El Adelantado de Segovía, 21 octubre de 2019.
Carlos Arnanz Ruiz (*)
A los lectores de El ADELANTADO este nombre no les dirá nada. Tal vez algún avispado lector recuerde unos versos que este poeta dedicó a Segovia hace ya tiempo. Fueron publicados el 24 de noviembre de 1976 en este diario en la sección “Un minuto de poesía” y escritos en 1965.
Estos versos decían: “El viento baja y se va- baja y se va de la sierra:- Iluminando la tierra- que a su paso se le da.” = “Así también, como el viento,- baja el amor y se aleja:-Discreto llega y te deja-la brasa de su tormento.”=”Cuando despierta la aurora- tu corazón se hace mundo:-Nos deja y marcha errabundo,-entre los pinares llora”=“De la sierra baja el viento.-Baja y se va. De la Sierra”
Esta y otra poesía también relativa a Segovia y que tuvo la gentileza de dedicarme con letra impresa, están publicadas en su libro más importante titulado “De Paso y Travesía” (1970). Carlos Zipfel y García es uno de los poetas más destacados de Guatemala. Precisamente el venidero día 18 de noviembre de este año, se le hace un homenaje nacional que promueven la Universidad de San Carlos de Guatemala, La Dirección General de extensión Universitaria, la Biblioteca Central y la Editorial Universitaria.
Los actos se contienen en el Segundo Festival de Poesía que se le dedica con ocasión del Día Nacional del Escritor Guatemalteco. Como es conocida por los organizadores mi vinculación especial con este escritor a lo largo de más de cincuenta años, se me ha invitado a participar en la distancia porque a estas alturas de mi vida no anda uno para viajes de tan largo recorrido.
En otro momento si me hubiera desplazado, es más, siempre lo tuvimos mi esposa y yo como un sueño pendiente. Pero ahora que ésta ya no está, difícil me resultaría realizar un sueño que siempre estuvo concebido para los dos. Más, vayamos por partes.
Una tarde de finales de los cincuenta entré en el Antiguo Café de Levante, en La Puerta del Sol de Madrid, a la izquierda de la Real Casa de Correos que es la del reloj. Algunas mesas estaban ocupadas y la mayoría vacías. Tomé una. En otra, a mi izquierda, fumaba impasible una prostituta esperando sabe Dios a quien. A mi derecha y en otra mesa aledaña, un joven escribía apresuradamente en un papel.
Al cabo de unos instantes le pregunté si era escritor y me respondió que si. Andábamos ambos por los veinte años. Y a partir de entonces se inició medio siglo largo de amistad. Una amistad rota por su trágica muerte, hace dos años. Parece ser que un cortocircuito tuvo la culpa de que el poeta muriera calcinado en su casa.
Este importante escritor guatemalteco, nació en 1937 en la ciudad de Guatemala. Estudió en Guatemala, Italia y España y recibió numerosos premios literarios. Algunas de sus obras más importantes de su larga biografía son Elegía de Junio, Poesía sin Motivo, Carta de Amor para la Antigua Guatemala, Sobaré los Huertos del día y principalmente el magnífico y entrañable libro De Paso y Travesía con más de dos centenares de poemas.
En 1950 se inició en la literatura (curiosamente igual que yo, a los trece años) y en 1954 funda El Café Literario y la revista Guatemala Comercial. Este segundo título nunca me gustó. Pero tuve que acostumbrarme a él cuando sus páginas acogieron cálidamente mis primeros artículos. ¡Que experiencia ver mi nombre junto al premio Nobel Miguel Ángel Asturias! ¡Con cuanta expectación aguardaba la llegada de cada uno de los dos o tres números que Zipfel editaba al año! Hoy ambos títulos y el de la asociación Moira a la que perteneció son legendarios y podría decirse que hasta venerados.
Zipfel visitó Segovia en varias ocasiones y principalmente hablábamos de literatura. Recorrer la ciudad también tuvo su tiempo. Yo sabía que él andaba en pasos revolucionarios, de hecho a un hermano suyo le mataron los “milicos” a tiros y sus exilios de Guatemala fueron frecuentes. Pero mi culto a la amistad estuvo siempre por encima de las ideas, sean estas las que fueren. Y en este caso siempre nos mantuvimos al pairo. Y jamás me impuso censura.
Quiero recordar que, entre los artículos que publiqué en su revista, hubo uno titulado “Carta a los españoles del dolor y del llanto” que no tuvo respuesta contraria por nuestros queridos paisanos del exilio. Y llegó el momento en el que, para uno libro que titulé Relatos de la Desesperanza, le pedí un prólogo que me envió en abril del 89 desde San José de Costa Rica.
Este libro, aunque impreso por la Editorial Tierra de Fuego, de Madrid, lleva el sello de El Café Literario, publicaciones selectas. Guatemala-Costa Rica.
Mi esposa era una lectora asidua de sus poemas. También me acompañaba a veladas poéticas, preferentemente en Madrid. Sus hermosos ojos verdes solían inundarse con las rimas de Zipfel al que el reputado escritor guatemalteco César Brañas calificó de “verdadero poeta”.
En los primeros tiempos veinteañeros, Carlos Zipfel me invitó un 15 de septiembre a la recepción que la Embajada de Guatemala celebra con ocasión del Día Nacional de este país. Centenar y medio de personas conversaban animadamente en una sala no muy grande. Como no conocía a nadie me entretuve en mirar unas figuritas que había en una vitrina. Se me acercó una nena de unos cinco años y me preguntó que si me gustaban. Le dije que sí. Y me explicó su representación más genuina. En éstas, se acerco el embajador que era su padre y mantuvimos una animada conversación, tras la que me fue presentando a varias personas de la reunión.
Noté que allí todo el mundo era importante y curiosamente atrajo más la atención el hecho de ser segoviano que las demás circunstancias que pudieran revestirme. Tanto es así que un diplomático, cuyo nombre no recuerdo, así como el país al que por su parte representaba, se plantó delante de mí y me dijo que acababa de recibir de la editorial un libro con poemas suyos y que le gustaría escuchar algunos con la dicción de mi castellano de Segovia. Esto sería al finalizar la recepción.
Me pareció bien pero antes de ir a su casa con un grupo de personas de las allí presentes, tuvimos que cumplir con cierto ritual que consistía en “tomar la última” en un bar donde solía ir Unamuno de paso por Madrid.
Y claro cuando quisimos recordar eran las tantas. Y al llegar al domicilio del poeta en el Parque de las Avenidas que entonces andaba por donde Pinocho perdió el mechero, tuvimos que entrar como furtivos para no despertar a los patojos (1) Y así, con la mínima voz posible, comencé a leer los poemas del diplomático, con el agrado de la concurrencia.
Yo notaba un ruidillo a mi espalda pero concentrado en no distraerme no le di importancia. Solo al final me di cuenta de que nuestros propósitos de no hacer ruido habían fracasado y que, poco a poco, se habían ido incorporando, familiares, personal de servicio, patojos… Nunca se me olvidará que los aplausos que se me ofrecieron al final, fueron los primeros que he recibido en mi vida.
Para terminar, les ofrezco unos humildes versos que he compuesto para mi intervención en el homenaje del día 18. Como no voy a viajar a Guatemala, he convenido en remitir un video con mi modesta aportación para el caso. Y como colofón sumo estos versos que no hace falta ser muy avezado para ver que están muy por debajo del arte de mi tocayo Carlos Zipfel y García. Pero, eso sí, llevan todo el sentimiento que el caso requiere.
A CARLOS ZIPFEL Y GARCÍA, VERDADERO POETA.- Siempre quisimos ir.- mi esposa y yo a Guatemala.- pero nunca pudo ser.- por diversas circunstancias.= Después de muchos años.-se presenta la ocasión.- pero Sita ya no vive.- y se quebró mi ilusión.= Se me pide mi adhesión.- a este homenaje suplido.-que Guatemala tributa.- a nuestro amigo perdido.= Carlos Zipfel y Garc ía.-poeta y escribidor. Cultivó también la amistad.- Fue mi primer editor.= No es posible enviar.- el cálido aplauso de Sita.- cuyos bellos ojos verdes.- fueron cauce de sus rimas.=Vayan en la distancia.-estos sentidos versos.-que de la obra de Zipfel.- apenas son un remedo.
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(*) Académico Honorario de San Quirce.
(1) Patojo es como se le llama al niño en Guatemala.