EL ADELANTADO| 30 agosto, 201978
Carlos Arnanz Ruiz (*)
El pasado 22 de agosto y con el título MARIANO QUINTANILLA VIVE, Javier García Núñez publicó un artículo en este periódico que ilustró con una magnífica foto de familia. En ella, aparecen Mariano Quintanilla, su esposa Elena y sus hijos Mariano, Rosa, Elena y Carmen. Bella estampa de la que no tenía noticia pero que me llenó de emoción y que ustedes comprenderán si continúan leyendo.
Corresponde esta foto a una época en la que el que esto escribe era amigo del jovencísimo Marianito, hijo, tal vez un año mayor que yo.Por esta razón fui algunas veces a su casa en la Plaza Mayor; el primer edificio que la cierra a la izquierda del Ayuntamiento. Recuerdo un salón grande del piso primero donde nos tirábamos en el suelo y nos entreteníamos con sellos de Austria, Alemania y otros países. En un lateral, una vejecita, ignoro si madre de D. Mariano o de su esposa, asistía impasible a nuestros juegos en un sillón.
También salíamos por ahí y un día acordamos ir a bañarnos a los Tres chorros. Nos hallábamos en medio de la charca y noté, de repente, que un torbellino me arrastraba hacia el fondo. Entonces, mi Amigo Mariano tiró de mí no sé cómo ni de dónde y me arrastró hacia la orilla.
No pude entender lo sucedido porque, no sabiendo entonces nadar, era bastante miedica a la hora de meterme en el agua. Y así fue cómo mi amigo me salvó de perecer ahogado. Todavía hoy puedo recordar con bastante precisión las características del remolino e incluso el ruido que producía.
Podría quitar dramatismo al asunto introduciendo aquí y ahora una gracieta: de haberme ahogado, hubiera librado a los lectores de mis elucubraciones literarias. Pero no fue así, y aquí estoy de nuevo, tal vez, dándoles la badila.
Con D. Mariano Quintanilla no tuve ningún trato. Si, acaso, algún que otro saludo ocasional. Pero con Doña Elena, su esposa, si lo tuve porque me quería mucho. Mi amistad con su hijo Mariano fue grande y sincera. Compañera de estudios de mi esposa fue Rosa y ha sido a la que más hemos tratado regularmente.
Un día Marianito me llevó a la Catedral y me mostró un cuadro en la parte derecha de la Capilla del Sagrario donde aparecía un clérigo antepasado suyo. Por mi parte y enfrente, le llevé ante el Cristo de Lozoya comentándole que en la decoración cerámica había participado mi padre durante su estancia en el taller de D. Daniel Zuloaga en la Fábrica de Loza La Segoviana.
Fue D. Manuel Gónzález Herrero un gran admirador de D. Mariano Quintanilla. En varias ocasiones me dijo que fue “La madre de muchas iniciativas segovianas”. La centenaria Sociedad Filarmónica de Segovia le debe no poco, al igual que la también centenaria Universidad Popular, devenida Real Academia de Historia y Arte de San Quirce.
Por los años 70, D. Manuel González Herrero tenía una finca frente a las instalaciones del Restaurante Lago, en la carretera de La Granja. Y una tarde invitó a varias personas a pasar una velada. Recuerdo a D. Manuel y su esposa Julita, como anfitriones, a mi esposa Fuensanta y a doña Elena viuda ya de Don Mariano Quintanilla que aun me recordaba. Otros invitados nos acompañaron pero se me han borrado de la memoria. Esta finca sería posteriormente expropiada al configurarse el polígono de Nueva Segovia, pero sigue como solar esperando el momento de acoger alguna edificación en su superficie.
D. Mariano Quintanilla es, sin duda, el personaje que más veces me he visto obligado a mencionar en artículos, libros, conferencias y otros etceteras. Jamás hubiera podido pensar que el mayor mérito de este ilustre segoviano hubiera sido, para mí, ser el padre de la persona que me ha permitido seguir viviendo y, por ende, escribiendo.
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(*) Académico Honorario de San Quirce.