domingo, 29 de diciembre de 2019

En memoria de Carlos Zipfel y García


El Adelantado de Segovía, 21 octubre de 2019.

Carlos Arnanz Ruiz (*)

A los lectores de El ADELANTADO este nombre no les dirá nada. Tal vez algún avispado lector recuerde unos versos que este poeta dedicó a Segovia hace ya tiempo. Fueron publicados el 24 de noviembre de 1976 en este diario en la sección “Un minuto de poesía” y escritos en 1965.

Estos versos decían: “El viento baja y se va- baja y se va de la sierra:- Iluminando la tierra- que a su paso se le da.” = “Así también, como el viento,- baja el amor y se aleja:-Discreto llega y te deja-la brasa de su tormento.”=”Cuando despierta la aurora- tu corazón se hace mundo:-Nos deja y marcha errabundo,-entre los pinares llora”=“De la sierra baja el viento.-Baja y se va. De la Sierra”

Esta y otra poesía también relativa a Segovia y que tuvo la gentileza de dedicarme con letra impresa, están publicadas en su libro más importante titulado “De Paso y Travesía” (1970). Carlos Zipfel y García es uno de los poetas más destacados de Guatemala. Precisamente el venidero día 18 de noviembre de este año, se le hace un homenaje nacional que promueven la Universidad de San Carlos de Guatemala, La Dirección General de extensión Universitaria, la Biblioteca Central y la Editorial Universitaria.

Los actos se contienen en el Segundo Festival de Poesía que se le dedica con ocasión del Día Nacional del Escritor Guatemalteco. Como es conocida por los organizadores mi vinculación especial con este escritor a lo largo de más de cincuenta años, se me ha invitado a participar en la distancia porque a estas alturas de mi vida no anda uno para viajes de tan largo recorrido.

En otro momento si me hubiera desplazado, es más, siempre lo tuvimos mi esposa y yo como un sueño pendiente. Pero ahora que ésta ya no está, difícil me resultaría realizar un sueño que siempre estuvo concebido para los dos. Más, vayamos por partes.

Una tarde de finales de los cincuenta entré en el Antiguo Café de Levante, en La Puerta del Sol de Madrid, a la izquierda de la Real Casa de Correos que es la del reloj. Algunas mesas estaban ocupadas y la mayoría vacías. Tomé una. En otra, a mi izquierda, fumaba impasible una prostituta esperando sabe Dios a quien. A mi derecha y en otra mesa aledaña, un joven escribía apresuradamente en un papel.

Al cabo de unos instantes le pregunté si era escritor y me respondió que si. Andábamos ambos por los veinte años. Y a partir de entonces se inició medio siglo largo de amistad. Una amistad rota por su trágica muerte, hace dos años. Parece ser que un cortocircuito tuvo la culpa de que el poeta muriera calcinado en su casa.

Este importante escritor guatemalteco, nació en 1937 en la ciudad de Guatemala. Estudió en Guatemala, Italia y España y recibió numerosos premios literarios. Algunas de sus obras más importantes de su larga biografía son Elegía de Junio, Poesía sin Motivo, Carta de Amor para la Antigua Guatemala, Sobaré los Huertos del día y principalmente el magnífico y entrañable libro De Paso y Travesía con más de dos centenares de poemas.

En 1950 se inició en la literatura (curiosamente igual que yo, a los trece años) y en 1954 funda El Café Literario y la revista Guatemala Comercial. Este segundo título nunca me gustó. Pero tuve que acostumbrarme a él cuando sus páginas acogieron cálidamente mis primeros artículos. ¡Que experiencia ver mi nombre junto al premio Nobel Miguel Ángel Asturias! ¡Con cuanta expectación aguardaba la llegada de cada uno de los dos o tres números que Zipfel editaba al año! Hoy ambos títulos y el de la asociación Moira a la que perteneció son legendarios y podría decirse que hasta venerados.

Zipfel visitó Segovia en varias ocasiones y principalmente hablábamos de literatura. Recorrer la ciudad también tuvo su tiempo. Yo sabía que él andaba en pasos revolucionarios, de hecho a un hermano suyo le mataron los “milicos” a tiros y sus exilios de Guatemala fueron frecuentes. Pero mi culto a la amistad estuvo siempre por encima de las ideas, sean estas las que fueren. Y en este caso siempre nos mantuvimos al pairo. Y jamás me impuso censura.

Quiero recordar que, entre los artículos que publiqué en su revista, hubo uno titulado “Carta a los españoles del dolor y del llanto” que no tuvo respuesta contraria por nuestros queridos paisanos del exilio. Y llegó el momento en el que, para uno libro que titulé Relatos de la Desesperanza, le pedí un prólogo que me envió en abril del 89 desde San José de Costa Rica.

Este libro, aunque impreso por la Editorial Tierra de Fuego, de Madrid, lleva el sello de El Café Literario, publicaciones selectas. Guatemala-Costa Rica.

Mi esposa era una lectora asidua de sus poemas. También me acompañaba a veladas poéticas, preferentemente en Madrid. Sus hermosos ojos verdes solían inundarse con las rimas de Zipfel al que el reputado escritor guatemalteco César Brañas calificó de “verdadero poeta”.

En los primeros tiempos veinteañeros, Carlos Zipfel me invitó un 15 de septiembre a la recepción que la Embajada de Guatemala celebra con ocasión del Día Nacional de este país. Centenar y medio de personas conversaban animadamente en una sala no muy grande. Como no conocía a nadie me entretuve en mirar unas figuritas que había en una vitrina. Se me acercó una nena de unos cinco años y me preguntó que si me gustaban. Le dije que sí. Y me explicó su representación más genuina. En éstas, se acerco el embajador que era su padre y mantuvimos una animada conversación, tras la que me fue presentando a varias personas de la reunión.

Noté que allí todo el mundo era importante y curiosamente atrajo más la atención el hecho de ser segoviano que las demás circunstancias que pudieran revestirme. Tanto es así que un diplomático, cuyo nombre no recuerdo, así como el país al que por su parte representaba, se plantó delante de mí y me dijo que acababa de recibir de la editorial un libro con poemas suyos y que le gustaría escuchar algunos con la dicción de mi castellano de Segovia. Esto sería al finalizar la recepción.

Me pareció bien pero antes de ir a su casa con un grupo de personas de las allí presentes, tuvimos que cumplir con cierto ritual que consistía en “tomar la última” en un bar donde solía ir Unamuno de paso por Madrid.

Y claro cuando quisimos recordar eran las tantas. Y al llegar al domicilio del poeta en el Parque de las Avenidas que entonces andaba por donde Pinocho perdió el mechero, tuvimos que entrar como furtivos para no despertar a los patojos (1) Y así, con la mínima voz posible, comencé a leer los poemas del diplomático, con el agrado de la concurrencia.

Yo notaba un ruidillo a mi espalda pero concentrado en no distraerme no le di importancia. Solo al final me di cuenta de que nuestros propósitos de no hacer ruido habían fracasado y que, poco a poco, se habían ido incorporando, familiares, personal de servicio, patojos… Nunca se me olvidará que los aplausos que se me ofrecieron al final, fueron los primeros que he recibido en mi vida.

Para terminar, les ofrezco unos humildes versos que he compuesto para mi intervención en el homenaje del día 18. Como no voy a viajar a Guatemala, he convenido en remitir un video con mi modesta aportación para el caso. Y como colofón sumo estos versos que no hace falta ser muy avezado para ver que están muy por debajo del arte de mi tocayo Carlos Zipfel y García. Pero, eso sí, llevan todo el sentimiento que el caso requiere.

A CARLOS ZIPFEL Y GARCÍA, VERDADERO POETA.- Siempre quisimos ir.- mi esposa y yo a Guatemala.- pero nunca pudo ser.- por diversas circunstancias.= Después de muchos años.-se presenta la ocasión.- pero Sita ya no vive.- y se quebró mi ilusión.= Se me pide mi adhesión.- a este homenaje suplido.-que Guatemala tributa.- a nuestro amigo perdido.= Carlos Zipfel y Garc ía.-poeta y escribidor. Cultivó también la amistad.- Fue mi primer editor.= No es posible enviar.- el cálido aplauso de Sita.- cuyos bellos ojos verdes.- fueron cauce de sus rimas.=Vayan en la distancia.-estos sentidos versos.-que de la obra de Zipfel.- apenas son un remedo.


(*) Académico Honorario de San Quirce.

(1) Patojo es como se le llama al niño en Guatemala.

miércoles, 25 de diciembre de 2019

Escrito del CEC a Hunday


Sr D. Leopoldo Satrústegui
Director General de Hunday Motor España
Calle Quintanapalla, 2 – planta 2ª
28050 Madrid

Madrid, 15 de noviembre de 2019

Muy Sr. nuestro:

    En el Centro de Estudios Castellanos hemos recibido con satisfacción su decisión de ceder un vehículo eléctrico Hunday Kona (servicio VIVE) al municipio de Campisábalos (Guadalajara).

    Nos parece una decisión acertada por varios motivos.

    En primer lugar porque Campisábalos es un municipio que representa muy bien la “Castilla vaciada”, que tan necesitada está de servicios, como el que esa empresa pone a disposición de sus vecinos.

    En segundo lugar porque, sin duda, esa empresa ha tenido el acierto de elegir para ello el municipio con el aire más limpio de España, declarado por la Organización Mundial de la Salud en el año 2016 como uno de los lugares del planeta con menos contaminación.

    En tercer lugar porque, además, han tenido el acierto de elegir un municipio de Castilla, perteneciente en su día a la Comunidad de Villa y Tierra de Atienza (Guadalajara), una de las más afectadas por el fenómeno de la despoblación.

    Por último, porque han dado Vds. una lección extraordinaria a la administración pública española, marcándoles el camino a seguir en otros muchos municipios, que precisan de servicios básicos que ahora no tienen y de otras medidas de carácter económico, fiscal y de infraestructuras, que son imprescindibles para revitalizar la vida de tantos municipios castellanos, que se encuentran en la misma, o parecida, situación.

    Por todo ello, el Centro de Estudios Castellanos desea felicitarles por su acertada decisión y les ofrecemos nuestra sincera y desinteresada colaboración en ésta y otros tipos de medidas, que pudiesen adoptar en el futuro, agradeciéndoles sinceramente su actitud de solidaridad con los vecinos de Campisábalos que, seguro, les agradecerán.

    Le saluda atentamente,

 Centro de Estudios Castellanos

                             

martes, 24 de diciembre de 2019

Escrito del CEC al alcalde de Campisábalos (Guadalajara)


Sr. D. José María de Pablo Ricote
Alcalde-Presidente del Ayuntamiento
Plaza Mayor, 1
19275 Campisábalos  (Guadalajara)

Madrid, 15 de noviembre de 2019
Muy Sr. Nuestro:
    En el Centro de Estudios Castellanos hemos tenido noticia del vehículo eléctrico Hunday Kona (servicio VIVE) cedido por la empresa Hunday a los vecinos de Campisábalos.

    La alegría que sentimos por esta noticia se suma a la que Vd., como alcalde, y los vecinos de ese municipio, estamos seguros, sentirán también, pues han recibido un servicio de transporte gratuito con el que, probablemente, nunca habrían soñado; esto nos recuerda los servicios que, con carácter comunal, existieron en la Comunidad de Villa y Tierra de Atienza, de la Extremadura Castellana, en la que estuvo integrado el municipio de Campisábalos, que llegó a tener 640 habitantes, en 1877, descendiendo hasta los 58 actuales.

    Queremos resaltar la importancia que tiene para todos los que nos sentimos castellanos , que Campisábalos haya recibido este servicio de transporte, de disfrute comunal, de una empresa privada, como Hunday, a quien se lo hemos agradecido desde este Centro de Estudios Castellanos, con un escrito de esta misma fecha.

    Sin duda, una empresa privada como Hunday ha dado una lección y ha marcado el camino a los responsables de la administración pública, que no encuentran la forma de evitar la despoblación de nuestros pueblos castellanos. En este sentido nos permitimos enviarle adjunto el manifiesto que el Centro de Estudios Castellanos hizo público en Tiermes y Tarancueña, (en su día pertenecientes a la Comunidad de Villa y Tierra de Caracena), el pasado día 9 de agosto, en la celebración del simposio por el centenario del regionalismo castellano; en él se recogen algunas ideas que aliviarían el proceso de despoblación de nuestros pueblos castellanos , mejorando la calidad de vida de sus ciudadanos y solventando la ausencia de servicios básicos.

    Esta situación es más hiriente en el caso de Campisábalos, como el municipio con el aire más limpio de España, uno de los lugares del planeta con menos contaminación, según la declaración del año 2016 de la Organización Mundial se le Salud y, a pesar de eso, desatendido por la administración pública. Nos parece imprescindible promover una respuesta solidaria de las distintas entidades públicas para la dotación de servicios básicos en estas poblaciones.

    Desde el Centro de Estudios Castellanos invitamos a las entidades públicas a que estudien la organización territorial que en su día tuvo la Extremadura Castellana y la distribución de servicios de los que disponían los vecinos, para que sirviera de inspiración a la organización territorial actual, siguiendo el ejemplo que nos ha dado la empresa automovilística Hunday. Es necesario que se adopten medidas de carácter fiscal, económico y de infraestructuras que activen la permanencia y eleven la calidad de vida en estos pueblos, sobre todo en Campisábalos, donde ya han conseguido respirar el aire más limpio de España.

    No podemos olvidar tampoco la oportunidad que nos brinda la historia y el arte de estas tierras castellanas, para promover la visita de aquellos que quieran conocerlas, como es el caso de la iglesia románica de San Bartolomé, del siglo XII, con su galería porticada, símbolo del sistema social democrático de los pueblos y villas castellanas, o la belleza natural de la Sierra de Pela
.
    Desde el Centro de Estudios Castellanos queremos ofrecerle nuestra humilde disposición para promover el conocimiento de la historia, el arte y la cultura de Castilla.

    Un saludo afectuoso.


    Centro de Estudios Castellanos




  

domingo, 15 de diciembre de 2019

Una inundación desde dentro

El Adelantado de Segovia 30 septiembre de 2019.

Carlos Arnanz Ruiz (*)

Las imágenes que recientemente nos han ofrecido los telediarios con ocasión de las lluvias torrenciales caídas en el sureste de España, me inducen a escribir estas líneas que tratan de relatar el paralelismo entre estos sucesos y otros acontecidos hace 62 años.

El 14 de octubre de 1957, cien litros de agua por metro cuadrado anegaron toda la cuenca del río Turia que terminó por inundar la capital valenciana con sus aguas desbocadas. Dar cifras no conduce a nada, si acaso, las 81 víctimas mortales que la riada se llevó por delante. España entera se volcó en la ayuda y un servidor fue enviado como telegrafista comisionado, un día después, para reforzar los deteriorados servicios telegráficos.

En la estación madrileña de Atocha me junté con otros diez o doce compañeros con los que hice el viaje en un tren nocturno. Éramos todos muy jóvenes, con la oposición recién aprobada. Después supe que fuimos unos 50, prácticamente uno por provincia.

Ya amanecido, llegamos a Alcira, donde el convoy tuvo que detenerse por haber desaparecido las vías. Como llevábamos muchas horas fuera de casa y aun teníamos que esperar a que un autobús nos llevara a Valencia, aprovechamos el tiempo para acercarnos a la oficina de Telégrafos de Alcira y poner a nuestras familias una “Nota”: telegrama de coste reducido para funcionarios de la “casa”.

Cuando el jefe de la estación comprobó mis datos, me dijo que era segoviano y que conocía a mi padre que también fue telegrafista. Charlamos brevemente y se me ofreció para lo que fuera necesario. Volvimos al lugar de donde debería salir el autobús y al cabo de unos instantes, proseguimos el viaje a Valencia.

El panorama, desde la carretera, era desolador y recuerdo la imagen de las vías del tren como si fueran una valla, volteadas por el agua. Todos los viajeros que íbamos en el bus, unos cuarenta, éramos personal de apoyo para reforzar los quebrados servicios oficiales de la provincia. Debimos de ser de los primeros en llegar.

Una vez en Valencia, nos dedicamos a buscar alojamiento. Y no sé cómo fuimos a parar a una pensión llamada Ruzafa, detrás del edificio de Telégrafos, en la Plaza de España. Este establecimiento hotelero era muy popular en la ciudad por ser hospedaje habitual de las compañías de teatro y variedades que acudían a la capital. Por esta razón, las puertas de las habitaciones estaban llenas de agujeros por los que los mirones pretendían ver a las artistas. Aquellos agujeros estaban, a la sazón, taponados pero nos contaron que la plastilina con que se tapaban era de quita y pon.

Formamos un grupo de cuatro huéspedes para las cuatro camas de una habitación muy amplia. Y una vez instalados, acudimos a presentarnos al Jefe de la sala de aparatos de la central telegráfica valenciana. Las líneas tanto telegráficas como telefónicas estaban averiadas. Y los primeros arreglos fueron para los servicios de emergencia. Por lo tanto comenzamos a trabajar sin hilos y los telegramas, en grandes cantidades, porque todo el mundo quería enviar y recibir noticias, los manipulábamos “en local“ y se cursaban por avión desde el cercano aeropuerto de Manises al de Barajas, en Madrid y al del Prat, en Barcelona.

Hacíamos jornadas de 16 horas y ocho para descansar. No obstante empleamos parte de este tiempo de descanso para ver la ciudad y valorar por nosotros mismos la magnitud de un desastre que, en un principio, solo conocíamos por lo que nos contaban los compañeros y poco más. Cuando fuimos estableciendo contacto con la realidad nos dimos cuenta de que todo lo que se decía era poco al contemplar en directo la catástrofe de una ciudad sumergida. El río Turia se había tragado literalmente los barrios bajos y anegaba el centro.

Vi el campo de futbol de Mestalla como si fuera una gran piscina. Montañas de barro eran retiradas por maquinaria pesada. La desolación se extendía por doquier. Hubo mucha solidaridad. Bastantes de nuestros compañeros telegrafistas fueron damnificados, padeciendo grandes pérdidas, incluso de familiares.

Las sirenas de las ambulancias se escuchaban de día y de noche. Los hospitales no daban abasto. Se especuló con la rotura de la presa de Tous. Era cosa digna de ver como las ventanas de los sótanos de los edificios públicos, como el de Telégrafos, chupaban cuanto arrastraba la corriente y quedaba retenido por los barrotes. No obstante el agua invadió los archivos y los almacenes del material, dejándo todo inservible.

Tuve ocasión de ver una sala de baile, ubicada en los bajos de un edificio céntrico, destrozada por la humedad. Acababa de ser rehabilitada con vistas a la nueva temporada. Y en medio de tanta desgracia, entonces en blanco y negro, nuestra juventud ponía su nota de color entre “guardía” y “guardía” e, incluso, dentro de ellas.
Un día, al salir de servicio, notamos que alguien había corrido las camas de nuestra habitación y había metido otra. Cosa que se repitió varias veces. Y aun hubo quien quiso traer su colchón y ponerle en el suelo. Se decía que nuestro dormitorio era muy divertido.

Durante una de estas “guardias” el jefe de personal de la Dirección General de Telégrafos en Madrid puso su mano en mi hombro cuando “pegaba” mensajes oficiales urgentes y me dijo: ”Puedes avisar a tus compañeros de que el Director General me acaba de comunicar que se ha subido la dieta de 60 pesetas a 90 para que podáis hacer frente a los gastos”. Y es que por aquel entonces la dieta era inferior a los costes, no de hotel, sino de una modesta pensión. Pero esta subida no sería definitiva y solo tendría vigencia durante el tiempo que durase la comisión. De todas formas nos alegramos mucho.

Cuando la situación fue normalizándose, me encontré cierta tarde a una chica valenciana que veraneaba en Segovia. Había paseado varias veces con ella en el verano anterior por el Salón. Entonces el paseo se celebraba, de acá para allá y de allá para acá, en verano, por El Salón, junto a los edificios y en invierno por la acera del Ayuntamiento.

Esta muchacha se brindó gentilmente a enseñarme lo más significativo de la ciudad. Todo estaba cerrado y solo permanecía abierta la catedral. A la puerta se estaba celebrando una sesión del “Tribunal de las Aguas”, nos colocamos en primera línea para ver mejor y al instante, el moderador se dirigió a mí y me dijo: -“Parle vosté”. Le contesté que yo no parlaba nada, que era forastero y que simplemente contemplaba la asamblea.

Al cabo de un rato pasamos al interior de la catedral donde realizamos una visita rápida. Luego subimos al Miguelete desde el que el paisaje era aun más dantesco. Ensimismados en el mismo noté que, de pronto, mi “cicerona” me daba un beso. Aquello me dejó perplejo porque en aquella época el que una chica te diera un beso sin haberte acreditado como novio formal y con el título de ingeniero de canales, caminos y puertos bajo el brazo, era algo impensable. Debió de ser que aquel espantoso panorama la ofuscó.

Al cabo de un rato bajamos de la torre y al salir ya se había disuelto el “Tribunal de las aguas”. Nos despedimos porque yo tenía que reintegrarme al trabajo y no nos volvimos a ver más ya que entonces no se habían inventado los móviles, los telegramas, dadas las circunstancias, tardaban en llegar, mis turnos eran largos y cambiantes y ni siquiera en los veranos siguientes apareció por Segovia.

A los pocos días y después de quince de comisión me dieron el cese y regresé a Segovia con una carga de tristeza difícil de olvidar. Cuando, pasado el tiempo, veo imágenes de inundaciones, los recuerdos se avivan, incluso con sonidos y olores.

Las reiteradas inundaciones de la ciudad de Valencia terminaron con la construcción del llamado Plan Sur que consistió en desviar las aguas del rio Turia desde Quart de Poblet hasta al norte de Pinedo. Dicho de otro modo: dejando a la ciudad por encima del río y dando al nuevo cauce amplitud suficiente. El 22 de julio de 1958 se aprobaron las obras y el 22 de diciembre del 1969 las inauguró oficialmente el entonces jefe del Estado Francisco Franco. El antiguo cauce del río Turia es hoy un parque urbano de 110 Ha. llamado Jardín del Turia.


(*) Académico Honorario de San Quirce.