miércoles, 8 de diciembre de 2021

LA LEY PERPETUA NUEVO LIBRO DE JOAQUIN GONZALEZ HERRERO

Ley Perpetua, patrimonio inmaterial de la humanidad

El fiscal de la Audiencia Nacional Joaquín González-Herrero presentó ayer su nuevo libro ‘La Ley Perpetua - Fundamentos de una utopía’ en el Teatro Juan Bravo, donde subrayó la importancia de la que considera que fue el primer proyecto para crear la civilización occidental

Alejandra Suárez - 25 noviembre, 2021

El acto de presentación del libro se llevó a cabo en el Teatro Juan Bravo de Segovia. / KAMARERO

“No es un libro de historia, sino de epistemología o historiología“. Así comienza su explicación el fiscal de la Audiencia Nacional Joaquín González-Herrero cuando le preguntan por su nuevo libro, ‘La Ley Perpetua – Fundamentos de una utopía’, que ayer presentó en el Teatro Juan Bravo de Segovia. Se trata de una presentación analítica que parte de un documento que elaboraron los representantes de la Corona de Castilla, constituidos en Junta, previa convocatoria de Toledo; la Ley Perpetua, que el autor espera que se encamine hacia su reconocimiento universal por la UNESCO como cuna y origen del estado constitucional.

El 29 de julio de 1520, comenzaron las reuniones en la Catedral de Ávila y los trabajos se continuaron en la villa segoviana de Martín Muñoz de las Posadas –cuyo Ayuntamiento ha editado el libro-, donde se preparó el primer borrador. Posteriormente analizado y discutido en Tordesillas, fue aprobado en octubre de 1520 por los integrantes de las ‘Cortes e Juntas del Reino’. Desde allí fue enviado para su sanción por Carlos V quien, lejos de asumir el texto o de iniciar un proceso de discusión, encarceló al enviado de los comuneros.

“Era una propuesta para poner fin a la Guerra de las Comunidades mediante la constitución de un nuevo orden político que supondría la utopía de someter el poder real a la ley, la razón y la justicia”, relató González-Herrero. Así, considera a la Ley Perpetua el primer proyecto de constitución de la civilización occidental “y mundial”. Tal fue su importancia que, a finales del siglo XVIII, los constituyentes americanos la utilizaron como base para la discusión de unos trabajos que condujeron a la aprobación de la Constitución de 1787.

Transcurso a la Modernidad

De la Edad Media, es decir, de un régimen personalista que tenía una dimensión teocrática en la que el Rey, “un enviado de Dios en la Tierra”, era la cabeza y propietario del reino, se pasó a la Edad Moderna. Este es el eje central de la obra del segoviano pues, en ese tránsito, la Ley Perpetua representaba una revolución en el terreno del derecho político para instaurar un nuevo orden. El modelo político que representaba Carlos V no tenía nada que ver con lo que buscaban “aquellos modernos y avanzados españoles que propugnaban una España muy distinta a la que fue”.

“Entre las causas finales por las cuales se rebelaron los comuneros, había un grito de necesidad que se dirigía al emperador y que expresaba el deseo de salir de la Edad Media”

González-Herrero aborda el análisis de los fundamentos filosóficos, políticos y jurídicos -con sus componentes religiosos- de la Revolución de las Comunidades. El autor ha querido penetrar en el hondón de lo que permanece oculto, para intentar dar respuesta a lo que define como “el enigma comunero”: “¿Cómo es posible que, al alba del renacimiento en Europa, ciudades de los reinos de León y de Castilla se alzaran contra el príncipe más poderoso de la época?”, se pregunta. El estudio de los Capítulos del Reino, que integran la Ley Perpetua, facilita la respuesta. Los comuneros encontraron la fuerza moral, el instrumento intelectual, en las aportaciones de “los grandes juristas españoles”.

De esta forma, ha llegado a la conclusión de que entre las causas últimas por las cuales se rebelaron los comuneros, había “un grito de necesidad” que se dirigía al emperador y que expresaba el deseo de salir de la Edad Media. “Los comuneros no iban contra nadie, iban contra la forma de gobernar que le habían impuesto”, sostiene.

Está seguro de que, “sirviéndose de esta referencia como criterio interpretador de lo que es el modelo constitucional español, podemos llegar a pensar en un futuro distinto, el mismo al que habían llegado hace 500 años españoles liberales”, en palabras del segoviano. La Ley Perpetua es uno de los acontecimientos más destacados de la historia moderna de España y de la civilización occidental.En ella cristaliza el ideario de los comuneros y los propósitos del alzamiento. Se trata del documento fundamental para conocer los objetivos de la primera revolución burguesa en Europa.

sábado, 4 de diciembre de 2021

PARTICIPACIÓN DE LA COMUNIDAD DE MADRID EN LA REVOLUCIÓN DE LAS COMUNIDADES DE 1520-1521

Cumpliéndose, en este año de 2021, el V Centenario de la Guerra de las Comunidades y la derrota de los Comuneros en Villalar, hemos preparado el siguiente memorial para poner de relieve la participación de la Comunidad de Madrid y para clarificar el significado histórico de aquellos acontecimientos en la historia de Castilla.

Respecto a la Comunidad de Villa y Tierra de Madrid, así como de la Comunidad de Alcalá de Henares y la villa de Navalcarnero, entonces del sexmo de Casarrubios, (Comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia), tenemos abundantes datos sobre su participación en aquella primera revolución social de la era Moderna.

He aquí un resumen de los hechos más relevantes acaecidos en el territorio de la actual Comunidad de Madrid en la revolución comunera.

La participación de la Comunidad de Villa y Tierra de Madrid se inició en abril de 1520, cuando sus procuradores Francisco de Vargas y Francisco de Luxán, votaron, junto a Murcia, contra el “servicio” propuesto por el rey Carlos I, en la sesión de Cortes, celebrada en La Coruña.

En junio de 1520 se celebró la primera sesión del regimiento comunero, en la iglesia del Salvador, en la que fue elegido alcalde mayor de la villa el bachiller Gregorio del Castillo, alcaide del alcázar Juan Negrete y justicia y capitán general de Madrid Juan Zapata.

La Comunidad de Madrid y su tierra estaba conformada, en aquellos años, por la villa de Madrid y tres sexmos, Aravaca, Vallecas y Villaverde.

En los primeros días de julio de 1520 fue asediado el alcázar de Madrid por las fuerzas comuneras y, después de una fuerte defensa, capituló el primero de agosto; por otra parte, todas las rentas reales fueron intervenidas por la revolución.

En agosto de 1520 fueron nombrados los representantes para la Junta de Ávila, Pedro de Losada, Pedro de Sotomayor y Diego de Madrid, que también estuvieron presentes en Tordesillas, con la reina doña Juana, en septiembre del mismo año.

El acta de la sesión del ayuntamiento de Madrid del día 25 de septiembre de 1520 comienza así: Reunido el Ayuntamiento en una sala, encima del portal de la iglesia de San Salvador, presidido por el bachiller Gregorio del Castillo, Alcalde Mayor de Madrid….Era el lugar donde antaño se reunía el concejo de Madrid, iglesia situada en la calle Mayor, en su confluencia con la plaza de la Villa, hoy desaparecida y recordada por una placa conmemorativa.

A finales de dicho mes eligen a Juan Negrete procurador general de la villa.

En octubre de 1520 se acuerda que las armas del alcázar se entreguen a los diputados de las parroquias. También se decidió declarar mercado franco en la villa de Madrid los miércoles, lo que suponía eliminar el impuesto de “alcabala”.

En noviembre de 1520 la Comunidad de Madrid acordó enviar a la Junta 100 hombres de la villa y 200 de su tierra, mandados por Juan Zapata.

En febrero de 1521 se acuerda enviar 240 ducados a Juan Zapata para las tropas madrileñas enviadas para reforzar la defensa de Segovia y 200 ducados para las tropas que están en Valladolid, así como 150 hombres armados a Ocaña.

El día 16 de dicho mes es publicado en Burgos el Edicto de Carlos I, dado en Worms en 1520, por el que se condena a 260 comuneros, de los cuales 21 eran de la Comunidad de Villa y Tierra de Madrid.

En marzo de 1521 se acuerda que vayan 100 hombres para prestar apoyo al obispo de Zamora, Antonio de Acuña. También se ordena repartir la artillería que hay en la villa.

El día 22 de abril de 1521 se acuerda que se preparen 300 hombres de guerra “para lo que sea necesario”.

Tenemos conocimiento de la participación en la revolución de 80 comuneros de la villa de Madrid, de los que 44 participaron en el Concejo comunero y 53 fueron condenados. La villa de Madrid tenía 747 vecinos, en el censo de pecheros de 1528, y 2922 la Tierra, excluidos los nobles, hidalgos y clero secular y regular, Alcalá de Henares 14 comuneros, todos pertenecientes a la universidad, cuya ciudad tenía 850 vecinos y un comunero de Navalcarnero, que tenía entonces 269 vecinos. De todos ellos 18 fueron exceptuados del perdón general de 28 de octubre de 1522 y solamente uno fue ejecutado, Pedro de Sotomayor, perteneciente a la nobleza.

La participación de Madrid en la revolución comunera fue muy notable, tanto por el número de comuneros que participaron en ella como por el número de hombres de guerra que intervinieron, considerablemente alto a la vista de los vecinos censados.

En mayo de 1521 se concedió perdón general a todos los vecinos de la villa, incluidos Juan Negrete y Gregorio del Castillo.

El 28 de octubre de 1522, el emperador Carlos V concedió un perdón general, exceptuando a 289 comuneros, de los cuales 17 eran de la villa de Madrid y uno de Navalcarnero.

Pero más importante que recordar los hechos de guerra, importa estudiar las causas del alzamiento comunero y cuáles eran sus reivindicaciones y proyecto reformador.

En 1520 varias ciudades de los reinos de Castilla y de León, tras levantarse en armas contra Carlos I y el regente Adriano de Utrecht, conformaron la autodenominada Santa Junta con la intención de reorganizar el país. El proyecto reformador de las Comunidades de Castilla es el nombre historiográfico que recibe el programa político, económico y administrativo desarrollado por aquel organismo político creado por los comuneros. La Santa Junta comenzó sus reuniones el 1 de agosto de 1520 en la ciudad de Ávila. Allí redactó la conocida como Ley Perpetua de la Junta de Ávila. En el mes de septiembre decidió trasladarse a Tordesillas, residencia de la reina Juana, donde amplió a catorce el número de ciudades que la componían y se consolidó, desconociendo a los virreyes nombrados por el monarca como única autoridad en sus reinos

La Ley Perpetua redactada por la Junta de Procuradores de las Comunidades reunidas en Ávila en el verano de 1520 resulta ser el precedente constitucional hispánico, frustrada en su aplicación por la oposición del rey Carlos de Habsburgo y su corte, al decir de Ramón Peralta. Y es que el movimiento político comunero desarrollado entre 1519 y 1521 puede considerarse como la primera revolución constitucional europea si analizamos con detalle el proceso y el documento en que se concreta como Ley Perpetua del Reino de Castilla. La Ley Perpetua, redactada y aprobada por una Junta extraordinaria –no convocada por el rey – de procuradores a modo de Cortes Constituyentes, es presentada a la confirmación del rey y no puede ser modificada por el mismo ni por Cortes ordinarias. Ha de ser una “ley perpetua”.

Se establece la total independencia de las Cortes como asamblea representativa de estamentos y ciudades respecto del rey que aparece como el Protector ejecutivo del reino; se fijan las funciones y modos de elección de los diputados como portavoces de los Concejos; se declara la independencia y profesionalidad de los jueces; se reestructura la administración estableciéndose criterios de selección y controles objetivos; se establecen específicas garantías judiciales en favor de la libertad y derechos de los ciudadanos y se reordenan los derechos de nacionalidad; se establece una Hacienda Pública y un orden económico en beneficio del desarrollo material del reino, de su producción y su comercio; se prohíbe la injerencia de los extranjeros, excluyéndose a éstos del ejercicio de cualquier cargo público; se garantiza, en fin, una amplia autonomía local-territorial en favor de Concejos y Comunidades cuyas autoridades eligen los vecinos, excluyéndose toda injerencia regia. El pueblo castellano pretendía establecer formalmente la primera monarquía constitucional, sin embargo, el rey y una corte de extranjeros apoyados por determinados sectores directamente beneficiarios del nuevo orden cesarista combatieron aquella pretensión logrando, con el tiempo, desvirtuar la estructura jurídico-política castellana, que tuvo que adaptarse a un molde foráneo de índole monárquico-absolutista. El Imperio de los Habsburgo, terminaría por debilitar en extremo a aquella próspera, dinámica y libre Castilla que se asomaba pletórica al mundo al principiar el siglo XVI.

Frente a esta tesis de Peralta, tenemos otra visión de Ramis-Barceló quien, estudiando La Génesis de la Ley Perpetua de Ávila , afirma: “La Ley Perpetua no fue un proyecto de “constitución”, sino una manera ilegal de plantar cara, por parte de las ciudades, a las “irregularidades” del monarca.

No vamos a entrar en ese debate. Veamos, en todo caso, los contenidos de la Ley Perpetua:

- Al principio, la Junta se planteó ampliar el número de ciudades y jurisdicciones que tuvieran voto en Cortes, sin embargo, decidieron mantener el número tradicional. Eran las siguientes: León (que hablaba también por Asturias), Burgos (que hablaba también por la Montaña), Valladolid, Zamora (que hablaba también por Galicia), Toro, Salamanca (que hablaba también por la Extremadura) Soria, Segovia, Ávila, Guadalajara, Madrid, Toledo, Cuenca, Murcia, Jaén, Córdoba, Sevilla y Granada.

- Cada ciudad que contase con el privilegio de asistir a las Cortes enviaría, elegidos libremente por el ayuntamiento de la ciudad, tres diputados que a su vez representarían a cada uno de los estamentos sociales: el clero, los caballeros y escuderos y la Comunidad, y que deberían dar cuenta de su gestión en el tiempo de 40 días luego de celebrarse la sesión.

- Además, se tomarían medidas que garantizaran la libertad de los procuradores, confiriéndoles instrucciones redactadas libremente por el regimiento de la ciudad, sin presiones externas del monarca o sus allegados y privándoles de la posibilidad de aceptar retribuciones y mercedes de parte del rey que pudiesen modificar su opinión respecto al mandato original recibido por las ciudades y territorios que representaban. - Las Cortes se reunirían cada tres años o en el momento que considerasen pertinente sin necesidad de contar con la aprobación del monarca, nombrando ellas solas al presidente y fijando la orden del día y la duración de la sesión. Además, compartirían con el soberano algunas de sus prerrogativas políticas de gobierno, confiándoles los comuneros funciones relativamente importantes antes reservadas exclusivamente para el rey. Aunque no siempre se precisan, algunos documentos de la época arrojan algunas: designarían al regente, ratificarían o no las declaraciones de guerra por parte del rey, y deberían ser consultadas sobre el matrimonio de este último.

En resumen, el proyecto reformador, señalaba: “Vean y procuren cómo se guarde lo contenido en estos capítulos y platiquen y provean las otras cosas cumplideras al servicio de la corona real y bien común destos reinos”.

Sentido acusadamente pactista animaba a las mentes comuneras en la configuración de la nueva sociedad política que se pretendía constituir para los reinos de Castilla y de León, de tal for¬ma que el soberano no podía valerse arbitrariamente del contrato, por estar vinculado a sus cláu¬sulas. En este aspecto, la «Constitución de Ávila» es portadora de cierto sentido populista en cuanto al consentimiento ciudadano respecto al poder.

El concepto de soberanía en los comuneros dentro de la doctrina programática contenida en los capítulos se ligaba a la nación o reino y podía delegarse en el príncipe o recuperarla si se consideraba que por parte del Rey se hacía de ella uso inadecuado. En este aspecto la teoría del contrato era llevada por los comuneros hasta sus últimas consecuencias, sustituyendo la voluntad del Rey por la soberanía de la nación (157). Ello significaba un logro transcendental, ya que en esos años de 1520 no se había elaborado teóricamente la doctrina de la soberanía una e indivisible. El paso da¬do por los revolucionarios se anticipaba también a su tiempo.

No puede descartarse que las doctrinas de Alonso de Madri¬gal, de corte democrático-aristotélico, pudieran haber tenido influencia en la concepción del pro¬grama de Avila. Las teorías políticas de «el Abulense» estaban sistematizadas en su opúsculo «De Optima Politica»: el mejor sistema político es aquel que más refleja la presencia activa de la comu¬nidad, como medio de asegurar la paz.

El deliberado propósito de eliminar a la alta nobleza de las responsabilidades políticas y de gobierno. La Junta comunera, representante de las Comunidades en ella integradas, era la única poseedora y detentadora del poder. Por eso sus pronunciamientos se dictaban en nombre del reino y en virtud del poder que ostentaba, deseaba compartirlo con el Rey asumiendo éste los Capítulos como Ley Fundamental de los reinos; asunción hecha por vía de pacto,

Plan de descentralización en la revolución comunera. Comenta J. Perez (59) que pese a que la tradición castellana de los Concejos inspiró las tendencias democráticas comuneras, el modelo italiano fue el que se siguió cuando llegó el momento de acometer la elaboración del amplio plan de descentralización. Y así «cada Comunidad elaboraba su propia organización política y conducía sus propios asuntos con gran autonomía, limitándose la Junta General a proveer las diligencias generales y a ejercer las responsabilidades a escala nacio-, nal... Sin duda los comuneros pretendían hacer de Castilla una federación de ciudades libres».

Los ciudadanos asumían nuevas responsabilidades políticas que hasta entonces les habían estado vedadas, insertándoles dentro del servicio a la nación, con la obligatoriedad de defender los derechos del reino, incluso contra los designios del monarca. La carta enviada a Carlos I por los comuneros proclamaba esta asunción por los súbditos de las nuevas responsabilidades que sobre aquellos recaían.

En el plano administrativo y de gobierno. En el plano administrativo, los comuneros pretendían mejorar la selección de los funcionarios y examinar su gestión. Las prebendas serían revocadas y prohibidas permanentemente, medida justificada por los gastos inútiles que acarreaban al Estado los empleos parásitos. El tiempo que los funcionarios se mantuviesen en el cargo sería limitado y reducido, y los mismos rendirían cuenta de su gestión cada cuatro años. La acumulación de distintos oficios administrativos sería motivo de castigo. Los puestos vacantes deberían recaer preferentemente sobre hombres experimentados y no jóvenes que acabasen de terminar sus estudios. Los corregidores no estarían al frente de las ciudades sin expresa petición de las mismas.

La administración de la justicia. En lo concerniente a la administración de la justicia, los comuneros pretendían una reorganización de la misma a fin de evitar los abusos de los magistrados. He aquí algunas propuestas que presentaban: El juicio en primera instancia y la apelación no podía ser presidida por los mismos magistrados. El rey tenía vedado el derecho de transferir un caso concreto a la competencia de otra jurisdicción, ni podría obstaculizar el curso habitual de la justicia. Los magistrados recibirían la paga de su salario ordinario y no del importe de los bienes de los condenados o de las penas pecuniarias que hubiesen impuesto.

En el plano económico, los comuneros exigían fundamentalmente una reducción de los gastos de la Corona, el fin de los abusos que derivaban del hospedaje de la Corte, la prohibición de la extracción de moneda y otros productos de sus reinos, y un alivio de la presión fiscal sobre las ciudades, eliminando algunos impuestos y regularizando otros.

Una de las primeras demandas de contenido económico que los comuneros dirigieron a Carlos I se refería a los gastos desmesurados que la Corte generaba diariamente y que ascendían a 150.000 maravedíes, es decir, diez veces más que en tiempos de los Reyes Católicos. Los comuneros, utilizando a estos como referentes, exigieron una reducción.

Patrimonio Real. Los comuneros manifestaron continuamente su rechazo a las enajenaciones de villas y territorios del patrimonio real en beneficio de la nobleza. Consideraban que como en los señoríos las contribuciones eran percibidas por los señores locales el rey necesitaba compensar entonces esas perdidas pecuniarias elevando los impuestos en las ciudades y localidades realengas en perjuicio de las mismas. Por ello, la Santa Junta pedía revocar todas las mercedes reales y concesiones a la nobleza que se hubieran realizado desde la muerte de Isabel la Católica.

Otro de los problemas que abordaron los comuneros sobre el patrimonio real fue el endeudamiento de la Hacienda, realizado muchas veces sin siquiera saber si llegarían los ingresos esperados. En ese sentido se dispusieron medidas sobre la eliminación de los juros en circulación desde 1516, y la revocación de todas las gratificaciones de la Corona desde la misma fecha, incluidas las cartas de hidalguía.

Los impuestos. En este terreno, los comuneros pretendían fundamentalmente eliminar los impuestos extraordinarios, incluido el servicio de Cortes, y poner fin a los abusos que se cometían en la recaudación de las alcabalas y de las bulas de Cruzada.

Item, que el servicio que por algunos procuradores de Cortes fue otorgado y concedido a su alteza en la ciudad de La Coruña, que no se pida ni cobre, ni se pueda echar otro alguno en ningún tiempo, ni se pongan otras imposiciones ni tributos extraordinarios por sus majestades, ni por otros señores reyes.

Respecto a los impuestos ordinarios - las alcabalas - los comuneros decretaron un encabezamiento universal —es decir, el mismo para los territorios de realengo, señoriales, y eclesiásticos— y perpetuo, sin que su volumen pudiese superar el del año 1494. Otras disposiciones exigían que no se pudieran arrendar las Comunidades y que se creara un arca en la ciudad o villa cabeza de Comunidad, donde se depositaran el monto obtenido.

Monedas, lana y otros productos. El programa de la Santa Junta daba cuenta de que la ley y valor de la moneda circulante por aquel entonces en Castilla era superior al de los países de su entorno y ello favorecía su extracción hacia los mismos. También se prohibiría la salida de productos alimenticios de necesidad básica: el pan, las carnes porcinas, y el ganado y sus derivados. Y, especialmente, la exportación de la lana. Los comuneros se propusieron moderar el volumen de lana que se exportaba cada año, considerando los inconvenientes que acarreaba su venta masiva al extranjero. La Junta se dispuso entonces a aplazar por un año las exportaciones de materia prima y manufacturarla en su propio territorio. Eso contribuiría a la creación de numerosos puestos de trabajo (lavado, cardado etc.) y de un mayor número de piezas de paño. La venta de estas, por tanto, redundaría en ganancias superiores a las que se obtendrían vendiendo la materia prima.

CONCLUSIONES

- Ante todo conviene observar que el nombre con que este acontecimiento político y social ha pasado a la historia – revolución de las “Comunidades de Castilla” – es inapropiado y se presta a la confusión, porque el alzamiento no se limitó a Castilla y a su organización tradicional en Comunidades de Ciudad o Villa y Tierra, Merindades, Juntas, Hermandades, Valles, Alfoces y Concejos.

- La guerra de las Comunidades, con diferentes características, se desarrolló en los reinos de Toledo, de León, el País Vasco, tierras de Extremadura, Valencia y Mallorca, con sus germanías, Andalucía y Murcia, y también en Castilla. En el estudio de la historia de España hay muchos acontecimientos que ponen de manifiesto cuán erróneo es ampliar el nombre de Castilla a un conjunto de estados, pueblos y países tan complejo como el que integran cada una de las Coronas de León y de Castilla. Una de ellas es la llamada “revolución de las comunidades de Castilla”.

- Las consecuencias fueron catastróficas para los vencidos de todos los lugares de los reinos de León y de Castilla donde hubo fuerte oposición al emperador, y especialmente para las auténticas comunidades de ciudad o villa y tierra. Conviene subrayar que la victoria de los imperiales en Villalar marca una fase ascendente de la marea señorial y un recorte nuevo de las libertades en todos aquellos territorios - especialmente en los territorios de Castilla y sus Comunidades de Villa y Tierra, - que en cierto modo pretendían recuperar derechos y libertades perdidos y que movilizaron no sólo a ciudades o villas sino también a las aldeas de la tierra

- Es verdad que el fracaso de los Comuneros supuso la ruina de las Cortes de Castilla y de los Concejos democráticos, aunque la consolidación del absolutismo real y la decadencia de las Cortes y de los Concejos o Comunidades ya se había iniciado mucho antes, con el acceso a la corona de la dinastía de los Trastámara. En todo caso, el triunfador de aquel 23 de abril de 1521 – dice Joseph Pérez – no fue tanto el poder real como la aristocracia, amenazada en su función política y desafiada como potencia económica y social.

- La revolución de los comuneros es el momento en que las Comunidades de Villa y Tierra, aunque ya muy recortadas en sus derechos, se unieron para resistir arbitrariedades y vejámenes de la corona y la nobleza que dominaba sobre muchas de ellas. Todas estas reivindicaciones y propuestas de la Junta, que pretendían mantener el espíritu democrático y participativo de Castilla y sus Instituciones, quedaron truncadas con la derrota de Villalar.

- Se impone el absolutismo de la edad Moderna. Y con él, continúa el recorte de territorios de las Comunidades por las donaciones reales a los nobles, por la venta de aldeas, por parte del rey, que compran su derecho de villazgo desmembrándose de la comunidad y tierra, y, finalmente, el recorte de los derechos políticos y los fueros de los Concejos o Comunidades. La Comunidad de Madrid y su Tierra, y sus Instituciones, fueron barridas cuando se asentó en la Villa la Corte de España y del Imperio español.

- Finalmente, señalar que es un error pretender circunscribir aquella guerra al territorio de la actual comunidad de Castilla y León, y que esta región actual quiera apropiarse de la guerra de los comuneros y su significado, cuando ésta se inició y terminó en Toledo y afectó a la mayor parte de España.

Teniendo en cuenta, pues, la importancia de la presencia y participación de Madrid en la revolución comunera, como hemos visto anteriormente, estimamos que Madrid debe hacer memoria de este V Centenario del alzamiento comunero.

Por todo lo expuesto, desde el Centro de Estudios Castellanos solicitamos a la Comunidad y Ayuntamiento de Madrid, que no dejen pasar la conmemoración del V centenario de la Guerra de las Comunidades, sin hacer un homenaje a los Comuneros de Madrid, o bien a los más destacados, como JUAN ZAPATA, PEDRO DE SOTOMAYOR, PEDRO DE LOSADA, JUAN NEGRETE Y GREGORIO DEL CASTILLO, con algún acto público, la dedicación de alguna plaza, calle, parque, o algún monumento que haga visible su memoria.

Madrid, a 6 de octubre de 2021

Centro de Estudios Castellanos

Ponentes: Inocente García de Andrés, Enrique Díaz Sanz y Rafael Enríquez de Salamanca.

miércoles, 20 de octubre de 2021

SOLICITUD DE RECONOCIMIENTO PÚBLICO A LOS COMUNEROS DE MADRID

SOLICITUD DE RECONOCIMIENTO PÚBLICO A LOS COMUNEROS DE MADRID, CON OCASIÓN DE CONMEMORARSE EL QUINTO CENTENARIO DEL FINAL DE LA GUERRA DE LAS COMUNIDADES.


Los abajo firmantes comparecen ante el Excmo. Ayuntamiento de la Villa de Madrid, y dicen: Que han sido debidamente comisionados por el Consejo de Madrid del Centro de Estudios Castellanos (CEC), en la reunión celebrada el pasado día 2 de octubre, para que puedan actuar ante ese Ayuntamiento en nombre y representación de la citada entidad a los fines expresados en el presente escrito. El CEC es una asociación cultural sin ánimo de lucro, debidamente inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones con el número 605658 y NIF: G-05247614, que tiene como finalidad principal de su constitución la defensa y recuperación de la identidad histórica castellana.


En este sentido, hemos tenido conocimiento que con ocasión de conmemorarse el Quinto Centenario del final de la Guerra de las Comunidades, es intención del Ayuntamiento de Madrid erigir una estatua a la reina Juana I de Castilla en el Parque del Retiro. Desde nuestra asociación pensamos que junto a dicha iniciativa sería conveniente recuperar al mismo tiempo, la memoria histórica de los principales comuneros de Madrid que participaron en aquellos hechos, bien renombrando alguna calle, plaza, jardín, espacio público o instalación municipal con el nombre de COMUNEROS DE MADRID. O bien, cualquiera otra actuación que permita recordar al pueblo de Madrid esta olvidada página de su historia.

Entendemos que Madrid no puede dar la espalda a su pasado, ni al origen de su identidad castellana, ni tampoco negar la participación de su antigua Comunidad de Villa y Tierra en la lucha emprendida hace quinientos años por los comuneros, que era la lucha del pueblo de Castilla para la recuperación de sus libertades, cercenadas por la autoridad absolutista de un monarca, y que fue la causa de la primera revolución social de la edad moderna, que con varios siglos de anticipación pretendió instaurar un sistema constitucional que limitara el poder de la Corona, haciendo efectivos los principios políticos basados en un derecho natural de ámbito internacional (Ius Gentium) que por entonces se expandían desde la prestigiada escuela de pensadores de Salamanca, con Francisco de Vitoria como uno de sus miembros más destacados, quien afirmaba que no debía ser la república para el rey, sino el rey para la república.

Con estos objetivos y con la participación de los representantes de las principales ciudades, Madrid entre ellas, y reunidos en la denominada Santa Junta de Ávila, fue elaborada en 1520 la que ha pasado a la historia como Ley Perpetua, un conjunto de disposiciones normativas que pretendían llevar a la práctica aquellos principios de libertad y de igualdad que no han sido superados por los actuales sistemas democráticos. No en vano, aquel intento de rango constitucional rechazado violentamente por Carlos V, sirvió 250 años después de guía y referencia para la redacción de una de las primeras constituciones democráticas de la historia, como fue la de la creación de los Estados Unidos de América

Es la lucha permanente del ser humando por la libertad la que quiere ser recordada con esta solicitud y que debe servir a la vez, como justificación al reconocimiento que desde nuestra asociación solicitamos al Ayuntamiento de la Villa, para que los nombres, entre otros, de Juan Zapata, Pedro de Sotomayor, Pedro de Losada, Juan Negrete y Gregorio del Castillo, no permanezcan en el olvido de los madrileños.

Quedamos a su disposición para cualquier aclaración o ayuda que precise, a cuya finalidad y junto a nuestras firmas, facilitamos nuestros respectivos números de teléfono.

Atentamente,

jueves, 23 de septiembre de 2021

Llanto por lo que no se puede remediar

El Adelantado de Segovia, 5 febrero, 2021

Después del desmán que la alcaldada de un alcalde insensato perpetró en el Teatro Cervantes, destruyéndole inmisericorde, sin respetar ni un ápice sus valores culturales, artísticos y ancestrales y despreciando ignominiosamente el acendrado amor que los segovianos teníamos a este coliseo, por si no fuera poco, viene la segunda parte a acrecentar este desaguisado con la reconstrucción de un edificio anodino y espurio.

El Teatro Cervantes era un teatro a la italiana con sus plateas, palcos, patio de butacas, anfiteatros, delanteras y general que llamábamos jocosamente “el gallinero”. Era un hermoso teatro, excepcionalmente de planta rectangular, con un gran aforo de 1200 personas y un escenario amplísimo en el que cabía en él el Teatro Juan Bravo entero. Este escenario permitía representar óperas, ballets, zarzuelas, conciertos de 100 músicos y espectáculos de gran formato.

Yo en mi juventud vi actuaciones memorables (a la orquesta nacional bajo la batuta de Ataulfo Argenta) y actué como actor aficionado en varias zarzuelas, comedias y en algún “Don Juan Tenorio” y clausuré el teatro el 15 de diciembre de 1984 representado delante de la pantalla cinematográfica “Miracle Mirror”, el segundo cuadro de “La Alegría de la Huerta” para un festival que dio Radio Segovia en conmemoración del cincuentenario de su fundación.

Este teatro era muy acogedor, como lo son todos los teatros a la italiana, ya que todo el teatro que se precie ha de tener esta configuración teniendo, generalmente, planta de herradura y con más o menos riqueza ornamental. Todos los teatros del mundo son a la italiana. Por poner un ejemplo diremos que el teatro de La Fenice de Venecia dispone de un lujo decorativo espectacular y el minúsculo (por su pequeñez) Real Coliseo de Carlos III de San Lorenzo del Escorial tiene una sencilla decoración pero ambos son teatros a la italiana.

Pues bien ahora, según se ha publicado, se ha proyectado una edificación que no corresponde a un teatro a la italiana, sino a un auditorio que lo mismo podía ser la sala de reuniones de una Caja de Ahorros o el salón de actos de un colegio de monjas. Es decir un local triste y frio (aunque tenga buena calefacción) que realmente no es lo que los segovianos demandábamos y esperábamos de esta reconstrucción. No echemos la culpa a los arquitectos, ya que las trazas generales habrán sido dadas y aceptadas por los políticos de turno que han apoyado lo que consideran una buena nueva, cuando en realidad es un verdadero fiasco que desacreditará a nuestra tierra.

Como supongo que esto ya es irreversible, a los segovianos no nos queda otro remedio que llorar por aquel maravilloso Teatro Cervantes desaparecido, aunque estuviera algo viejo por el paso del tiempo y la desidia. Es la maldición de esta tierra que desde Isabel La Católica (1474-1504) pasando por Carlos III (1759-1788) y la expoliación de sus territorios por Javier de Burgos en 1833 hasta nuestros días, no hemos sufrido más que expoliaciones y ultrajes. Precisamente hace algunos días ha visto la luz un libro titulado “La Utopía de la autonomía de Segovia” de Jesús Fuentetaja, donde se narra magníficamente el último atropello que hemos sufrido al no concedernos el gobierno la autonomía uniprovincial por Razones de Estado que es precisamente una sinrazón y así nos va.

El último desafuero será la construcción de lo que quieren llamar Teatro Cervantes, sin tener connotaciones con aquél, es decir sin verdaderamente serlo.Enhorabuena por tu trabajo, Jesús, y que tengas mucho éxito.

lunes, 6 de septiembre de 2021

Utopía Segoviana

El Adelantado de Segovia -4 febrero, 2021

Se acaba de publicar ‘La utopía de Segovia’, un interesantísimo libro donde el autor, Jesús Fuentetaja, describe con autoridad de forma rigurosa y bien documentada el intento frustrado de convertir Segovia en una Comunidad Autónoma Uniprovincial. Fue un intento frustrado pero emprendido en defensa propia, y lo que es evidente, como dijo Pedro Altares, es que “el caso de Segovia no era para reírse. Si acaso, para meditar”.

Hay que resaltar que el libro cumple con creces el objetivo primordial que se marca en la introducción: cubrir la carencia de información sobre aquellos sucesos. Por eso es muy de agradecer este trabajo porque desde 1981 hasta hoy, ha habido un silencio absoluto sobre aquella aventura que el autor define como utópica. Lo que sucede es que el tiempo ha demostrado que Lamartine tenía razón cuando afirmaba que “las utopías son a menudo verdades prematuras”. Pero lo cierto es que dos generaciones de segovianos desconocen aquellos hechos en los que se negó a sus padres y abuelos la posibilidad de decidir por sí mismos. Por ello, parece muy conveniente que aparezca un estudio serio, preciso y minucioso, de todos los acontecimientos de aquella época, para que puedan tener una opinión al respecto.

Los comuneros del s.XVI intuyeron que se iba a sacrificar Castilla a unos intereses que no eran los suyos y por eso se negaron a someterse al capricho del rey. De igual manera hace cuarenta años, como nuevos comuneros, una gran mayoría de los concejales de la provincia de Segovia se negaron a someterse al capricho de los partidos políticos. Pienso que estuvieron acertados al no aceptar las consignas de los partidos políticos y actuar de acuerdo con lo que creían honestamente que era mejor para Segovia y para las personas que representaban. Porque lo que demandaba Segovia -según recuerda el autor-, era tiempo para pensar y es lo que se negó con el acuerdo de las dos formaciones políticas más importantes, por las prisas en cerrar de una vez por todas y cuanto antes el mapa autonómico del Estado español.

En el libro se afirma que si no hubiera habido esas prisas y se hubiera esperado a la sentencia de la Audiencia Territorial de Madrid, Segovia habría logrado reunir los dos requisitos exigidos por el art.143.2 de la Constitución para poder llegar a constituirse en Comunidad Autónoma Provincial: más de 2/3 de los ayuntamientos (178 sobre 203) y la mayoría del censo electoral de la provincia (50,69%). Pero no pudo ser. Otra cosa hubiera sido si se hubiese hecho caso de la recomendación de Salvador Bernal : la inmersión de nuestra provincia en una u otra región requiere serenidad en la información, tiempo para la sedimentación y calma en el resolver; pero sobre todo oír a los afectados, ya que la decisión definitiva en relación con su incierto futuro debe ser materia de su privativa competencia.

Y hoy estamos como estamos. Todo el mundo puede sacar sus propias conclusiones, respetables todas porque, como es natural, entiendo que todo el mundo quiere lo mejor para su tierra. No sabemos lo que podría haber sido de haber tomado otra decisión (no se puede afirmar que algo es mejor si no ha sucedido), pero lo que es evidente es que estaríamos decidiendo nosotros mismos nuestro desarrollo y nuestro progreso. Debo confesar que nunca he sido un entusiasta de las autonomías y además creo firmemente que los derechos de los ciudadanos están antes que los derechos de los territorios. Por eso envidio a La Rioja, a Madrid, a Murcia, a Asturias, a Navarra y a Cantabria, porque tienen más posibilidad de ser los dueños de su futuro.

También me gustaría decir que me ha parecido impecable la carta que Carlos Gila dirige a Jesús Fuentetaja y también me parece perfecto que este la sitúe al inicio del libro. Me parece impecable porque demuestra que Carlos Gila fue un segoviano entusiasta y un enérgico luchador en defensa de los intereses de Segovia. De él aprendí a poner a Segovia por encima de cualquier otra consideración y a no tener obediencia ciega a los partidos (lo que me granjeó la enemistad de algunos pero el respeto de muchos más). Siempre le tuve un gran afecto y guardo un espléndido recuerdo. Tengo muy presente la última conversación que tuvimos, cuando hablamos de todo y como siempre con la mayor sinceridad, antes de que la enfermedad se mostrara con toda su crudeza. Y también me parece perfecto situar esa carta al inicio del libro, porque es una forma entrañable por parte de Jesús Fuentetaja de hacer un gran y sentido homenaje a un segoviano digno y valiente que merece permanecer en nuestro recuerdo de una forma destacada.

Y para concluir, quiero manifestar lo gratificante que ha sido leer y recordar intervenciones y opiniones de insignes segovianos como nuestro añorado Manuel González Herrero, Salvador Bernal Martín de quien conservo sabrosas anécdotas, José María Herrero, ex alumno marista como yo y ejemplo de buena persona, Modesto Fraile, Carlos Gila, Rafael de las Heras… y de la buena gente de Comunidad Castellana que quiero personificar en el siempre amable Carlos Arnanz.

miércoles, 1 de septiembre de 2021

Castellano

Jesús Fuentetaja, El Adelantado de Segovia, 31 de Mayo de 2021.

Una agradable sorpresa editorial ha constituido la reciente publicación de “Castellano”, el último libro del prolifero escritor Lorenzo Silva. Estas cuatro sílabas son suficientes para despertar el interés del lector, sobre todo si comparte el mismo sentimiento identitario con el creador de los personajes de Bebilacqua y Chamorro, celebres investigadores ficticios de la Guardia Civil, protagonistas de la saga de novelas policiacas más conocidas de su autor. Porque el libro, en realidad trata de eso, de identidades, pero de la identidad menos popular de España, la menos reivindicada, la más vilipendiada y la más olvidada, como así ha considerado el propio Silva, en alguna de las entrevistas que ha venido concediendo en la promoción de su última obra. Versa ésta sobre la confusa situación histórica del pueblo castellano, dejando constancia del maltrato al que ha sido sometido y que se inicia con el relato novelado del levantamiento de las Comunidades de Castilla, cuyo quinto centenario de la derrota comunera estamos este año conmemorando y no celebrando, porque ninguna derrota debiera ser jamás celebrada.

No deja de sorprender gratamente, que esta postrera reivindicación proceda precisamente de alguien que ha tenido a gala mostrarse como un ciudadano del mundo, sin ataduras localistas que pudieran condicionar sus sentimientos. En los Hechos de los Apósteles, se narra la aparición que sufriera Saulo, camino de Damasco y que transformaría radicalmente su vida para siempre. Cuenta Lorenzo Silva, en las primeras páginas de su libro, como llegó hasta él la inspiración que le hiciera tomar plena conciencia de la identidad castellana a la que pertenece por su origen madrileño. Sucedió en un viaje nocturno por carretera, en cuyo trayecto introdujo de forma inconsciente en el reproductor del vehículo, uno de los CD que había adquirido no hacía mucho. Antes de que entraran los agudos sones de la dulzaina de Mariano San Romualdo (Silverio), como preludio al disco de Los Comuneros, vino a retumbar en el coche la impetuosa voz de Luis Martín, que con plena rotundidad proclamaba: “Tu, tierra de Castilla, muy desgraciada y maldita eres, al sufrir que un tan noble reino, como eres, sea gobernado por quienes no te tienes amor”. Fueron las voces del Nuevo Mester de Juglaría, cantando los textos de Luis López Álvarez, las que despertaron a Lorenzo Silva, en su dormida conciencia, la pertenencia sentimental al depauperado proyecto colectivo del pueblo castellano.

Algunas reflexiones parece oportunas añadir, aprovechando el tirón informativo del libro de rabiosa actualidad. Personalmente, siempre he considerado que el llamado regionalismo castellano, más que constituir una necesidad interior que precisara emerger y expresarse de dentro hacia fuera, se ha manifestado casi siempre, como una reacción frente a la acción proveniente del exterior, de manera especial frente a las reivindicaciones de los nacionalismos periféricos. Esta reacción provocó en el último tercio del siglo XIX las propuestas regionalistas de organización territorial de España del leonés Gumersindo de Azcarate; que también estuvieron presentes en las obras del cántabro afincado en Valladolid, Macías Picavea; del farmacéutico soriano Elías Romera y en menor medida en la del ingeniero segoviano Luis Carretero y Nieva, que compartía su oposición a las reivindicaciones autonómicas catalanas, con su enfrentamiento visceral con las oligarquías harineras de las provincias leonesas. Fue, precisamente, la intervención de Cambó en el Congreso de los Diputados del día 20 de noviembre de 1918, solicitando la autonomía para Cataluña, lo que provocó la reacción de las Diputaciones castellanas, que después de una primera reunión en Burgos, vinieron a redactar y aprobar el día 25 de enero de 1919 y en la sede de la Diputación segoviana, lo que se conoce como las Bases de Segovia, en donde venían a oponerse radicalmente a la desmembración del país, al mismo tiempo que intentaban implantar una nueva organización territorial para Castilla, basada en la autonomía de sus municipios y provincias y a la posterior mancomunidad de estas últimas en plena igualdad de derechos y obligaciones.

“Ha sido Castilla quien ha perdido la batalla y no me refiero únicamente a la derrota de Villalar”

La identidad y el regionalismo castellano han sido siempre elementos integradores del todo constitutivo de la realidad española. Nunca se ha entendido a Castilla sin España y viceversa. Así ha sucedido que los palos de los secesionistas dirigidos a esta última se hayan venido descargando sistemáticamente sobre las espaldas de la primera. Ha sido Castilla quien ha perdido la batalla y no me refiero únicamente a la derrota de Villalar. El desarrollo del Título VIII de la Constitución de 1978, ha traído como consecuencia que se hayan aventado a los aires autonómicos los despojos en cinco partes de la otrora poderosa Castilla, que hace quinientos años intentó hacer comprender a su rey que el reino debía estar siempre por encima de él, y que no merecía ser rey aquel que antepusiera sus intereses personales a las necesidades de su pueblo. Es aquella identidad castellana la que ha sido ahora atacada con el arma más temible: la de la disgregación de su razón de ser ¿Cómo se puede sentir una identidad común entre los naturales de las actuales autonomías de Cantabria, La Rioja, Castilla y León, Madrid y Castilla-La Mancha, todos castellanos en su origen histórico? ¿Se podría volver la oración en pasiva? ¿Qué pasaría si pudieran unirse de nuevo las piezas en que se rompió el puzle, con una Castilla fuerte, aprovechando el eje principal de Madrid y con la salida al mar de Cantabria? Pues que posiblemente sería el mejor antídoto contra las sediciones que no cesan. Al reclamo del conocido tópico de: “Castilla entera se siente comunera”, se añadiría el de: “Castilla unida, ni vieja ni nueva”. En esa Castilla, ahora utópica, jamás se habría producido el intento no menos utópico de Segovia para acceder a su autonomía provincial, convertida hace cuarenta años, por mor de las circunstancias, en el Pepito Grillo de la España autonómica.

En cualquier caso, mil gracias Lorenzo, por venir a blandir tu lanza en forma de pluma, con la que asumes tan esplendida como caballerosamente la defensa de un ideal, tan necesario para los castellanos como incomprendido por aquellos que no sienten amor por esta tierra.

martes, 31 de agosto de 2021

El Cerro de los Moros (Fernando Sánchez Dragó)

 

El Cerro de los Moros

Fernando Sánchez Dragó

Salvajada en ciernes. Está en marcha, aunque quizá aún sea posible detenerla.

En Soria, la capital del alto Duero, la cabeza de Extremadura, la noble villa de los Doce Linajes, están a punto de levantar en las faldas del monte de su castillo, frente a la ermita de San Saturio, en el cogollo de la curva de ballesta cantada por Antonio Machado, treinta bloques de edificios de seis plantas que servirán de conejera a mil trescientas sesenta viviendas. Casi nada. Se dice pronto. Cuesta trabajo creer que a estas alturas, después de tanto gorjeo y cacareo sobre la España Vaciada, pueda asestarse semejante cuchillada al corazón de uno de los enclaves paisajísticos, históricos, religiosos, legendarios, literarios, monumentales y sacramentales más significativos de nuestro devenir, de nuestra geografía y de nuestro imaginario.

Esa zona se llama Cerro de los Moros, topónimo del que nadie hablaba hace cosa de un año. Yo, por ejemplo, no lo conocía. Ahora lo conocen todos los sorianos. Cunde entre ellos el estupor y la indignación. No es para menos. El vecindario poco a poco se moviliza. Se han recogido ya ocho mil firmas con el propósito de llegar cuanto antes a las diez mil. Los sorianos de pro están dando la cara. Somos ya muchos los que, pluma en ristre, adarga antigua y lengua en astillero, nos estamos sumando a la protesta, firmamos manifiestos, elevamos instancias a las autoridades, publicamos artículos, ejercemos el derecho al pataleo y denunciamos la fechoría en la prensa, en la radio, en la televisión y en todas las tribunas puestas a nuestro alcance. 

¿No es un delito contra la tan discutible y discutida ley de Memoria Histórica permitir que la voladura del Cerro de los Moros llegue a término?

Llueve sobre mojado. Muy a finales de los años setenta a punto estuvo de suceder algo similar en el mismo paraje. Fue bajo el primer gobierno de UCD. Los ministerios de Cultura y de Obras Públicas, con el apoyo de las instituciones comarcales y municipales, aprobaron el tendido de una ciclópea y sofocante carretera de circunvalación que rodearía la ciudad y sobrevolaría (y sobreviolaría… Consiéntaseme el neologismo) el cauce del Duero entre el yacimiento templario de San Polo y la ermita de San Saturio, patrono de la ciudad. Soria entera y verdadera, hija de numantinos y termestinos, se convirtió en émula de Fuenteovejuna ante la inminencia de tan atroz desmán, cerró filas, borró diferencias, se encampanó, recurrió a la prensa, salió a la calle y se echó al monte –en el sentido casi literal de la expresión– para defender la integridad estética y ética, cultural y popular, literaria y legendaria,   folclórica y fiestera, del  conjunto geográfico y monumental que encandiló a Bécquer, a Machado, a Gerardo Diego, a Juan Antonio Gaya Nuño, a Clemente Sáenz y su descendencia, a Heliodoro Carpintero, a Julián y Javier Marías, a Peter Handke, a Santos Sanz Villanueva, a Emilio y Antonio Ruiz, a Manuel Villar Raso, a Avelino y Abel Hernández, a Carmelo Romero, a Juan José Peracho, a Julio Llamazares, a José Ángel González Sáinz, a Pelayo del Riego, a quien esto escribe y a tantos otros. Discúlpenme los que no menciono. No hay voluntad de ofensa ni de olvido.

La carretera, al cabo, no se construyó. Las autoridades políticas dieron la batalla por perdida y optaron por otra solución menos carnívora para el paisaje y para el paisanaje.

De no hacerse así me atrevo a proponer que el día 2 de octubre, festividad de san Saturio, Soria vuelva a salir a la calle, y yo con ella

Menester es que volvamos a hacer lo mismo. En esta ocasión, por lo que sé del asunto, el problema no es de malévola intención por parte de quienes tienen mando en plaza, sino meramente judicial, pecuniario y administrativo. Parece ser que en su día se adjudicó a una empresa constructora y promotora, de  ésas que tanto abundan al calor de las burbujas y los estertores inmobiliarios, el derecho, previo pago, a edificar en la zona de autos el barrio ahora puesto en solfa y que para impedirlo y salvaguardar la virginidad del monte amenazado bastaría con desembolsar cuarenta millones de euros. No es una cantidad inabordable en días de tanto dispendio como los que corren. Pónganlos el gobierno central o autonómico, la alcaldía, la Diputación, la Mancomunidad, la Banca, la Caja Rural, cualquier fundación, los filántropos de bolsillo lleno, los millonetis más o menos locatis, los partidos, el Obispado, Bruselas o el lucero del alba, pero póngalos alguien. ¿No es un delito contra la tan discutible y discutida ley de Memoria Histórica permitir que la voladura del Cerro de los Moros llegue a término? ¿Va la Unión Europea, que tanto presume de ecologismo y ambientalismo, a mirar al tendido desentendiéndose del toro que está en el ruedo?

De no hacerse así me atrevo a proponer, desde esta atalaya periodística, que el día 2 de octubre, festividad de san Saturio, Soria vuelva a salir a la calle, y yo con ella, y protagonice una pacífica asonada. Dicho queda. Difícil será que las personas de bien o los partidos políticos, unánimes por una vez, se opongan a esa iniciativa, que redundará en beneficio de todos y a nadie, por vía de indemnización y escrupulosa observancia de lo notarialmente acordado, perjudicará.

Posdata – Terminado ya este artículo y enviado a La Gaceta me informan algunos amigos de que el proyecto está prácticamente en vía muerta, de que en el Ayuntamiento se disponen a resolverlo con el carpetazo de rigor y de que los responsables de la empresa constructora se resignan a dar la batalla por perdida y zanjado un acuerdo que se remonta a muchos años atrás. No estoy en condiciones de verificar la información por mucho que me fíe de los amigos que me la transmiten, pero ojalá estén en lo cierto y el conflicto sea ya tan sólo una pesadilla que se desvanece.

lunes, 8 de febrero de 2021

“Segovia fue hacia la uniprovincialidad en legítima defensa”

 Entrevista a Jesús Fuentetaja Sanz, Jurista, investigador histórico y autor del libro ‘La Utopía de Segovia’

Marcelo Galindo -31 enero, 2021 - El Adelantado de Segovia.



Jesús Fuentetaja ante la estatua del comunero Juan Bravo. / N. Llorente

Aunando sus dos pasiones, la jurídica y la histórica, Jesús Fuentetaja Sanz ha puesto negro sobre blanco a uno de los momentos cruciales en la historia de Segovia, que fue el frustrado intento de conseguir la autonomía uniprovincial.

‘La utopía de Segovia’ es el libro que plasma el relato histórico escrito por un testigo presencial que vivió en primera persona el devenir de los acontecimientos que, en plena eclosión del sistema autonómico actualmente en vigor, estuvieron a punto de unir a la provincia en el mismo destino que otras como Santander, La Rioja o Murcia, pero los avatares y presiones políticas de la época frustraron este intento.

Editado por Librería Cervantes, el libro reúne datos, documentos e informes que desvelan las claves de aquellos hechos que ya forman parte de la historia de la provincia.

— Se ha escrito mucho sobre esta aventura uniprovincial que usted llama la “utopía de Segovia”. ¿Qué aporta este libro al conocimiento de este hecho?

­— Sobre todo, lo que creo es que aporta información y un enfoque distinto al que se ha venido manteniendo hasta ahora. Porque los enfoques historicistas que se han hecho hasta el momento han sido basándose en las consecuencias de un proceso que muere con la declaración de autonomía, pero que viene de atrás.

Así, se han centrado en el hecho de por qué Segovia iba hacia la uniprovincialidad y la conclusión es que se encaminaba a un sitio a donde no se podía ir y que cuatro pelagatos como los segovianos pretendían ser algo distinto a lo que deberían ser, y han venido a decirnos lo equivocados que estábamos. El análisis académico y doctrinal ha sido ajeno a nosotros por personas que proceden del otro lado del Duero, y yo quiero aportar una visión desde dentro, de alguien que lo vivió asépticamente, porque en ese momento era un administrativo de la Diputación que por mi mano pasaron todos los documentos que tramitamos, y archivamos.

Ahora estamos donde estamos, no podemos salir de ello, pero tenemos derecho a conocer la historia y a contar la historia de porqué estamos aquí, basada en hechos reales, ciertos y contrastados.

En el libro cuento una anécdota sobre el acta del pleno de la diputación del 31 de julio de 1981 que acordó el inicio del proceso autonómico. En esa época las vacaciones de agosto en los funcionarios eran sagradas porque no había ‘moscosos’, y el secretario de la Diputación no contaba con el acta transcrita de las intervenciones del pleno, y hasta que no las transcribimos con un magnetófono de ocho pistas del que yo era encargado, no podía irse, pero se fue unos días después. El presidente de la Diputación preguntó por el acta y le dijimos que estaba sin terminar por las vacaciones del secretario y ordenó que nos trasladáramos a Pontevedra con un conductor en un largo viaje de varias horas en un ‘Supermirafiori’ hasta su lugar de descanso un viernes por la tarde, con el consiguiente enfado del secretario, que tuvo que validar el acta del pleno porque el lunes quería trasladarlo a los ayuntamientos, y quería tramitarlo cuanto antes para que no pasara el plazo de seis meses.

Cuento esto porque es un proceso en el que me comprometí personalmente por mi trabajo, y por ello poseo información básica, y siempre he tenido presente que tenía que hacer algo con esto, por mi formación jurídica e histórica. Llegué a pensar en hacer una tesis doctoral, pero este libro me ha dejado tranquilo porque he cumplido con algo que llevaba años pendiente.

— En el caso de Segovia, el inicio del proceso autonómico ¿fue una decisión provinciana o provincialista?

­— Yo creo que fue una decisión provincialista. Uno de los objetivos era potenciar los municipios y las diputaciones. El abandono de los parlamentarios de UCD del Consejo General de Castilla y León se interpretó como una salida de pata de banco o una pataleta porque nadie salió a recibirlos en Burgos, pero lo cierto es que se hizo a una hora tardía y con retraso. Las relaciones venían desgastadas porque UCD en una asamblea general acuerda la aprobación de unos requisitos para participar en el proceso autonómico, que eran el respeto a la autonomía de los municipios, la potenciación de las diputaciones y el respeto a las comunidades de villa y tierra con principios de igualdad en la representación y solidaridad interterritorial entre las provincia. Con ello, estaban proyectando las bases de Segovia provincial, que ya pretendía una mancomunidad de diputaciones en 1919, que no era muy desencaminado con el informe de los expertos, aunque finalmente dan otras instrucciones que para nada se cumplieron.

La junta ha tratado muy mal a Segovia en este tiempo, la fidelidad de Segovia no ha sido correspondida por los gobiernos regionales a lo largo de la historia de la Comunidad

— Pero daba la impresión que Segovia remaba contracorriente en un proceso de eclosión del estado autonómico y como algo negativo.

­— Y así era. Así sucede cuando te opones a quienes quieren imponer una decisión que no respeta la voluntad de adonde queremos ir. Segovia siempre ha sido parte de Castilla y la castellanía de Segovia no se ha puesto en duda en ningún momento, pero la Castilla histórica que estaba integrada en el Estado de las autonomías queda rota por todos los lados, y sus trozos se desperdigan hacia el norte: Santander y Logroño se van, Madrid queda solo, y eso rompe muchos esquemas que llevan a preguntarse por qué nosotros nos dejamos llevar a un sitio en donde no sabemos si queremos o no queremos estar, y teníamos la duda razonable de cual era la mejor opción para asociarnos.

De hecho, los acuerdos de la Diputación no era el de ir solos, porque el desarrollo autonómico era incipiente y muy distinto al actual modelo, y lo que pedíamos era tener transferencias y poder hacer pactos y acuerdos de colaboración, mantener una independencia para decidir, y después asociarte, pero nunca quedar solo. Así, Modesto Fraile, al defender la ley de integración dijo: “no hemos estado defendiendo la uniprovincialidad, que fue un paraguas que se puso para evitar que pactos políticos llevaran a Segovia donde la constitución prohibía que fuera”.

Finalmente no salió porque el Ayuntamiento de Segovia y su alcalde López Arranz se pasó al otro lado. En marzo de 1980 adopta el acuerdo de abstenerse de participar en este proceso, y un año después cuando la Diputación iba a iniciar el proceso autonómico, hubo un pleno municipal con una moción socialista para pedir a las Cortes de Castilla y León la integración de Segovia al amparo del 144, y López Arranz con otros tres concejales votaron a favor de ello, por lo que el acuerdo de la Diputación nacía muerto.

Fue una puñalada de pícaro o una puñalada trapera. El PSOE tenía una estrategia de partido y cumplía las instrucciones a rajatabla, y en UCD, antes de parlamentarios de partido eran parlamentarios de su tierra, y el propio Modesto Fraile se jugó su carrera política.

La estrategia del PSOE era presentar mociones en los grandes ayuntamientos para evitar la mayoría de los ayuntamientos y del censo. A Cuéllar se le puso entre la espada y la pared, lo que provocó una reacción entre los vecinos que no querían romper lazos con Valladolid, la izquierda se organizó un acto días previos en el cine la Muralla de apoyo a la integración, con la participación del Mester. Y hubo un revuelo tremendo que obligó al alcalde a retractarse de su decisión, y finalmente dio marcha atrás.

— De este modo, la lucha por la uniprovincialidad ¿fue una causa o una consecuencia?

­— El proceso autonómico uniprovincial fue una consecuencia; a la uniprovincialidad se fue en defensa propia, en legítima defensa. Cuando se confirmó el informe de los expertos en 1981, que eran excelentes administrativistas, decidieron que el proceso autonómico no se podía parar, no había tiempo para meditar, y que pasaba de ser voluntario a ser obligatorio y que el que no se hubiese incorporado tenía que entrar por la fuerza.

Y cuando se inició el proceso autonómico, Segovia dijo ‘quietos y a esperar’, porque no sabíamos que nos interesaba más, si estar en Castilla y León, con Madrid o solos respetando nuestra identidad; el 143 daba cinco años para poder madurar esta decisión.

Después, el pacto UCD-PSOE determinó que Segovia tenía que integrarse a Castilla y León porque sí, y la UCD, a excepción de los oficialistas, dice que a la fuerza no, y por ello decidieron iniciar el proceso uniprovincial.

Segovia demandaba tiempo para pensar, no tenía claro si tenía que ir con Castilla y León o con Madrid. En 1976 hay un precedente con la creación de la comisión interadministrativa para la creación de una entidad económica y no política en torno a la región centro que incluía Madrid, Toledo, Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara, Ávila y Segovia con el fin de que los beneficios económicos de Madrid se expandieran en estas provincias, mientras que estas provincias aportan territorio; pero se quedó en agua de borrajas pero la gente en Segovia se quedó con ello.

Por razones históricas, hasta 1833 un tercio de la provincia de Madrid era de Segovia. Muchos ayuntamientos pertenecen ahora a la Comunidad de Villa y Tierra de Segovia, y lo llevan en su escudo, y en el escudo de la antigua provincia de Madrid está el acueducto de Segovia. El mercado segoviano va a vender sus productos a Madrid; las empresas y los empresarios tienen relaciones con en Madrid.

Es importante saber dónde está el cambio de ritmo en este proceso, y es el 23-F el que cambia el paso. Con ocasión del Golpe de Estado, para intentar calmar a los militares se les dijo que el proceso autonómico no iba a separar a las regiones sino que íbamos a pasar de un estado centralista a uno autonómico, y en ese sentido era café para todos. Lo que antes era un derecho se convierte en un deber por el interés nacional subyacente para garantizar que España no se va a romper.

Por ello, el tiempo de Segovia para reflexionar se terminó, y no pasó nada distinto a otras provincias como Almería, donde se inventaron una ley que sustituía la voluntad popular por lo que decidieran sus representantes.

El comportamiento de la Junta con Segovia se asemeja mucho al que tuvo Carlos V con los nobles comuneros que apoyaron a Juan Bravo

— Segovia nunca ha sido bien tratada por los gobiernos regionales en su historia. ¿Se nos pasa factura por este conflicto?

­— Es posible. Yo a mis allegados les digo que el comportamiento de la Junta con Segovia se asemeja mucho al que tuvo Carlos V con los nobles comuneros que apoyaron a Juan Bravo, que no solo les quitó sus haciendas, sino que desmochó sus escudos de armas, dejando su marca.

La Junta ha tratado muy mal a Segovia en este tiempo, la fidelidad de Segovia no ha sido correspondida por los gobiernos regionales a lo largo de la historia de la comunidad.

En Burgos está la sede del TSJ, en León la del Procurador del Común y el Museo de Arte Moderno, en Palencia el Consejo de Cuentas, en Zamora el Consejo Consultivo y el Museo Etnográfico, en Salamanca está la filmoteca y en Segovia no hay ninguna, solo el centro ecuestre; no sé con qué sentido si para enseñarnos a ser jinetes o a ser montura.

¿Cómo nos hubiera ido a Segovia siendo uniprovincial? Yo tengo una formación jurídica e histórica, pero no tengo vocación de ser adivino, no lo sé, pero lo que sí que sabemos es cómo estamos ahora, cada segoviano debe pronunciarse si se considera bien tratado por la Junta.

Han venido muy poquitas cosas a Segovia e incluso instalaciones y edificios de la Junta que les llegaron del paquete de transferencias del Ministero de Cultura se han negado a Segovia.

— En la actualidad, hay partidos regionalistas o provinciales que tienen representación parlamentaria o incluso responsabilidades de Gobierno en sus regiones. ¿Esto sería posible en Segovia? ¿De qué dependería su éxito?

­— Si lo hacen ahora y lo abanderan con proyectos como un segundo hospital o la radioterapia, no lo sé… no soy adivino, teniendo en cuenta los precedentes de dónde venimos y lo que nos está pasando. En Segovia nos dio fama la lana de las ovejas merinas, pero ahora los segovianos nos estamos comportando como borregos, vamos a donde nos llevan y con muy poca respuesta ciudadana, agachamos la cabeza.

La partitocracia parece que se ha roto para bien o para mal, pero no sé si habría mercado para todos. No creo que fuera una fuerza dominante pero podría tomar decisiones contando con ellos, como en el actual gobierno estatal. Una fuerza política seria, que no quiera vivir de la política, podría ser posible en un primer momento, pero entrarían en la dinámica de cualquier partido, me temo.

Castilla y León es una región basada en un hecho geográfico que es la cuenca del Duero, de Valladolid, que está en el centro, necesita que en su seno aflore un poder político que atraiga el económico y precisa de un amplio territorio donde ejercer el primero para administrar el segundo. Creo que no hay sentimiento regional castellanoleonés, o te siente castellano o leonés, y eso es un poco lo que está forzado desde Valladolid.

martes, 2 de febrero de 2021

La Utopía de Segovia ya a la venta



541 páginas. Precio: 20 Euros.

A la venta en Librería Cervantes: Calle Cervantes 14, 40001 Segovia.

Por Internet:  https://libreria-cervantes.com/

miércoles, 20 de enero de 2021

Las comunidades de Villa y Tierra contarán en la ordenación territorial

 El Adelantado de Segovia. 6-Oct-2020

El vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, mantuvo ayer una reunión en la Diputación sobre la reforma de la normativa de 2013, que atenderá las peculiaridades de cada zona y a las administraciones locales

Las comunidades de Villa y Tierra tendrán voz en la reforma de la ley de ordenación del territorial. El vicepresidente de la Junta de Castilla y León, portavoz y consejero de Transparencia, Ordenación del Territorio y Acción Exterior, Francisco Igea, aseguró ayer que la nueva normativa admitirá “las peculiaridades de cada territorio, como en el caso de Segovia, las comunidades de Villa y Tierra, que seguro van a tener un buen encaje en esta reforma de la ley de ordenación del territorio, que esperamos poder llevar a cabo en esta legislatura, antes del verano”.

Igea mantuvo ayer en Segovia un encuentro institucional con el presidente de la Diputación Provincial,  dentro de la ronda de reuniones que está celebrando con todos los presidentes provinciales en torno a la flexibilización planteada por la Junta para que los municipios de Castilla y León puedan conformar mancomunidades de interés general tanto en el ámbito urbano como el rural.

Miguel Ángel de Vicente agradeció la visita de Francisco Igea “porque nosotros siempre hemos creído que la ordenación del territorio se debe hacer de abajo a arriba, teniendo en cuenta las inquietudes, pareceres y realidades de los territorios”. En este sentido, De Vicente aseguró que “tiene que ser trasladada por los ayuntamientos y las diputaciones; por eso, retomar la ordenación del territorio desde la sintonía siempre será bienvenido en esta Diputación”. El presidente provincial ha añadido que “creemos que la ordenación del territorio tiene que ser algo más que la ordenación de los servicios que presta la Junta en el territorio, tiene que ser la realidad de los propios servicios que prestamos, por eso vamos a trabajar y a cooperar con la administración regional para conseguirlo”.

Por su parte, el vicepresidente de la Junta ratificó las palabras de Miguel Ángel de Vicente porque “esta ley de ordenación del territorio está bloqueada desde hace años, porque parecía imponerse de arriba a abajo y no de abajo arriba, y creemos que la política ha de hacerse desde el territorio, hablando y trabajando con los alcaldes”. Lo que se pretende, explicó, es que “asegure unos servicios de calidad y eficientes, por lo que no puede ser algo impuesto sino respetado, trabajado y hablado”.

De un modo más específico, debe recordarse que uno de los objetivos es modificar los espacios territoriales –sobre todo, los rurales–, que deberán reunir una serie de criterios, y que constituirían la referencia espacial y el parámetro básico para efectuar la ordenación territorial en la que deberían converger progresivamente los servicios públicos prestados por la Junta. Al mismo tiempo, se plantea la constitución efectiva de las mancomunidades de interés general, tanto urbanas como rurales, fruto de la asociación voluntaria de municipios para la gestión común de servicios y obras de interés local.

Por otro lado, el pasado mes de agosto, el director general de Ordenación del Territorio y Planificación, Antonio Calonge, que también estuvo presente en la reunión, junto al vicepresidente de la institución provincial, José María Bravo, el diputado de Acción Territorial, Basilio del Olmo y el delegado territorial de la Junta, José Mazarías, remitió una carta a todos los alcaldes de localidades de más de 20.000 habitantes de Castilla y León, para anunciarles algunas de las medidas de flexibilización de la actual LORSERGO –Ley 7/2013, de 27 de septiembre, de Ordenación, Servicios y Gobierno del Territorio de Castilla y León- para que se agilice la constitución y puesta en marcha de mancomunidades de interés general.

El vicepresidente regional expuso que “las facilidades que ahora propone el Gobierno autonómico presentan una doble vertiente. Por un lado, que una mancomunidad de interés general rural pueda estar encabezada por un municipio del área funcional estable, sin tener por qué quedar bloqueada la iniciativa en el caso de no haber interés manifiesto por parte de aquel de mayor población, si bien su incorporación conllevaría la reconsideración de dicha MIG como urbana y poder acceder así a los beneficios derivados de tal cambio. Y, por otro lado, se valora la realización de modificaciones legales para que una mancomunidad de interés general urbano quede conformada por el municipio de mayor población y un porcentaje de los municipios colindantes”.

martes, 5 de enero de 2021

Santos segovianos para tiempos de pandemia: Alfonso Rodríguez

JESÚS FUENTETAJA SANZ -  El Adelantado de Segovia -1 noviembre, 2020



San Alfonso Rodríguez, Catedral de Segovia. Kamarero.

Pretendía escribir hoy sobre otras cuestiones, con las que pudiéramos olvidar momentáneamente el calvario en el que estamos sumidos y en donde parece imposible dar comienzo un artículo, sin hacer referencia a lo que el lector espera leer, aunque no le queden apenas ya ganas, ni siquiera intenciones para hacerlo; saturado, como debe estar, con la sobreabundancia de información acerca del innombrable mal, que sigue sobrevolando con su amenaza sobre nuestras cabezas. También posiblemente cansado de no entender las decisiones que vienen adoptando nuestros dirigentes, que cada vez dan tanto miedo con lo que hacen, como con lo que intentan evitar hacer ¡que se equivoquen los demás!

Me parecía oportuno distraerme de las preocupaciones que venimos soportando, hablando, por ejemplo, del ciclo festivo de San Frutos, que todos los años nos congrega en el trascoro de la catedral con su célebre villancico y que este año se le ha sacado a pasear al aire ¿más saludable? de la Plaza Mayor. Pero resulta que de San Frutos ya habló y bien el pasado domingo y en estas mismas páginas, el maestro Antonio Horcajo, como suele hacer siempre que nos viene a recordar episodios de la historia de Segovia. Segovia, a la que añora desde su domicilio madrileño, imaginándose con la contemplación de los árboles del Retiro, que son los pinos de Valsaín los que aparecen ante su vista.

Leyendo el documentadísimo artículo de Antonio, caí en la cuenta que al igual que a los seis días de Nochevieja vienen a visitarnos los Reyes, aunque solo para los que seguimos creyendo en ellos; seis días después de San Frutos le llega el turno a otro santo segoviano: Alfonso Rodríguez, que junto a los dos hermanos del eremita: Valentín y Engracia, constituyen todos el cuarteto de nuestra particular hagiografía segoviana, si no incluyéramos en ella a San Geroteo, el primer obispo de Segovia según la tradición, aunque seguramente de origen helénico. El día 31 de octubre celebra la iglesia católica la festividad de San Alonso o de San Alfonso Rodríguez, que de las dos maneras es conocido por tratarse de dos variantes casi imperceptibles del mismo nombre. Fue un 31 de octubre del lejano año de 1617 cuando Alonso/Alfonso cerró los ojos a su vida terrenal en la lejana Palma de Mallorca, a donde su vocación de siervo del Señor le había llevado treinta y dos años atrás, para hacerse cargo como coadjutor de la portería del colegio de los jesuitas de Monte Sión, puesto que por la tardía edad con la que afrontó su vocación religiosa, fue rechazado para recibir las órdenes mayores: “Si no podemos admitirle como sacerdote, admitámosle como santo”, comentó el rector del seminario de los jesuitas de Valencia en donde finalmente recaló, después de no haber sido admitido en el de su Segovia natal y momentos antes de embarcarle para la isla de Mallorca.

La premonición se cumplió y en aquella portería encontró abierta nuestro paisano la puerta por la que se accede a la santidad. Allí se convirtió en el santo de lo cotidiano, de lo que sucede cada día, del servicio diario a la fe que profesó; sirviendo a Dios a través de los demás a quienes trataba como si el mismo Jesucristo hubiera vuelto a la tierra. “Ya voy, Señor”, contestaba a cualquiera que se acercara a llamar a su portería. Fue canonizado el día 15 de enero de 1888 por León XIII, el primer Papa que promulgó una encíclica de contenido social (‘Rerum Novarum’) y después de que concluyera un lento proceso de beatificación, retardado por los enfrentamientos surgidos por entonces entre los jesuitas y el Papado, que acabarían con la supresión de la Orden por Clemente XIV en 1773. Hubo que esperar al restablecimiento de la Compañía por Pio VII, ya entrado el siglo XIX, para que León XII le pudiera proclamar beato el día 31 de julio de 1824, en que se celebraba la fiesta de San Ignacio de Loyola. La ciudad de Segovia celebró con toda solemnidad la subida a los altares de Alfonsus, nombre latinizado con el que aparece en el Decreto de Canonización. ¡Hasta novillos se corrieron en la Plaza Mayor!, sin que faltaran voladores, fuegos artificiales, luminarias y me imagino que tampoco los churros y buñuelos, que aportarían un olor diferente al de la santidad que se celebraba.

Había nacido Alfonso en Segovia en torno al año 1531 y durante algún tiempo vivió en la casa familiar de la plaza de Día Sanz, en donde una placa de cerámica recuerda ahora este hecho. Al producirse la muerte de su progenitor, tuvo que dejar los estudios en Alcalá de Henares para hacerse cargo del negocio de fabricación de paños que regentaba su familia. Luego se casaría y tendría hijos, pero las desgracias se fueron precipitando una tras otra. La crisis del mercado de la lana a mediados del siglo XV, arruinó su negocio; luego fallecerían su mujer y sus hijos y es a partir de aquí cuando brota en él la semilla que había sembrado en su pubertad el cofundador de la Compañía de Jesús, Pedro Fabro, durante su estancia en Segovia. Fabro se habría hospedado en una alquería propiedad de los padres de Alfonso cercana a la ciudad, posiblemente próxima al barrio del Sotillo de la Lastrilla, cuya iglesia está puesta precisamente bajo la advocación del santo. A todas estas desgracias debe añadirse la propia circunstancia de verse obligado a salir de su tierra para poder cumplir su vocación. ¿A que nos suena esto? ¿Cuántos segovianos a lo largo de nuestra historia se han visto obligados a seguir los pasos del santo, para encontrar fuera lo que aquí se les negaba?

La vida y la obra de San Alfonso están fundamentadas en hechos ciertos y verídicos, que no precisan de leyendas ni de tradiciones para fundamentar su contenido. Hace tres años, con ocasión de cumplirse el cuarto centenario de su muerte, la Diócesis de Segovia elaboró un amplio programa de actividades para dar a conocer entre nosotros las bondades de una y otra, que concluyeron con la edición de un libro recopilatorio de más de trescientas páginas y con la instauración de un premio anual que lleva su nombre, que permita reconocer la trayectoria de aquellas personas, que con una labor callada, hubieran dedicado su tiempo a las tareas de colaboración con la acción pastoral de la Iglesia y a favor de la sociedad religiosa segoviana. La entrega del premio se realiza el mismo día 31 de octubre y este año se cumple ya la cuarta edición. En esta ocasión, será entregado, a título póstumo, a los familiares de Pilar Jiménez Huertas, feligresa de Palazuelos de Eresma, fallecida hace unos meses atrás.

Otra distinción se echa en falta, y es que muy bien a San Alfonso/Alonso Rodríguez podrían acogerle como santo patrón protector aquellos segovianos que, como él, emprendieron la égida de estas tierras. Estoy seguro que no encontrarían a nadie que comprendiera mejor sus cuitas. Tampoco estaría de más que el santo del barrio de El Salvador pudiera ayudar temporalmente ahora con esto de la pandemia. Podría convencer a Frutos, Valentín y Engracia, para ir juntos a consultar a Roque, que ya tiene experiencia en estas cosas y podría aconsejarles cómo proceder mejor para la ocasión.