Jesús Fuentetaja – 4 abril, 2020. El Adelantado de Segovia.
En efecto, amable lector, el número 19 hace referencia a lo que por desgracia se imagina y en cuanto al 18, seguramente puede que también lo haya adivinado. Aunque este último número no resulte políticamente muy correcto mencionarle, pues trae reminiscencias de épocas pasadas, fascistoides, dirían, y puede que con razón, especialmente aquellos que pretenden desenterrar el pasado a la vez que entierran la memoria del tiempo ido, que ninguna necesidad hay ya de que regrese, salvo únicamente cuando nos encontremos con él, al abrir las páginas de los libros de historia. Para no herir susceptibilidades, que para nada pretendo, y admitiendo que el juego de palabras del título de este artículo no es muy afortunado, cambiaremos el innombrable número 18 por el antiguo Hospital Policlínico de Segovia, que durante varias décadas fue el buque insignia de la sanidad de su ciudad y de su provincia. En estos momentos en que el fatídico número 19 está desbordando nuestra capacidad hospitalaria ¿se añora o no se añora al 18? perdón, quise decir el Policlínico. Que se lo pregunten a los centenares de afectados por la pandemia y sobre todo a los bien intencionados y nada afortunados integrantes de la plataforma en defensa del mismo, que llevan años, incluso décadas en la lucha, primero peleando porque no se cerrara y luego cuando la amenaza fue cumplida, instando su rehabilitación y posterior recuperación, sin cansarse de recibir portazo tras portazo de las autoridades competentes (me parece que mayormente autonómicas).
Es cierto, que puede que sólo nos acordemos de Santa Bárbara cuando truena, y los truenos de este maldito Coranovirus (llamémosle ya por su nombre) están resonando con gran fuerza, dejando tras de sí un rastro trágico de muertos y afectados. Es indudable, que haber podido contar con otro centro hospitalario hubiera sido el mejor pararrayos posible, en la lucha enconada que todo el personal sanitario (mi reconocimiento y mi gratitud a todo el colectivo) mantiene, al menos en esta provincia en condiciones de inferioridad con respecto a otros lugares. Es tiempo ya de revelarnos y pedir responsabilidades, de momento políticas, a los que decidieron que con un único hospital tendríamos más que suficiente. No sé cuáles fueron los motivos que impidieron la continuidad de aquel centro hospitalario, en el que vinieron a la vida más de un segoviano y segoviana de los que ahora se les incluye en el factor de alto riesgo de la pandemia. Allí se nos operó de amigdalitis a varias generaciones de jóvenes y allí acudíamos cuando los síntomas o heridas superaban la capacidad operativa de la cercana Casa de Socorro. Ahora, el viejo caserón de la calle San Agustín, languidece, como otro más de los edificios deshabitados que fantasmagóricamente abundan en el casco histórico de Segovia.
No hace falta ser un lince para deducir que las causas de su desafectación al uso hospitalario habrán sido económicas. El maldito dinero que falta para resolver cuestiones de primera necesidad de los ciudadanos, pero que no se escatima para otros gastos superfluos de los que abundan en el conjunto de las administraciones públicas que soportamos. Y la sanidad, no lo olvidemos, algún lumbreras decidió que debía ser asumida por las comunidades autónomas, con las que hemos troceado el Estado, para que con su pan de reparto de transferencias cada una se lo comiera como buenamente quisiera. Esta es la causa por la que hemos tenido ocasión de comprobar cómo se producía en alguna de ellas, un déficit en dotaciones sanitarias, mientras que al mismo tiempo se registraba, por ejemplo, un superávit en embajadas.
Desconozco cuáles echaran más de menos en la presente situación.
Volviendo sobre el tema local que nos ocupa y sobre todo nos preocupa, tampoco conozco los ratios de cama hospitalaria por habitante con los que ahora se nos entretiene, no sé si cuando se evaluaron estos datos se tuvo en cuenta que nuestra provincia, en determinadas épocas del año, viene a incrementar notablemente su población, por la cantidad de dobles residencias que se registran, y aunque es cierto que estos moradores ocasionales suelen tributar con sus rentas en otras comunidades autónomas, también lo es que, con todo derecho, exigen la prestación de asistencia sanitaria en el lugar en donde el mal les pille.
En estos difíciles momentos por los que estamos atravesando, no quiero que se me tache de oportunista, pero a la vista de los resultados, pienso que Segovia se merece otro trato distinto por parte de los responsables políticos de la Comunidad Autónoma en donde finalmente nos incluyeron. Especialmente debemos exigir que se nos garantice el derecho a disfrutar de una sanidad pública, en igualdad de condiciones con el resto de los españoles, porque con cuatro tiendas de campañas vacías, aunque puestas con la mejor voluntad, no se puede solucionar el problema. Una buena parte de los segovianos nos contentaríamos que del 19 retrocediéramos, con perdón, al 18. Nuestros representantes tienen la palabra.
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