lunes, 27 de abril de 2020

Coronavirus: ¡Que pasen as correntes apestadas……Que pasen, que otras vendrán!

Jesús Fuentetaja

El Adelantado de Segovia, 17 marzo, 2020.

Afirmaba la excelsa poetisa gallega Rosalía de Castro en uno de sus poemas. Al menos esta peste del Coronavirus o como demonios se denomine en el argot facultativo, ha tardado algo más de cien años en visitarnos, desde que lo hiciera la última epidemia de similares características que durante algún tiempo se instaló, como maligno turista en nuestro país y a la que, injustamente, pusieron su nombre. Me refiero a la que fue conocida en todo el mundo como la Gripe Española y, que al igual que la actual, asoló Europa durante el bienio de 1918/1919. Digo que el nombre es injusto, puesto que su origen procedía de las penosas condiciones en que regresaron a sus respectivos países los excombatientes en la Primera Guerra Mundial, recientemente terminada y en la que España, como de todos es conocido, se mostró neutral en todo su transcurso.

Ciertos acontecimientos que se están ahora aquí produciendo, guardan algún paralelismo con los de entonces. Por ejemplo, el hecho de que miembros del actual Gobierno de España se encuentren ya tocados por la pandemia, me ha hecho recordar lo que sucedió en Segovia con los diputados provinciales, que afectados por aquella gripe, no pudieron asistir a finales de 1918 al pleno de la Diputación que debía aprobar una modificación presupuestaria, destinada a paliar, precisamente, los efectos de la enfermedad que habían contraído. Su ausencia hizo imposible dicha modificación por la falta de quorum necesario para su aprobación. Este hecho aparece reflejado en la obra del profesor Enrique Orduña Rebollo: “Evolución histórica de la Diputación Provincial de Segovia 1833-1990” y que, el que esto les cuenta, consideró oportuno incluir como un dato curioso, dentro de su colaboración para el libro conmemorativo del Día de la Provincia del pasado año 2019, que con textos de Diego Conte Bragado y de un servidor, y edición del primero, fue publicado por la Diputación de Segovia para dicha ocasión.

La historia ahora resumida que allí se contaba, da cuenta de que la Corporación Provincial, para anticiparse a los hechos y para que pudieran ser adoptadas las medidas de prevención necesarias, había acordado en Comisión, suplementar un crédito extraordinario en la cuantía de 50.000 pesetas, que se destinarían a las atenciones sanitarias que fueran precisas. Lo que sucedió es lo ya dicho y por los referidos motivos de salud de los diputados, no fue posible la aprobación del citado presupuesto extraordinario, sin cuyo trámite plenario no era posible disponer de esta cantidad.

Finalmente, la solución que hubo de adoptarse fue la de reducir la aportación inicial, puesto que aunque la epidemia si que afectara, entre otros, a un buen número de diputados provinciales, como ya hemos tenido ocasión de comprobar, resultó menos traumática de lo que las previsiones iniciales amenazaban. Así, en lugar de aprobar un presupuesto extraordinario se optó por realizar un ajuste en el del ejercicio 1918, autorizándose una transferencia de crédito de 8.000 pesetas al capítulo de Imprevistos, provenientes de la consignación del de Carreteras, concretamente de la partida destinada al pago de la construcción de un tramo de la de San Ildefonso a Peñafiel; así como de otras 1.500 pesetas, procedentes de un resto en el Capítulo 12, consignado para subvencionar la red telefónica provincial.

Confiemos que la pasada situación ocurrida en la provincia de Segovia no afecte en número suficiente a nuestros actuales mandatarios y que no impida al conjunto de las administraciones públicas españolas, adoptar las medidas que en todo momento sean precisas para atajar la preocupante situación por la que atravesamos. Esperemos que una vez adoptadas, pronto se cumpla el vaticinio de la gran Rosalía y pasen de una vez estos vientos apestados. Para lograrlo nos han pedido que soplemos con todas nuestras fuerzas y todos a la vez, pero desde el interior de nuestras casas. Antes de que sea demasiado tarde y el molesto visitante nos lo impida, llenemos de aire nuestros pulmones y empujemos hacia el lugar del olvido a esta pesadilla que aún despiertos estamos sufriendo. Por el bien de todos, vamos a quedarnos en casa, cada uno en la suya, claro está.

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