DECLARACIÓN DEL SIMPOSIO.
Tiermes – Caracena - Tarancueña, 9 de Agosto 2019
El
Centro de Estudios Castellanos ha celebrado este Simposio bajo el título: HACE
100 AÑOS: REGIONALISMO EN CASTILLA, en
el Yacimiento Arqueológico de la ciudad
celtíbero-romana de Tiermes y en la Villa de Caracena, cabeza de una Comunidad
de Villa y Tierra, uno de los territorios más despoblados de la España despoblada. Lo ha hecho
recordando la memoria de Luis Carretero y Nieva, al cumplirse el Centenario de la composición de
su libro sobre “la Cuestión Regional de Castilla la Vieja – El regionalismo
Castellano” en la aldea de Tarancueña,
en 1917, y que es considerado el
Padre del Regionalismo Castellano; haciendo memoria, igualmente, de los
trabajos posteriores de su hijo Anselmo Carretero Jiménez y Manuel González
Herrero que continuaron su pensamiento.
La
mirada al Regionalismo de cien años atrás, al proceso de formación de la España
de las Autonomías y al momento actual, nos lleva a afirmar:
1.
La necesidad de luchar por la recuperación cultural, cívica y material del
pueblo castellano; el reconocimiento, afirmación y desarrollo de la
personalidad de Castilla como entidad colectiva – toda y sola Castilla - en el
conjunto de los pueblos de España. Seguimos pensando que fue un error y una
injusticia la creación de Comunidades como Castilla y León y Castilla-La Mancha, que no respetan la
identidad y unidad de Castilla, y que han provocado que Cantabria, La Rioja y
Madrid formaran su propia Comunidad Autónoma; y que las otras provincias
Castellanas fueran anexionadas unas al
Reino de León y otras al de Toledo-La Mancha, quedando así, Castilla,
dividida en cinco trozos.
2.
Han pasado más de treinta años de la España de las
Autonomías, y es tiempo de revisar para ver lo que se hizo mal, corregir
excesos de los nacionalismos cada vez más en el resbaladero del separatismo, y
buscar un mejor equilibrio entre la legítima afirmación de la propia identidad
y la necesaria solidaridad en la unidad de España.
En el momento actual, se levantan voces clamando por la revisión del Estado
Autonómico. Piden estas voces: “reordenar el modelo autonómico” y “evitar la
destrucción de la unidad estatal”. Y esto, no sólo por necesidad económica,
sino por la propia supervivencia de nuestra democracia que necesita conjugar
mejor los principios de autonomía y solidaridad, y salvaguardar la libertad y
los derechos de todos. Nuestra Autonomía de Castilla y León no ha solucionado
los problemas de las provincias más pobres y despobladas, sino que nos ha traído
un nuevo centralismo son sede en Valladolid.
3.
Se oye hablar de suprimir las Diputaciones. Por el
contrario, desde Soria y desde el estudio de nuestra identidad castellana,
nosotros pensamos que en Castilla la mejor solución al centralismo hubiera sido
– y puede ser en el futuro, tras una revisión del Estado de las Autonomías -
una unión o federación de Diputaciones. Las Diputaciones son imprescindibles en
un territorio en el que los municipios apenas si tienen una mínima capacidad de gestión por si mismos
y en donde la Corporación Provincial se constituye en la práctica, en el
Ayuntamiento de todos los Ayuntamientos de su provincia. No en vano, el
Presidente y los Diputados tienen que ser, por imperativo legal, necesariamente
Alcaldes o Concejales de sus respectivos municipios.
Otras cuestiones de no menor importancia nos llevan a mantenernos firmes en
su defensa, porque las provincias actuales, con sus Diputaciones, cumplen actualmente una función
vital, como elemento de compensación territorial para equilibrar la acción
disgregadora de las Comunidades Autónomas. Frente a éstas que tienden a
profundizar en aquello que nos diferencia y persiguen resquebrajar finalmente
el Estado, las provincias y las Diputaciones con ellas, siguen manifestándose
fieles al todo en el que están integradas y al Estado del que forman parte desde su formación
en el año 1833. No existe vocación separadora en las provincias, por el
contrario sirven al Estado con la clara intención de cohesionarle, como siempre
han hecho. Son los nudos más sólidos de la red estatal. Si se quiere descoser
finalmente la nación española el mejor procedimiento sería el de eliminar la
provincia como división territorial y con ello su función mediadora y de
contrapeso al mayor empuje disgregador,
si no secesionista, de las Comunidades Autónomas actuales.
4.
Se ha cumplido también, en este año, el centenario de
la redacción de las Bases de Segovia, que fueron aprobadas en esa ciudad el día
25 de enero de 1919, por los representantes de las Diputaciones Provinciales de
Ávila, Burgos, Logroño, Santander, Segovia, Soria, Valladolid y Zamora. En ella
se declaraba su oposición a que ninguna
región obtuviese cualquier tipo de autonomía que mermase la soberanía española.
Pero también en aquellos acuerdos se clamaba, al mismo tiempo, por la
descentralización económica y administrativa a favor de los municipios y de las
provincias. De esta manera se introdujeron en su redacción, fórmulas que
garantizaban el derecho a la autonomía municipal, provincial y regional. Por
ello, con ocasión de conmemorarse dicha efeméride y en consonancia con el
espíritu inspirador de aquellas Bases, el Centro de Estudios Castellanos
considera necesaria la aplicación del principio de subsidiariedad,
como consecuencia inmediata, además de
los de descentralización, desconcentración y coordinación establecidos en el
articulo 103.1 de la Constitución, para que los servicios públicos sean
prestados de forma autónoma por las Administraciones más cercanas a los
ciudadanos, traspasándose para ello las competencias y recursos que fueren
necesarios. Especialmente, demandamos el uso de las Diputaciones Provinciales
como elementos de ejecución de las políticas implantadas por las Comunidades
Autónomas, como así se aconsejaba en el Informe de los Expertos de mayo de
1981.
5.
Hemos celebrado este Simposio en uno de los
territorios más desiertos de la desertizada provincia de Soria. La división
provincial actual se
creó al servicio del centralismo del Estado, y trajo consigo la desaparición de la
histórica organización territorial castellana, en Comunidades de Villa y Tierra
y Merindades, la mejor
representación de nuestra identidad
socio-económica y cultural.
Fueron estas comunidades el instrumento político, jurisdiccional, económico
y social, en que se apoyó la ingente tarea de repoblar y colonizar los territorios
reconquistados al Islam. Las que en otro tiempo fueron baluartes fundamentales
de la Castilla histórica son hoy meras agrupaciones residuales, que han perdido
aquel significado político, quedando limitadas a la administración de sus bienes,
aquellas que han mantenido algo de su extenso patrimonio común.
Sin embargo, algo queda en las poblaciones integradas en sus antiguos
territorios: sus habitantes han heredado del pasado ese carácter solidario que
otorga la utilización de los bienes comunales, aquellos que son de todos porque
a todos han pertenecido y todos tienen el mismo derecho a su aprovechamiento y a
su disfrute. Es el nexo común que ha unido a los castellanos de cualquier época. Es el espíritu colectivo de
pertenencia a un pueblo, ahormado por el
recuerdo subconsciente del paso de la historia que jamás podrán arrebatarle y
que se resume en el conocido aforismo de que “nadie es más que nadie”.
6. Desde el Centro de Estudios Castellanos, pretendemos recuperar este
espíritu solidario y comunero, que aún pervive en las viejas Comunidades y
creemos necesaria su recuperación para que participen en la vida política y
social de la Castilla que añoramos y en la que creemos, como el baluarte más sólido
de su historia y referencia de lo que no deberíamos dejarnos arrebatar. Por
ello nos preguntamos ¿Cuál podría ser el papel actualizado de estas añejas
instituciones? ¿Ubicadas en un escalón
intermedio entre los Ayuntamientos y las Diputaciones?
Respetando esta premisa, se las debería dotar de las infraestructuras y de los
recursos adecuados, para que retornaran a su seno aquellos usos y costumbres
democráticos que constituyeron sus señas de identidad más reconocibles. No
debería desdeñarse la utilidad de las Comunidades de Villa y Tierra y Merindades castellanas, como organización territorial
histórica, en la lucha contra el mal de la despoblación que asola a la
mayor parte de Castilla. La propia Constitución
Española de 1978, en su Título VIII, plantea la posibilidad de crear
agrupaciones de Municipios, distintos a la Provincia, mencionando incluso el régimen
de “concejo abierto”, tan arraigado en Castilla.
7.
Desde el Centro de Estudios Castellanos, exigimos que
todas las Administraciones públicas aúnen esfuerzos para estudiar las
soluciones que puedan ponerse en práctica, no ya para luchar contra la
despoblación de Castilla, que es una batalla posiblemente ya perdida, al
haberse convertido en un hecho consumado, sino para implantar nuevas y dinámicas
políticas que fomenten una nueva repoblación de los pueblos castellanos. ¿La
tercera repoblación de la historia? Alguna de las medidas utilizadas en el
pasado podrían ser efectivas en el presente, como fue por ejemplo, la dispensa
en el pechar de los antiguos repobladores, lo que hoy vendría a ser el
establecimiento de beneficios fiscales para los nuevos moradores.
8.
Por último y como conclusión, en el Centro de Estudios
Castellanos nos reafirmamos en que lo que Castilla precisa es recuperar la
esencia de su historia y reagrupar todos aquellos territorios que siempre han
formado parte integradora de su ser. Recuperar la antigua Castilla, unida,
foral y comunera, sería el mejor servicio que podría prestarse a la nación
española. Sirva el ejemplo de Segovia, como último baluarte en la defensa de la
genuina personalidad castellana que se vio forzada a participar en una
autonomía en la que no creía porque se desnaturalizaba la esencia de Castilla,
herida en el alma al comprobar cómo se aventaban sus despojos territoriales a
los cuatro vientos. Recuperar todo lo que hace más de treinta y cinco años se
perdió. Madrid incluido, - sin que obste que la
ciudad tenga su Carta de Capitalidad-
que debería convertirse en la locomotora de la Castilla del
norte y del sur de la cordillera central, y en el bastión más sólido de la
unidad de los pueblos que integran la nación española.
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