Jesús Fuentetaja – El Adelantado de Segovia - 25 enero, 2020
Corren malos tiempos para la lírica del fútbol sala en Segovia. Del glamur de los momentos de abundancia, se ha pasado a la épica de la supervivencia, casi en tránsito hacia una dolorosa agonía. No es más que otra de las fatales consecuencias para la sociedad segoviana que nos trajo la desaparición de nuestra añorada Caja de Ahorros, que cual pastora excesivamente bondadosa y en época de vacas gordas, había seleccionado una de ellas, la más rolliza, para terminar de cebarla. Lo malo fue que al desaparecer el abundante forraje con el que se nutría, se produjo el cambio de época y sin él vino a transformarse en vaquilla, con el famélico aspecto que ahora presenta. No quedó del todo claro, si los piensos procedían del granero apartado para la publicidad de la entidad, o del reservado a nutrir los fondos de su Obra Social, destinado, a priori, a satisfacer otras necesidades distintas del mantenimiento de un equipo deportivo, altamente profesionalizado. Si a nadie le interesó saberlo en su día y si nadie, que yo sepa, se preocupó jamás de preguntarlo, no voy a ser yo ahora quien lo haga, bastantes situaciones traumáticas se han vivido en estos últimos años con los despojos de Caja Segovia, para abrir un melón que tiene toda la pinta de estar sobradamente pasado ya de madurez.
Esta situación, me refiero a las dudas existenciales presentes y me temo que futuras sobre la pervivencia del fútbol sala de élite en Segovia, nos han dolido en el alma a todos aquellos que vimos nacer esta criatura, hace la friolera de cuarenta años. Criatura a la que recibimos con todo cariño y entusiasmo y algunos, dentro de nuestras posibilidades y capacidades, nos comprometimos a cuidarla para que creciera sana y saludable hasta llegar a convertir a Segovia en una referencia del fútbol sala nacional y también internacional y, todo ello, gracias a la proyección y al impulso que alcanzó el equipo de Caja Segovia-La Escuela o viceversa, pero aupado inicialmente, que no se olvide, sobre los hombros de los demás equipos segovianos que formaban la base desde la que emergieron, como la punta visible de un iceberg.
Me refiero a todos los equipos que compitieron en la temporada 1982/1983, en la primera Liga Provincial Pro Federación Española de Fútbol Sala, que así es como se denominaba y de la que salieron proyectadas dos escuadras para representar a Segovia en la Primera Liga Nacional iniciada a la temporada siguiente. Estas fueron La Escuela (tiempo después La Escuela-Caja Segovia) y El CDA Vogue (antes Cromados Segovia). Ambas participaron o participamos, que algo tuve que ver con la última de las citadas, con muy diferente fortuna: La Escuela se consolidó en la categoría, iniciando una trayectoria que la llevaría más adelante a alcanzar los máximos objetivos deportivos; mientras que el Vogue no pudo ni supo mantenerse y regresó al año siguiente a competir en la división provincial, para disgusto de todos, pero especialmente de Félix y de Paco, que regían el establecimiento hostelero del mismo nombre y que patrocinaban el equipo. Nunca les agradeceremos bastante su colaboración, ni lamentaremos suficientemente que no se cumplieran las expectativas que con tanto entusiasmo nos hicimos. Alguna culpabilidad en aquel fracaso debo atribuirme, como responsable técnico del equipo que era.
La historia se había iniciado unos años atrás, en concreto entre 1979 y 1980, en que brotó con fuerza en Segovia el virus inoculado desde Madrid, precisamente por los componentes de La Escuela, equipo creado para participar en aquellas sesiones maratonianas del Palacio de los Deportes madrileño, que organizaba el CD Arquitectura y a las que dio proyección nacional el periodista José María García, desde las ondas, pero también desde el propio terreno de juego, al formar en torno a él, un equipo con reconocidos futbolistas ya retirados, entre los que destacaban los nombres de Amancio Amaro y Adelardo Rodríguez. Esta eclosión hizo que brotaran en nuestra provincia numerosos equipos para participar en los diversos torneos que empezaron a organizarse, casi siempre con algún fin benéfico y cuyos partidos se solían disputar en el viejo pabellón “Enrique Serichol”. Gran aceptación tuvieron los celebrados en la modalidad de 24 horas. Admitiendo que posiblemente no cite todos, uno recuerda gratamente los organizados a beneficio de ANDE, en 1980 y los dos de UNIFEC, en los siguientes años de 1981 y de 1982.
Digo que me trae buenos recuerdos, porque con la anterior denominación de Cromados Segovia resultamos vencedores de los tres torneos de 24 horas antes mencionados. De la final del último de ellos, en la que logramos imponernos al equipo de La Escuela por tres goles a dos, opinaba el cronista de este periódico, en información publicada el día 26 de abril de 1982, que: “quizás haya sido el mejor encuentro de fútbol sala que hemos presenciado en Segovia”, y que el equipo vencedor: “es, con mucho, el conjunto más regular en sus actuaciones de cuantos juegan en Segovia”. Mientras que el núcleo principal del equipo de la Escuela estaba formado por exjugadores de la Gimnástica Segoviana, el del Cromados-Vogue, lo integraban en exclusiva antiguos componentes del C.D. Acueducto. Esta circunstancia acentuó la rivalidad deportiva (aunque siempre sana) entre las dos formaciones que se proyectó en la cancha en todas las confrontaciones que tuvimos y que, con alguna excepción como la anteriormente reseñada, solían acabar con la victoria de los primeros.
En aquellos torneos se puso el germen para que se celebrara la primera liga provincial de futbol sala, que dio inicio en el mes de octubre de 1982, con la participación de los siguientes 16 equipos, que aquí cito por riguroso orden alfabético y como tardío homenaje a todos sus integrantes, verdaderos pioneros de este deporte en Segovia. Estos fueron: ADA Brujas, Anisa, Caja de Nava, Cromados Segovia, Don Camilo, El Molino, Hogar Tapicerías, La Escuela, La Hoja Blanca, La Tertulia, Lobos, Maderas Maybe, Masport, Minerva, Salem y Séptima Avenida. A todos ellos mi eterna gratitud.
jueves, 30 de abril de 2020
lunes, 27 de abril de 2020
Coronavirus: ¡Que pasen as correntes apestadas……Que pasen, que otras vendrán!
Jesús Fuentetaja
El Adelantado de Segovia, 17 marzo, 2020.
Afirmaba la excelsa poetisa gallega Rosalía de Castro en uno de sus poemas. Al menos esta peste del Coronavirus o como demonios se denomine en el argot facultativo, ha tardado algo más de cien años en visitarnos, desde que lo hiciera la última epidemia de similares características que durante algún tiempo se instaló, como maligno turista en nuestro país y a la que, injustamente, pusieron su nombre. Me refiero a la que fue conocida en todo el mundo como la Gripe Española y, que al igual que la actual, asoló Europa durante el bienio de 1918/1919. Digo que el nombre es injusto, puesto que su origen procedía de las penosas condiciones en que regresaron a sus respectivos países los excombatientes en la Primera Guerra Mundial, recientemente terminada y en la que España, como de todos es conocido, se mostró neutral en todo su transcurso.
Ciertos acontecimientos que se están ahora aquí produciendo, guardan algún paralelismo con los de entonces. Por ejemplo, el hecho de que miembros del actual Gobierno de España se encuentren ya tocados por la pandemia, me ha hecho recordar lo que sucedió en Segovia con los diputados provinciales, que afectados por aquella gripe, no pudieron asistir a finales de 1918 al pleno de la Diputación que debía aprobar una modificación presupuestaria, destinada a paliar, precisamente, los efectos de la enfermedad que habían contraído. Su ausencia hizo imposible dicha modificación por la falta de quorum necesario para su aprobación. Este hecho aparece reflejado en la obra del profesor Enrique Orduña Rebollo: “Evolución histórica de la Diputación Provincial de Segovia 1833-1990” y que, el que esto les cuenta, consideró oportuno incluir como un dato curioso, dentro de su colaboración para el libro conmemorativo del Día de la Provincia del pasado año 2019, que con textos de Diego Conte Bragado y de un servidor, y edición del primero, fue publicado por la Diputación de Segovia para dicha ocasión.
La historia ahora resumida que allí se contaba, da cuenta de que la Corporación Provincial, para anticiparse a los hechos y para que pudieran ser adoptadas las medidas de prevención necesarias, había acordado en Comisión, suplementar un crédito extraordinario en la cuantía de 50.000 pesetas, que se destinarían a las atenciones sanitarias que fueran precisas. Lo que sucedió es lo ya dicho y por los referidos motivos de salud de los diputados, no fue posible la aprobación del citado presupuesto extraordinario, sin cuyo trámite plenario no era posible disponer de esta cantidad.
Finalmente, la solución que hubo de adoptarse fue la de reducir la aportación inicial, puesto que aunque la epidemia si que afectara, entre otros, a un buen número de diputados provinciales, como ya hemos tenido ocasión de comprobar, resultó menos traumática de lo que las previsiones iniciales amenazaban. Así, en lugar de aprobar un presupuesto extraordinario se optó por realizar un ajuste en el del ejercicio 1918, autorizándose una transferencia de crédito de 8.000 pesetas al capítulo de Imprevistos, provenientes de la consignación del de Carreteras, concretamente de la partida destinada al pago de la construcción de un tramo de la de San Ildefonso a Peñafiel; así como de otras 1.500 pesetas, procedentes de un resto en el Capítulo 12, consignado para subvencionar la red telefónica provincial.
Confiemos que la pasada situación ocurrida en la provincia de Segovia no afecte en número suficiente a nuestros actuales mandatarios y que no impida al conjunto de las administraciones públicas españolas, adoptar las medidas que en todo momento sean precisas para atajar la preocupante situación por la que atravesamos. Esperemos que una vez adoptadas, pronto se cumpla el vaticinio de la gran Rosalía y pasen de una vez estos vientos apestados. Para lograrlo nos han pedido que soplemos con todas nuestras fuerzas y todos a la vez, pero desde el interior de nuestras casas. Antes de que sea demasiado tarde y el molesto visitante nos lo impida, llenemos de aire nuestros pulmones y empujemos hacia el lugar del olvido a esta pesadilla que aún despiertos estamos sufriendo. Por el bien de todos, vamos a quedarnos en casa, cada uno en la suya, claro está.
El Adelantado de Segovia, 17 marzo, 2020.
Afirmaba la excelsa poetisa gallega Rosalía de Castro en uno de sus poemas. Al menos esta peste del Coronavirus o como demonios se denomine en el argot facultativo, ha tardado algo más de cien años en visitarnos, desde que lo hiciera la última epidemia de similares características que durante algún tiempo se instaló, como maligno turista en nuestro país y a la que, injustamente, pusieron su nombre. Me refiero a la que fue conocida en todo el mundo como la Gripe Española y, que al igual que la actual, asoló Europa durante el bienio de 1918/1919. Digo que el nombre es injusto, puesto que su origen procedía de las penosas condiciones en que regresaron a sus respectivos países los excombatientes en la Primera Guerra Mundial, recientemente terminada y en la que España, como de todos es conocido, se mostró neutral en todo su transcurso.
Ciertos acontecimientos que se están ahora aquí produciendo, guardan algún paralelismo con los de entonces. Por ejemplo, el hecho de que miembros del actual Gobierno de España se encuentren ya tocados por la pandemia, me ha hecho recordar lo que sucedió en Segovia con los diputados provinciales, que afectados por aquella gripe, no pudieron asistir a finales de 1918 al pleno de la Diputación que debía aprobar una modificación presupuestaria, destinada a paliar, precisamente, los efectos de la enfermedad que habían contraído. Su ausencia hizo imposible dicha modificación por la falta de quorum necesario para su aprobación. Este hecho aparece reflejado en la obra del profesor Enrique Orduña Rebollo: “Evolución histórica de la Diputación Provincial de Segovia 1833-1990” y que, el que esto les cuenta, consideró oportuno incluir como un dato curioso, dentro de su colaboración para el libro conmemorativo del Día de la Provincia del pasado año 2019, que con textos de Diego Conte Bragado y de un servidor, y edición del primero, fue publicado por la Diputación de Segovia para dicha ocasión.
La historia ahora resumida que allí se contaba, da cuenta de que la Corporación Provincial, para anticiparse a los hechos y para que pudieran ser adoptadas las medidas de prevención necesarias, había acordado en Comisión, suplementar un crédito extraordinario en la cuantía de 50.000 pesetas, que se destinarían a las atenciones sanitarias que fueran precisas. Lo que sucedió es lo ya dicho y por los referidos motivos de salud de los diputados, no fue posible la aprobación del citado presupuesto extraordinario, sin cuyo trámite plenario no era posible disponer de esta cantidad.
Finalmente, la solución que hubo de adoptarse fue la de reducir la aportación inicial, puesto que aunque la epidemia si que afectara, entre otros, a un buen número de diputados provinciales, como ya hemos tenido ocasión de comprobar, resultó menos traumática de lo que las previsiones iniciales amenazaban. Así, en lugar de aprobar un presupuesto extraordinario se optó por realizar un ajuste en el del ejercicio 1918, autorizándose una transferencia de crédito de 8.000 pesetas al capítulo de Imprevistos, provenientes de la consignación del de Carreteras, concretamente de la partida destinada al pago de la construcción de un tramo de la de San Ildefonso a Peñafiel; así como de otras 1.500 pesetas, procedentes de un resto en el Capítulo 12, consignado para subvencionar la red telefónica provincial.
Confiemos que la pasada situación ocurrida en la provincia de Segovia no afecte en número suficiente a nuestros actuales mandatarios y que no impida al conjunto de las administraciones públicas españolas, adoptar las medidas que en todo momento sean precisas para atajar la preocupante situación por la que atravesamos. Esperemos que una vez adoptadas, pronto se cumpla el vaticinio de la gran Rosalía y pasen de una vez estos vientos apestados. Para lograrlo nos han pedido que soplemos con todas nuestras fuerzas y todos a la vez, pero desde el interior de nuestras casas. Antes de que sea demasiado tarde y el molesto visitante nos lo impida, llenemos de aire nuestros pulmones y empujemos hacia el lugar del olvido a esta pesadilla que aún despiertos estamos sufriendo. Por el bien de todos, vamos a quedarnos en casa, cada uno en la suya, claro está.
viernes, 24 de abril de 2020
El 19 añora al 18
Jesús Fuentetaja – 4 abril, 2020. El Adelantado de Segovia.
En efecto, amable lector, el número 19 hace referencia a lo que por desgracia se imagina y en cuanto al 18, seguramente puede que también lo haya adivinado. Aunque este último número no resulte políticamente muy correcto mencionarle, pues trae reminiscencias de épocas pasadas, fascistoides, dirían, y puede que con razón, especialmente aquellos que pretenden desenterrar el pasado a la vez que entierran la memoria del tiempo ido, que ninguna necesidad hay ya de que regrese, salvo únicamente cuando nos encontremos con él, al abrir las páginas de los libros de historia. Para no herir susceptibilidades, que para nada pretendo, y admitiendo que el juego de palabras del título de este artículo no es muy afortunado, cambiaremos el innombrable número 18 por el antiguo Hospital Policlínico de Segovia, que durante varias décadas fue el buque insignia de la sanidad de su ciudad y de su provincia. En estos momentos en que el fatídico número 19 está desbordando nuestra capacidad hospitalaria ¿se añora o no se añora al 18? perdón, quise decir el Policlínico. Que se lo pregunten a los centenares de afectados por la pandemia y sobre todo a los bien intencionados y nada afortunados integrantes de la plataforma en defensa del mismo, que llevan años, incluso décadas en la lucha, primero peleando porque no se cerrara y luego cuando la amenaza fue cumplida, instando su rehabilitación y posterior recuperación, sin cansarse de recibir portazo tras portazo de las autoridades competentes (me parece que mayormente autonómicas).
Es cierto, que puede que sólo nos acordemos de Santa Bárbara cuando truena, y los truenos de este maldito Coranovirus (llamémosle ya por su nombre) están resonando con gran fuerza, dejando tras de sí un rastro trágico de muertos y afectados. Es indudable, que haber podido contar con otro centro hospitalario hubiera sido el mejor pararrayos posible, en la lucha enconada que todo el personal sanitario (mi reconocimiento y mi gratitud a todo el colectivo) mantiene, al menos en esta provincia en condiciones de inferioridad con respecto a otros lugares. Es tiempo ya de revelarnos y pedir responsabilidades, de momento políticas, a los que decidieron que con un único hospital tendríamos más que suficiente. No sé cuáles fueron los motivos que impidieron la continuidad de aquel centro hospitalario, en el que vinieron a la vida más de un segoviano y segoviana de los que ahora se les incluye en el factor de alto riesgo de la pandemia. Allí se nos operó de amigdalitis a varias generaciones de jóvenes y allí acudíamos cuando los síntomas o heridas superaban la capacidad operativa de la cercana Casa de Socorro. Ahora, el viejo caserón de la calle San Agustín, languidece, como otro más de los edificios deshabitados que fantasmagóricamente abundan en el casco histórico de Segovia.
No hace falta ser un lince para deducir que las causas de su desafectación al uso hospitalario habrán sido económicas. El maldito dinero que falta para resolver cuestiones de primera necesidad de los ciudadanos, pero que no se escatima para otros gastos superfluos de los que abundan en el conjunto de las administraciones públicas que soportamos. Y la sanidad, no lo olvidemos, algún lumbreras decidió que debía ser asumida por las comunidades autónomas, con las que hemos troceado el Estado, para que con su pan de reparto de transferencias cada una se lo comiera como buenamente quisiera. Esta es la causa por la que hemos tenido ocasión de comprobar cómo se producía en alguna de ellas, un déficit en dotaciones sanitarias, mientras que al mismo tiempo se registraba, por ejemplo, un superávit en embajadas.
Desconozco cuáles echaran más de menos en la presente situación.
Volviendo sobre el tema local que nos ocupa y sobre todo nos preocupa, tampoco conozco los ratios de cama hospitalaria por habitante con los que ahora se nos entretiene, no sé si cuando se evaluaron estos datos se tuvo en cuenta que nuestra provincia, en determinadas épocas del año, viene a incrementar notablemente su población, por la cantidad de dobles residencias que se registran, y aunque es cierto que estos moradores ocasionales suelen tributar con sus rentas en otras comunidades autónomas, también lo es que, con todo derecho, exigen la prestación de asistencia sanitaria en el lugar en donde el mal les pille.
En estos difíciles momentos por los que estamos atravesando, no quiero que se me tache de oportunista, pero a la vista de los resultados, pienso que Segovia se merece otro trato distinto por parte de los responsables políticos de la Comunidad Autónoma en donde finalmente nos incluyeron. Especialmente debemos exigir que se nos garantice el derecho a disfrutar de una sanidad pública, en igualdad de condiciones con el resto de los españoles, porque con cuatro tiendas de campañas vacías, aunque puestas con la mejor voluntad, no se puede solucionar el problema. Una buena parte de los segovianos nos contentaríamos que del 19 retrocediéramos, con perdón, al 18. Nuestros representantes tienen la palabra.
En efecto, amable lector, el número 19 hace referencia a lo que por desgracia se imagina y en cuanto al 18, seguramente puede que también lo haya adivinado. Aunque este último número no resulte políticamente muy correcto mencionarle, pues trae reminiscencias de épocas pasadas, fascistoides, dirían, y puede que con razón, especialmente aquellos que pretenden desenterrar el pasado a la vez que entierran la memoria del tiempo ido, que ninguna necesidad hay ya de que regrese, salvo únicamente cuando nos encontremos con él, al abrir las páginas de los libros de historia. Para no herir susceptibilidades, que para nada pretendo, y admitiendo que el juego de palabras del título de este artículo no es muy afortunado, cambiaremos el innombrable número 18 por el antiguo Hospital Policlínico de Segovia, que durante varias décadas fue el buque insignia de la sanidad de su ciudad y de su provincia. En estos momentos en que el fatídico número 19 está desbordando nuestra capacidad hospitalaria ¿se añora o no se añora al 18? perdón, quise decir el Policlínico. Que se lo pregunten a los centenares de afectados por la pandemia y sobre todo a los bien intencionados y nada afortunados integrantes de la plataforma en defensa del mismo, que llevan años, incluso décadas en la lucha, primero peleando porque no se cerrara y luego cuando la amenaza fue cumplida, instando su rehabilitación y posterior recuperación, sin cansarse de recibir portazo tras portazo de las autoridades competentes (me parece que mayormente autonómicas).
Es cierto, que puede que sólo nos acordemos de Santa Bárbara cuando truena, y los truenos de este maldito Coranovirus (llamémosle ya por su nombre) están resonando con gran fuerza, dejando tras de sí un rastro trágico de muertos y afectados. Es indudable, que haber podido contar con otro centro hospitalario hubiera sido el mejor pararrayos posible, en la lucha enconada que todo el personal sanitario (mi reconocimiento y mi gratitud a todo el colectivo) mantiene, al menos en esta provincia en condiciones de inferioridad con respecto a otros lugares. Es tiempo ya de revelarnos y pedir responsabilidades, de momento políticas, a los que decidieron que con un único hospital tendríamos más que suficiente. No sé cuáles fueron los motivos que impidieron la continuidad de aquel centro hospitalario, en el que vinieron a la vida más de un segoviano y segoviana de los que ahora se les incluye en el factor de alto riesgo de la pandemia. Allí se nos operó de amigdalitis a varias generaciones de jóvenes y allí acudíamos cuando los síntomas o heridas superaban la capacidad operativa de la cercana Casa de Socorro. Ahora, el viejo caserón de la calle San Agustín, languidece, como otro más de los edificios deshabitados que fantasmagóricamente abundan en el casco histórico de Segovia.
No hace falta ser un lince para deducir que las causas de su desafectación al uso hospitalario habrán sido económicas. El maldito dinero que falta para resolver cuestiones de primera necesidad de los ciudadanos, pero que no se escatima para otros gastos superfluos de los que abundan en el conjunto de las administraciones públicas que soportamos. Y la sanidad, no lo olvidemos, algún lumbreras decidió que debía ser asumida por las comunidades autónomas, con las que hemos troceado el Estado, para que con su pan de reparto de transferencias cada una se lo comiera como buenamente quisiera. Esta es la causa por la que hemos tenido ocasión de comprobar cómo se producía en alguna de ellas, un déficit en dotaciones sanitarias, mientras que al mismo tiempo se registraba, por ejemplo, un superávit en embajadas.
Desconozco cuáles echaran más de menos en la presente situación.
Volviendo sobre el tema local que nos ocupa y sobre todo nos preocupa, tampoco conozco los ratios de cama hospitalaria por habitante con los que ahora se nos entretiene, no sé si cuando se evaluaron estos datos se tuvo en cuenta que nuestra provincia, en determinadas épocas del año, viene a incrementar notablemente su población, por la cantidad de dobles residencias que se registran, y aunque es cierto que estos moradores ocasionales suelen tributar con sus rentas en otras comunidades autónomas, también lo es que, con todo derecho, exigen la prestación de asistencia sanitaria en el lugar en donde el mal les pille.
En estos difíciles momentos por los que estamos atravesando, no quiero que se me tache de oportunista, pero a la vista de los resultados, pienso que Segovia se merece otro trato distinto por parte de los responsables políticos de la Comunidad Autónoma en donde finalmente nos incluyeron. Especialmente debemos exigir que se nos garantice el derecho a disfrutar de una sanidad pública, en igualdad de condiciones con el resto de los españoles, porque con cuatro tiendas de campañas vacías, aunque puestas con la mejor voluntad, no se puede solucionar el problema. Una buena parte de los segovianos nos contentaríamos que del 19 retrocediéramos, con perdón, al 18. Nuestros representantes tienen la palabra.
jueves, 23 de abril de 2020
Hasta en Villalar, el amor entre Madrid y Segovia resultó siempre más grande que el odio
Jesús Fuentetaja , El Adelantado de Segovia, 22 de Abril de 2020.
Se cumplen en este fatídico año que está resultando ser el 2020, el quinto centenario de la rebelión comunera que terminaría sofocada un 23 de abril de 1521. Entre el barro de las campas de Villalar quedaron enterradas muchas de las esperanzas y de los ideales que llevaron a los comuneros a sublevarse contra la Corona que había limitado sus derechos y cercenadas sus libertades.
En estos días, en torno a la conmemoración de aquella derrota hay otros valores que, como entonces, están también en riesgo de perderse, extraviados entre la confusión generada por la acción desoladora y disgregadora del ejercito de virus que sirven a otra corona muy distinta a la que ciñera el emperador Carlos V. La terrible pandemia se está llevando por delante no sólo vidas y futuras haciendas, sino los más elementales principios y valores morales de nuestra condición humana, que al grito de el miedo es libre, es capaz de obnubilar conciencias y ahogar algunos de los sentimientos más nobles que pueden atesorar las personas, me refiero al de la solidaridad.
A través de las páginas siempre conciliadoras de este periódico y provocado por el temor al coronavirus, estamos siendo testigos de un absurdo enfrentamiento entre los de acullá y los de allende sierra, es decir entre segovianos de aquí y madrileños de allá, que está poniendo en duda la pervivencia de otro sentimiento principal: el del amor. ¿Nos aman o nos odian los segovianos? ¿Odiamos o amamos a los madrileños? Depende, si entendemos que nos van a poner en riesgo nuestra salud, nos echamos a degüello; pero si nos van a llenar nuestros bares y restaurantes los fines de semana, fiestas y puentes de guardar, pues nada, que pasen y disfruten que a diario les echamos de menos, especialmente los hosteleros. Y qué decir de la legión de segovianos que se ha visto obligada a buscarse las habichuelas en Madrid y que van y vienen en un trasiego diario de aquí para allá y viceversa, si en los lugares de trabajo a los que acuden les negaran la entrada y les dieran con la puerta en las narices, bien sean éstas últimas portadoras o no del innombrable virus. ¿Diríamos entonces que los madrileños odian a los segovianos? Los que tenemos hijos en Madrid bien conocemos la respuesta.
Vamos a intentar serenarnos todos y a no dejarnos llevar por la miseria que se trasmite a mayor velocidad que la pandemia, evitando entablar polémicas que a nada conducen salvo a hervir la sangre en las venas de unos y otros, con un riesgo de contagio superior al del virus coronado de las citadas narices. Recordemos que las relaciones entre Madrid y Segovia, siempre han sido fluidas, amigables e incluso cariñosas, como bien pueden atestiguar, por ejemplo, los componentes del Nuevo Mester de Juglaría, que estuvieron 17 años abarrotando la plaza mayor de la capital de España durante las fiestas isidriles. O como de forma brillante se encargó de recordarnos el presidente del Centro Segoviano de Madrid, en un sensacional artículo que ha batido todos los records de entrada en la edición digital de El Adelantado de Segovia. Coincido con Antonio Horcajo, en que en nuestra común historia han abundado más los episodios concordantes que los belicosos. Si exceptuamos, claro está, la disputa medieval por el antiguo sexmo de Manzanares que mientras discutían segovianos y madrileños si eran galgos o eran podencos, llegó la casa de Mendoza y se llevó la liebre a su cocina, a la del Marqués de Santillana, donde fue debidamente desollada.
Son numerosos los municipios madrileños que mantienen en su escudo el emblema del acueducto segoviano, como inalterable recordatorio testimonial de su pertenencia a la antigua Tierra de Segovia. Nuestro monumento no sólo ha permanecido sillar a sillar presente en estos Ayuntamientos, sino que también llegó a integrar el escudo de la extinta Diputación de Madrid, es decir de su antigua provincia, como representación heráldica del partido judicial de Navalcarnero. Esta populosa población madrileña, fue fundada por la Comunidad de Segovia el día 10 de octubre de 1499 y posiblemente su plaza mayor fue la única plaza española que cuando se murió el dictador no fue necesario cambiarla el nombre, porque desde siempre ha sido y es conocida como la plaza de Segovia.
Con respecto al escudo de la provincia de Madrid, hay una anécdota que apenas es conocida y que me gustaría compartir con los lectores del periódico. Tuvo como protagonista al político segoviano Modesto Fraile, a la sazón diputado al Congreso por esta provincia y además vicepresidente 1º del mismo. En el transcurso del año 1981 y en medio de la polémica desatada con la iniciativa para convertir a Segovia en comunidad autónoma uniprovincial, uno de los requisitos exigidos en la Constitución era el de poder acreditar su entidad histórica. Un compañero de partido, con cierta sorna, se acercó al diputado segoviano en los pasillos del Congreso, preguntándole ¿dónde podía él ilustrarse acerca de la entidad histórica de Segovia?, a lo que Modesto, que había observado que de su portafolios sobresalía un boletín oficial de la provincia de Madrid, lógicamente con su escudo a la cabeza, se limitó a decirle que en su cartera llevaba la respuesta.
De Navalcarnero procedía, precisamente, el protagonista de la historia con la que cerramos el artículo. Se trata del regidor Alonso de Arreo. Según se relata en un documento depositado en el archivo de Simancas, éste, con un contingente de veinte hombres provenientes todos ellos de aquella población, se integró en las milicias segovianas capitaneadas por Juan Bravo. En Villalar se mantuvo siempre a la vanguardia hasta la derrota definitiva de las tropas comuneras y en lo más recio del combate, encontrándose desamparado el pendón segoviano, pues habían caído los que le sostenían, lo coge Arreo, arranca de él la insignia de Segovia, la guarda en el pecho ocultándola para que no caiga en poder de los imperiales y, por tener rota su espada, con el asta de su bandera se defiende hasta caer prisionero. Esta hazaña es recogida en el mural conmemorativo de aquellos hechos, que el Ayuntamiento de Navalcarnero encargó al artista madrileño Salvador Amaya.
Que el ejemplo de confraternidad de Alonso de Arreo en Villalar, entre Madrid y Segovia, no se lo lleve por delante los vientos malsanos de este maldito virus que no terminamos de desalojar.
Se cumplen en este fatídico año que está resultando ser el 2020, el quinto centenario de la rebelión comunera que terminaría sofocada un 23 de abril de 1521. Entre el barro de las campas de Villalar quedaron enterradas muchas de las esperanzas y de los ideales que llevaron a los comuneros a sublevarse contra la Corona que había limitado sus derechos y cercenadas sus libertades.
En estos días, en torno a la conmemoración de aquella derrota hay otros valores que, como entonces, están también en riesgo de perderse, extraviados entre la confusión generada por la acción desoladora y disgregadora del ejercito de virus que sirven a otra corona muy distinta a la que ciñera el emperador Carlos V. La terrible pandemia se está llevando por delante no sólo vidas y futuras haciendas, sino los más elementales principios y valores morales de nuestra condición humana, que al grito de el miedo es libre, es capaz de obnubilar conciencias y ahogar algunos de los sentimientos más nobles que pueden atesorar las personas, me refiero al de la solidaridad.
A través de las páginas siempre conciliadoras de este periódico y provocado por el temor al coronavirus, estamos siendo testigos de un absurdo enfrentamiento entre los de acullá y los de allende sierra, es decir entre segovianos de aquí y madrileños de allá, que está poniendo en duda la pervivencia de otro sentimiento principal: el del amor. ¿Nos aman o nos odian los segovianos? ¿Odiamos o amamos a los madrileños? Depende, si entendemos que nos van a poner en riesgo nuestra salud, nos echamos a degüello; pero si nos van a llenar nuestros bares y restaurantes los fines de semana, fiestas y puentes de guardar, pues nada, que pasen y disfruten que a diario les echamos de menos, especialmente los hosteleros. Y qué decir de la legión de segovianos que se ha visto obligada a buscarse las habichuelas en Madrid y que van y vienen en un trasiego diario de aquí para allá y viceversa, si en los lugares de trabajo a los que acuden les negaran la entrada y les dieran con la puerta en las narices, bien sean éstas últimas portadoras o no del innombrable virus. ¿Diríamos entonces que los madrileños odian a los segovianos? Los que tenemos hijos en Madrid bien conocemos la respuesta.
Vamos a intentar serenarnos todos y a no dejarnos llevar por la miseria que se trasmite a mayor velocidad que la pandemia, evitando entablar polémicas que a nada conducen salvo a hervir la sangre en las venas de unos y otros, con un riesgo de contagio superior al del virus coronado de las citadas narices. Recordemos que las relaciones entre Madrid y Segovia, siempre han sido fluidas, amigables e incluso cariñosas, como bien pueden atestiguar, por ejemplo, los componentes del Nuevo Mester de Juglaría, que estuvieron 17 años abarrotando la plaza mayor de la capital de España durante las fiestas isidriles. O como de forma brillante se encargó de recordarnos el presidente del Centro Segoviano de Madrid, en un sensacional artículo que ha batido todos los records de entrada en la edición digital de El Adelantado de Segovia. Coincido con Antonio Horcajo, en que en nuestra común historia han abundado más los episodios concordantes que los belicosos. Si exceptuamos, claro está, la disputa medieval por el antiguo sexmo de Manzanares que mientras discutían segovianos y madrileños si eran galgos o eran podencos, llegó la casa de Mendoza y se llevó la liebre a su cocina, a la del Marqués de Santillana, donde fue debidamente desollada.
Son numerosos los municipios madrileños que mantienen en su escudo el emblema del acueducto segoviano, como inalterable recordatorio testimonial de su pertenencia a la antigua Tierra de Segovia. Nuestro monumento no sólo ha permanecido sillar a sillar presente en estos Ayuntamientos, sino que también llegó a integrar el escudo de la extinta Diputación de Madrid, es decir de su antigua provincia, como representación heráldica del partido judicial de Navalcarnero. Esta populosa población madrileña, fue fundada por la Comunidad de Segovia el día 10 de octubre de 1499 y posiblemente su plaza mayor fue la única plaza española que cuando se murió el dictador no fue necesario cambiarla el nombre, porque desde siempre ha sido y es conocida como la plaza de Segovia.
Con respecto al escudo de la provincia de Madrid, hay una anécdota que apenas es conocida y que me gustaría compartir con los lectores del periódico. Tuvo como protagonista al político segoviano Modesto Fraile, a la sazón diputado al Congreso por esta provincia y además vicepresidente 1º del mismo. En el transcurso del año 1981 y en medio de la polémica desatada con la iniciativa para convertir a Segovia en comunidad autónoma uniprovincial, uno de los requisitos exigidos en la Constitución era el de poder acreditar su entidad histórica. Un compañero de partido, con cierta sorna, se acercó al diputado segoviano en los pasillos del Congreso, preguntándole ¿dónde podía él ilustrarse acerca de la entidad histórica de Segovia?, a lo que Modesto, que había observado que de su portafolios sobresalía un boletín oficial de la provincia de Madrid, lógicamente con su escudo a la cabeza, se limitó a decirle que en su cartera llevaba la respuesta.
De Navalcarnero procedía, precisamente, el protagonista de la historia con la que cerramos el artículo. Se trata del regidor Alonso de Arreo. Según se relata en un documento depositado en el archivo de Simancas, éste, con un contingente de veinte hombres provenientes todos ellos de aquella población, se integró en las milicias segovianas capitaneadas por Juan Bravo. En Villalar se mantuvo siempre a la vanguardia hasta la derrota definitiva de las tropas comuneras y en lo más recio del combate, encontrándose desamparado el pendón segoviano, pues habían caído los que le sostenían, lo coge Arreo, arranca de él la insignia de Segovia, la guarda en el pecho ocultándola para que no caiga en poder de los imperiales y, por tener rota su espada, con el asta de su bandera se defiende hasta caer prisionero. Esta hazaña es recogida en el mural conmemorativo de aquellos hechos, que el Ayuntamiento de Navalcarnero encargó al artista madrileño Salvador Amaya.
Que el ejemplo de confraternidad de Alonso de Arreo en Villalar, entre Madrid y Segovia, no se lo lleve por delante los vientos malsanos de este maldito virus que no terminamos de desalojar.
domingo, 19 de abril de 2020
León, versus Castilla
Jesús Fuentetaja
El Adelantado de Segovia, 20 febrero, 2020
No cejan los leoneses con el tardío retoñar reivindicativo de su propia identidad. El pasado domingo 16 de febrero, decenas de miles de personas han acudido a las manifestaciones convocadas de forma simultánea en León, Ponferrada y Villablino por los sindicatos UGT y CCOO para reclamar medidas ante la grave situación socioeconómica que atraviesa la provincia leonesa, pero con el trasfondo de la cuestión autonómica detrás que ha venido a quitar la venda a las heridas (al parecer mal cicatrizadas) que se originaron durante el proceso preautonómico de Castilla y León y que, 37 años después de la aprobación de su Estatuto, han vuelto a sangrar, justificando ahora su laceración por el desaforado centralismo implantado por la nueva estructura administrativa que ha regido la comunidad durante todo este tiempo. Los manifestantes del otro día, no son muy inferiores en número a los que lo hicieron por las calles de León, el 4 de mayo de 1984, en apoyo del acuerdo adoptado por la Diputación leonesa, que había revocado el 13 de enero de 1983 el acuerdo inicial de integración en Castilla y León, del día 16 de abril de 1980 y especialmente, se manifestaron los leoneses, para presionar al Tribunal Constitucional que debía tramitar el recurso interpuesto por 53 senadores del Grupo Popular contra la Ley Orgánica 4/1983 de 25 de febrero, por la que fue aprobado el mencionado Estatuto regional.
En este punto y sólo a título meramente informativo, conviene hacer un inciso para recordar que estos mismos senadores, suscribieron también el recurso de inconstitucionalidad contra la Ley Orgánica 5/1983, de 1 de marzo, de aplicación del artículo 144.C) a la Provincia de Segovia, para su integración forzosa en la Comunidad Autónoma de Castilla y León. El paralelismo entre los casos de León y Segovia tuvo el mismo resultado e idéntica solución, mientras el Tribunal Constitucional desestimaba el recurso concerniente a la provincia de León, en su sentencia del día 23 de septiembre de 1984; el que hacía referencia a la de Segovia fue asimismo rechazado por la del día 8 de noviembre del mismo año.
¿Tiene motivos León para sentirse ahora agraviado y para pretender romper el actual status quo de la Comunidad de Castilla y León? Sin duda, pero no creo que sean muy distintos de los que pudieran argumentarse en otras provincias, tan depauperadas y tan empobrecidas o más que la leonesa. Al menos allí en León, fijaron la sede del Procurador del Común y se construyó el Museo de Arte Moderno de Castilla y León. No es que sea mucho, pero algo es algo. Ya puestos, también debe observarse que en Zamora se ubica el Consejo Consultivo, así como el Museo Etnográfico de la Comunidad; en Palencia radica el Consejo de Cuentas; en Burgos, hay una sede del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León; en Salamanca, se encuentra la filmoteca de la Comunidad. ¿Qué instituciones propias de la Junta tienen su sede en Segovia?, por no citar también a las provincias hermanas en la soledad y en el desamparo de Ávila y Soria, que me temo estén en una situación muy parecida.
Reconozco que la unión de dos regiones en una sola, quizá no fue la mejor de las soluciones posibles para mantener intacta la personalidad de los pueblos: castellano y leonés, distintos en su origen y en la organización histórica y social de uno y otro; más jerarquizada la de este último y menos estratificada aquella, pero siempre con señas de identidad claramente diferenciadas. Se juntó a León con Castilla en una única autonomía, porque así se denominaba la Corona que vino a aglutinar ambos reinos, olvidando que dentro de ellos se incluían a la vez los restantes territorios hispánicos no pertenecientes en origen a la Corona de Aragón y al antiguo reino de Navarra. Este hecho, llevó a la confusión de las identidades de los pueblos castellano y leonés, tan diferentes como diferentes puedan ser el resto de los pueblos que habitan las distintas regiones que formaban parte de la Corona de Castilla y León, algunas con reconocimiento actual de nacionalidad histórica, como son los casos de Galicia y el País Vasco; sin olvidarnos de Asturias, Santander (hoy Cantabria), Logroño (hoy La Rioja), Madrid, Castilla la Nueva, Extremadura y gran parte de Andalucía. Todas ellas pertenecientes al reino de Castilla y León, pero que luego se vinieron a constituir en comunidades autónomas diferentes. ¿Por qué unas si y otras no? No demos más vueltas, todo respondió a la manipulación interesada que la clase política de cada lugar realizó oportunamente en su propio beneficio.
Y esa manipulación política debe ser ahora causa de preocupación, pues si entonces se tomaron aquellas decisiones, en una situación en la que el consenso era la materia prima con la que estaban hechos la mayoría de los acuerdos; en la actual situación de desencuentro político y de grave amenaza de ruptura del marco autonómico y territorial, cualquier aventura en solitario pueda causar situaciones imprevisibles. Con el máximo respeto a las reivindicaciones de la provincia de León: ¿no será ello otra estrategia política más, a imitación de las seguidas por las autonomías periféricas?, que amenazan con romper la baraja si no se tienen en cuenta sus exigencias, claramente excedidas del marco constitucional vigente. ¿Qué parte de fundamento identitario alegan y que parte de negociación persiguen? Admitiendo que tengan razón en el fondo, la impresión que trasciende a la opinión pública es que se quiere aprovechar la caótica situación que padecemos, para plantear un chantaje a una de las partes constitutivas del Estado. Chantaje, que ya anticipo, posiblemente requeriría de una modificación del texto constitucional, en donde se regula el derecho de las provincias y regiones para acceder a su autonomía, pero en el que no está previsto la forma y manera de abandonar el barco autonómico, una vez que voluntariamente se hubiera subido a bordo. Circunstancia ésta de la voluntariedad, que se produjo en todos los casos excepto en el ya citado de Segovia, además de Almería, en donde tampoco llegó a prosperar el proceso autonómico andaluz. No obstante, hay autores que defienden que las Cortes Generales, podrían llegar a regular este derecho, digamos ¿de segregación?, mediante una ley orgánica que debía venir amparada en el interés general. ¿Sería el mismo interés general en que se fundamentaron las dos sentencias del Constitucional para desestimar los recursos de León y de Segovia antes citados?
Lo que realmente nos tememos es que como fruto de la negociación de fuerza que se pretende imponer, se llegue a establecer un eje de reparto de competencias entre Valladolid y León, a costa de las demás provincias, mediante algún acuerdo interno de desconcentración de los poderes actualmente ubicados en Valladolid, que llevaría anejado un reconocimiento expreso de un mayor grado de autonomía para León. En cualquier caso, ello requeriría la reforma, en este sentido, del vigente Estatuto de la región por las Cortes Generales, depositarias en última instancia de esta potestad. Autonomía desconcentrada que seguro jamás se permitirá a otras provincias, como pueda ser la de Segovia. Pues ya sabemos que es lo que debería hacerse. León nos está mostrando el camino.
El Adelantado de Segovia, 20 febrero, 2020
No cejan los leoneses con el tardío retoñar reivindicativo de su propia identidad. El pasado domingo 16 de febrero, decenas de miles de personas han acudido a las manifestaciones convocadas de forma simultánea en León, Ponferrada y Villablino por los sindicatos UGT y CCOO para reclamar medidas ante la grave situación socioeconómica que atraviesa la provincia leonesa, pero con el trasfondo de la cuestión autonómica detrás que ha venido a quitar la venda a las heridas (al parecer mal cicatrizadas) que se originaron durante el proceso preautonómico de Castilla y León y que, 37 años después de la aprobación de su Estatuto, han vuelto a sangrar, justificando ahora su laceración por el desaforado centralismo implantado por la nueva estructura administrativa que ha regido la comunidad durante todo este tiempo. Los manifestantes del otro día, no son muy inferiores en número a los que lo hicieron por las calles de León, el 4 de mayo de 1984, en apoyo del acuerdo adoptado por la Diputación leonesa, que había revocado el 13 de enero de 1983 el acuerdo inicial de integración en Castilla y León, del día 16 de abril de 1980 y especialmente, se manifestaron los leoneses, para presionar al Tribunal Constitucional que debía tramitar el recurso interpuesto por 53 senadores del Grupo Popular contra la Ley Orgánica 4/1983 de 25 de febrero, por la que fue aprobado el mencionado Estatuto regional.
En este punto y sólo a título meramente informativo, conviene hacer un inciso para recordar que estos mismos senadores, suscribieron también el recurso de inconstitucionalidad contra la Ley Orgánica 5/1983, de 1 de marzo, de aplicación del artículo 144.C) a la Provincia de Segovia, para su integración forzosa en la Comunidad Autónoma de Castilla y León. El paralelismo entre los casos de León y Segovia tuvo el mismo resultado e idéntica solución, mientras el Tribunal Constitucional desestimaba el recurso concerniente a la provincia de León, en su sentencia del día 23 de septiembre de 1984; el que hacía referencia a la de Segovia fue asimismo rechazado por la del día 8 de noviembre del mismo año.
¿Tiene motivos León para sentirse ahora agraviado y para pretender romper el actual status quo de la Comunidad de Castilla y León? Sin duda, pero no creo que sean muy distintos de los que pudieran argumentarse en otras provincias, tan depauperadas y tan empobrecidas o más que la leonesa. Al menos allí en León, fijaron la sede del Procurador del Común y se construyó el Museo de Arte Moderno de Castilla y León. No es que sea mucho, pero algo es algo. Ya puestos, también debe observarse que en Zamora se ubica el Consejo Consultivo, así como el Museo Etnográfico de la Comunidad; en Palencia radica el Consejo de Cuentas; en Burgos, hay una sede del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León; en Salamanca, se encuentra la filmoteca de la Comunidad. ¿Qué instituciones propias de la Junta tienen su sede en Segovia?, por no citar también a las provincias hermanas en la soledad y en el desamparo de Ávila y Soria, que me temo estén en una situación muy parecida.
Reconozco que la unión de dos regiones en una sola, quizá no fue la mejor de las soluciones posibles para mantener intacta la personalidad de los pueblos: castellano y leonés, distintos en su origen y en la organización histórica y social de uno y otro; más jerarquizada la de este último y menos estratificada aquella, pero siempre con señas de identidad claramente diferenciadas. Se juntó a León con Castilla en una única autonomía, porque así se denominaba la Corona que vino a aglutinar ambos reinos, olvidando que dentro de ellos se incluían a la vez los restantes territorios hispánicos no pertenecientes en origen a la Corona de Aragón y al antiguo reino de Navarra. Este hecho, llevó a la confusión de las identidades de los pueblos castellano y leonés, tan diferentes como diferentes puedan ser el resto de los pueblos que habitan las distintas regiones que formaban parte de la Corona de Castilla y León, algunas con reconocimiento actual de nacionalidad histórica, como son los casos de Galicia y el País Vasco; sin olvidarnos de Asturias, Santander (hoy Cantabria), Logroño (hoy La Rioja), Madrid, Castilla la Nueva, Extremadura y gran parte de Andalucía. Todas ellas pertenecientes al reino de Castilla y León, pero que luego se vinieron a constituir en comunidades autónomas diferentes. ¿Por qué unas si y otras no? No demos más vueltas, todo respondió a la manipulación interesada que la clase política de cada lugar realizó oportunamente en su propio beneficio.
Y esa manipulación política debe ser ahora causa de preocupación, pues si entonces se tomaron aquellas decisiones, en una situación en la que el consenso era la materia prima con la que estaban hechos la mayoría de los acuerdos; en la actual situación de desencuentro político y de grave amenaza de ruptura del marco autonómico y territorial, cualquier aventura en solitario pueda causar situaciones imprevisibles. Con el máximo respeto a las reivindicaciones de la provincia de León: ¿no será ello otra estrategia política más, a imitación de las seguidas por las autonomías periféricas?, que amenazan con romper la baraja si no se tienen en cuenta sus exigencias, claramente excedidas del marco constitucional vigente. ¿Qué parte de fundamento identitario alegan y que parte de negociación persiguen? Admitiendo que tengan razón en el fondo, la impresión que trasciende a la opinión pública es que se quiere aprovechar la caótica situación que padecemos, para plantear un chantaje a una de las partes constitutivas del Estado. Chantaje, que ya anticipo, posiblemente requeriría de una modificación del texto constitucional, en donde se regula el derecho de las provincias y regiones para acceder a su autonomía, pero en el que no está previsto la forma y manera de abandonar el barco autonómico, una vez que voluntariamente se hubiera subido a bordo. Circunstancia ésta de la voluntariedad, que se produjo en todos los casos excepto en el ya citado de Segovia, además de Almería, en donde tampoco llegó a prosperar el proceso autonómico andaluz. No obstante, hay autores que defienden que las Cortes Generales, podrían llegar a regular este derecho, digamos ¿de segregación?, mediante una ley orgánica que debía venir amparada en el interés general. ¿Sería el mismo interés general en que se fundamentaron las dos sentencias del Constitucional para desestimar los recursos de León y de Segovia antes citados?
Lo que realmente nos tememos es que como fruto de la negociación de fuerza que se pretende imponer, se llegue a establecer un eje de reparto de competencias entre Valladolid y León, a costa de las demás provincias, mediante algún acuerdo interno de desconcentración de los poderes actualmente ubicados en Valladolid, que llevaría anejado un reconocimiento expreso de un mayor grado de autonomía para León. En cualquier caso, ello requeriría la reforma, en este sentido, del vigente Estatuto de la región por las Cortes Generales, depositarias en última instancia de esta potestad. Autonomía desconcentrada que seguro jamás se permitirá a otras provincias, como pueda ser la de Segovia. Pues ya sabemos que es lo que debería hacerse. León nos está mostrando el camino.
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