Carlos Arnanz Ruiz
El Adelantado de Segovia -18 noviembre, 2022
Ha saltado últimamente una nueva alarma, cual es el excesivo uso, se dice, que los jóvenes hacen de las abreviaturas para comunicarse con los móviles y en perjuicio del castellano. Ignoro si esta alarma está o no fundada pero estaría bien recordar que los atajos son más antiguos que el hilo negro. Podríamos decir que, incluso, imprescindibles.
Propongo mirar un poco al tiempo pasado para comprender mejor lo que pretendo decir, tratándose de comunicaciones abreviadas. Y es que se pierde en la antigüedad la necesidad de enviar mensajes a distancia y con rapidez. Luz y sonido resultaron eficaces y ya el historiador Polibio hace referencia a experiencias realizadas en el siglo IV antes de C. Consistían éstas en aumentar o disminuir el agua de una clepsidra y dejar su nivel frente a palabras o frases que marcaba un flotador y relacionadas con la política, la guerra, el comercio., etc.
Mediante señales hechas con una antorcha se abrían o cerraban los grifos originando un sistema que posteriormente perfeccionarían Cleoxono y Demérito. Se cuenta que Filipo, rey de Macedonia, lo utilizó en sus campañas militares y que en el ejército de Aníbal existía una sección de señaleros, adoptada por los romanos posteriormente.
Banderas, fumarolas, señales de todo tipo fueron utilizadas durante la Edad Media en competencia con el caballo. En 1405 se comunicó al rey Enrique III, en Segovia, el nacimiento de Juan II, en Toro, por medio de ahumadas.
Y efectivo resultó, fuera cual fuere el sistema empleado, el servicio de annubda cuya vigilancia se ejerció, no tanto desde las torres de los castillos, como desde pequeños minaretes levantados en promontorios estratégicos y que con el tiempo darían lugar a la telegrafía óptica.
EN 1589, Porta, de Nápoles, se da cuenta de los fenómenos ocasionados en la aguja imantada de una brújula por efecto de una corriente eléctrica. Probablemente producidos por una barra de resina o de cristal. Y habría de ser Robert Hooke quien en 1664 enviara el pensamiento a distancia por medio de una aguja imantada que en 1753, perfeccionaría un desconocido del que solo se conocen las iniciales C.M.
En 1787 Lommond repite la experiencia en Francia y al mismo tiempo lo hace entre Madrid y Aranjuez Agustín de Bethencourt, utilizando una botella de Leyden y dos hilos. En 1789, Salvé modificó esta línea y la redujo a un solo hilo…Y así llegamos hasta el Morse, el teletipo y el teléfono móvil.
Entre 1854 y 1863 quedó completada la primera red de telegrafía eléctrica que, partiendo de Madrid, enlazaba con todas las capitales de provincia y ciudades importantes de España. Durante este tiempo se construyeron 10.000 kilómetros de líneas de hierro galvanizado de 3 mm.
Dice Somorrostro en su Manual del Viajero en Segovia (1861) que la oficina de Telégrafos de Segovia fue inaugurada el 25 de abril de 1857, “en el piso bajo del Gobierno de provincia”. Ya en 1843 Morse había logrado establecer un telégrafo entre Washington y Baltimore. Incluso había inventado un alfabeto a base de puntos y rayas. Pero la necesidad obligó a adoptar todo un sistema de abreviaturas para acortar farragosos parlamentos. Se llegaron a redactar guías con cientos de reseñas en la que por orden alfabético aparecían estos “atajos” compuestos por cinco letras: AZRED, JOKID, PALAM, RAJAJ etc.
Así, por ejemplo, AZRED significaba “Expedidores han recibido aviso por otra ruta de que su mensaje no ha sido entregado. Rogamos investiguen y respondan urgentemente”. JOKID: “Comuniquen fecha y hora de entrega”. PALAM: “Pidan acuse de recibo al destinatario”. RAJAJ: “No entregado, destinatario desconocido”.
Estas abreviaturas se utilizaban tanto si se trabajaba con el sistema Morse o con los teletipos. En uno y otro caso, al telegrama se le llamaba tg o pp y al giro telegráfico gt. Estar conforme era ok. Recu 10 pp y 3 gt. era acusar recibo de diez telegramas y tres giros telegráficos.
Pero no solamente se reducían las palabras con referencia al servicio. También para una conversación entre telegrafistas se había establecido una especie de jerga con mezcla de palabras en castellano, francés e inglés: gcs, gracias; merci, gracias también; ads, adiós; ok, de acuerdo, como ya se ha dicho; bns tds, buenas tardes; recu, recibido.
Conviene advertir que los textos que los expedidores escribían en sus impresos no debían de alterarse. Tenían que ser tratados con exactitud. Para velar por esta exactitud, el Reglamento de Telégrafos prohibía que los telegrafistas escribieran tales textos. Estos tenían que estar escritos de puño y letra del expedidor.
Otras abreviaturas eran SG, Segovia; JS, Jefe de Servicio. Aux. auxiliar; Dirgenpres, Director General de Prensa; Gobor civil, Gobernador civil y así hasta la saciedad. Quiero recordar que existían también direcciones abreviadas registradas: DAGSA, defensa anti gas sociedad anónima.
Hoy en día el telegrafista es el propio usuario que lleva el telégrafo en el bolsillo junto con otras múltiples aplicaciones. Y resulta curioso comprobar cómo, también hoy, surge la necesidad de practicar unas abreviaturas que no creo, como escritor y antiguo telegrafista, que vayan a perjudicar en nada a la hermosa lengua de Castilla. No la hicieron daño antaño y no tienen por qué hacerlo ahora.
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