 44/45 respectivamente. Nos juntábamos unos sesenta niños de ambos sexos en dos clases. Había tenido una experiencia anterior asistiendo a un aula para párvulos ubicada en el Hospital de la Misericordia que estaba regida por una monja llamada Sorelena. Así, todo seguido. Tuve que pasar algún tiempo para comprender que sor era hermana.
Como me infundía un profundo respeto, por no decir miedo, la proximidad de los enfermos del hospital, quise abandonar mi asistencia a las clases a las que solo acudí muy poco tiempo.
Pasé al COLEGIO HISPANO-BELGA que tenía por entonces mucho predicamento. Estaba ubicado, como acabo de decir, en la plaza de la Merced, casi enfrente de la iglesia de San Andrés y más concretamente en el número 4. José María Pérez de Cossío, en un artículo publicado en este mismo diario hace diez años, aludía al frío que pasaban los niños que tenían que transitar por la calle Marqués del Arco para ir a LAS BELGAS. ‘La calle más fría y con mayores ventoleras de Europa´, afirmaba.
No tenía yo que pasar por tal trance ya que, viviendo en la calle de la Judería Vieja, me dirigía a la plaza de la Merced por las calles de San Jeroteo, Refitolería y Almuzara. Y en cuanto a los nombres de las familias que cita José Mª: “Vidaechea, Giráldez, Bezares, Ramiro y Peñalosa,” sí las recuerdo pero no tuve trato con algunos de sus miembros hasta tiempos posteriores.
Un nombre maldito, del que no quisiera acordarme, hace la excepción. El de una chica a la que llegue a odiar a muerte. Fue la culpable de que doña Aurora me requisara una preciada carpetita con cromos de futbolistas, ciclistas, papeles de calco, recortes diversos y otras cuantas papandujas más. Traspasándola de un bolsillo a otro, esta “malvada” criatura me la arrebató, provocando un forcejeo del que se dio cuenta doña Aurora y que motivó que ésta requisara mi apreciada carpetita, quedándose con ella sin devolvérmela.
Aparte de este suceso, recuerdo otros tres especialmente significativos: El primero, un partido de futbol en la Plaza de la Merced de los muchos que jugábamos y que ganábamos siempre, fuéramos los que fuéramos, los componentes del equipo. Pero un día tuvimos dificultad para encontrar portero y hubo que echar mano de uno de los `bibilines´, nombre con el que se conocía a los más pequeños. Se despistaba este y aquella portería se convirtió en un coladero. No fue buena idea confiar la defensa a un guardameta de dos años.
El segundo, fue el incendio que provocó un rayo caído sobre el chapitel de la torre de la Iglesia de San Andrés. Según Pedro Luis Peñas en su blog SEGOVIA Y MATEMÁTICAS, este suceso se produjo el jueves 15 de abril de 1943. Pero yo siempre he tenido en mi mente que la tormenta se desencadenó el Viernes de Dolores, no recuerdo si de 1943 o 1944.
Escuchamos el tremendo ruido del trueno, el fogonazo del relámpago y la caída del rayo, todo a la vez. Al poco, vimos por las ventanas las llamas y trabajar a los bomberos. Mientras tanto, esperábamos a que nuestras madres vinieran a recogernos.
Como la reconstrucción tardó algún tiempo por causa de la falta de recursos económicos, el olor a madera quemada persistió en el ambiente perpetuándose en el tiempo. Aun hoy cuando paso por sus inmediaciones, creo percibir este olor. Varias veces y en Viernes de Dolores, he recordado el suceso, sentado en un banco y contemplando la torre.
El tercero y último tuvo que ver con la celebración en mayo del mes de María. Teníamos que llevar flores para un altarcito de la Virgen que había en el vestíbulo. Cuando dije en mi casa que debían comprarme un ramo, a mi padre no se le ocurrió otra cosa que cortarlo de un sauco florecido en el patio de la casa. Olía a demonios. No me atrevía a llevarlo pero se me obligó. Y cuando llegado el momento se lo entregué a doña Aurora, esta exclamó ¡Que peste! y lo arrojó violentamente por la ventana de un patio interior.
LAS BELGAS fue para muchos niños segovianos un referente que luego tuvo continuidad en la calle de La Trinidad. Fue famosa en esta nueva época “la fila” por las calles de Segovia que recogía a los niños y los trasladaba hasta la nueva ubicación en el número 2, pudo ser otro borrado y 8 actual. El Colegio lo regentaba ahora doña Carmen van den Eynde.
Dicho esto, agradezco la inestimable aportación que me ha facilitado un alumno de esta segunda época y que ha recabado de la Prensa Histórica. No desea este que cite su nombre. Es, sin duda, un valioso conjunto de datos que enriquecen estas líneas.
Florencio Julián Emilio Alejandro van den Eynde y Raskin (Amberes 1864-Segovia 1938) llega a España a finales del siglo XIX como cónsul belga en Bilbao, San Sebastián y otras ciudades, y también como inversor en empresas de la incipiente telefonía en el País Vasco. En junio de 1891 Florencio contrae matrimonio en Madrid con la cubano-asturiana Luisa Lucía de la Caridad de Posada de las Torres (1865-1926).
Florencio y Luisa-Lucía son los padres de Carmen van den Eyden de Posada (Bilbao 8-6-1903-Segovia 4-6-1975) futura directora de la segunda época del HISPANO-BELGA en la Trinidad; la maestra María Luisa (1894-Segovia 1957); las monjas Concepción y Pilar, y Alberto, ciudadano belga muerto en la adolescencia en tiempos de la I Guerra Mundial, probablemente en el frente.
Doña Carmen fue monja también algún tiempo. En La Correspondencia de España (30-9-1920) se dice; “En el Convento de Religiosas Agustinas Misioneras de Ultramar se ha celebrado la toma de hábito de la señorita Carmen van den Eyden y Posada que ha adoptado el nombre de religión de Isabel María, apadrinándola su Alteza Real la Infanta doña Isabel, representada por la marquesa de Alhucemas”.
Florencio se instala en Segovia en 1934 en la Plaza de la Merced número 4, primera sede del colegio historiado. Con estas señas anuncia la venta de bombas eléctricas (La Ciudad y los Campos, 19-5-1934). En los años siguientes figura como miembro del Cuerpo de agentes comerciales de Segovia. (Heraldo Segoviano, 17-2-1935) (26-1-1936).
¿Podría pensarse que doña Aurora, ajena a la familia, es una contratada para dirigir la primera época de LAS BELGAS y doña Luisa, la hija maestra de Florencio? Sin embargo, existe la foto de un nicho en el cementerio de Segovia, publicado en Internet por algún descendiente que muestra juntos los nombres de Florencio van den Eynde, Aurora Muñoz Folch (fallecida el 10-9-1952) y Luisa Vázquez Folch (fallecida el 3-9-1962).
Durante la segunda época del COLEGIO HISPANO-BELGA aparece como regidora absoluta la ex religiosa Carmen van den Eynde de Posada, repito (1903-1975), hija del cónsul belga ya citado y casada, a la sazón con Manuel Martínez de Tejada Rojero, o Rogero (Santiuste de San Juan Bautista 25-6-1909, 22-10-2000).
Carmen y Manuel son, a su vez, padres de Concepción Eulalia, Juan José (1040-1998), y Teresa de los Dolores Martínez de Tejada van den Eynde (a) “Teruca” (Segovia, 15-10-1944- Viveiro 2-3-2019) profesora multiuso del colegio y esposa, después, del militar Felicísimo García Sevillano.
El recuerdo que el COLEGIO-HISPANO BELGA me dejó fue imperecedero y supongo que también en muchos de sus alumnos. Pienso que no estaría de más dedicarle un pequeño detalle en el callejero segoviano o cuando menos, una modesta placa.
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(*) Académico Honorario de San Quirce.
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